Desde tiempos inmemoriales el ser humano sintió la necesidad de agruparse, de sentirse cohesionado en un esquema que le permitiera evolucionar, ganarse la vida, adaptarse a la naturaleza y relacionarse con otros seres vivos, las distintas maneras de asociarse le crearon los antagonismos naturales en sociedades en evolución, lo que los llevó a experimentar otro tipo de problemas que las sociedades actuales y más desarrolladas no han logrado superar.
El evolucionismo social, entendido como la experiencia de cambio, de una sociedad a otra más complicada y compleja, se vivió en toda su magnitud, después de que el hombre descubre la agricultura y pasa de ser nómada al sedentarismo, ahí se hicieron presentes en tiempo y espacio determinado, las hordas, los clanes, las tribus, la confederación de tribus, las familias, hasta llegar a las más modernas formas de agrupación social, ya sea por afinidad, cultura o intereses creados.
El antes y el después de Jesucristo marcó necesariamente las formas de asociarse, desde las sinagogas hasta las muy variadas y diversas maneras en que los apóstoles predicaron las enseñanzas de Jesús de Nazaret, logrando con ello experimentar las complejidades, que la diversidad nos va marcando, contagiada por el sello personal de aquel que intenta agrupar para enseñar, predicar, confabular, hacer el bien o hacer la guerra, esto último característica principal de las sociedades que buscan expandir sus dominios y hacer sentir su poderío.
Los griegos, romanos, germanos, las sociedades culturales y guerreras más avanzadas, encontraron en su forma de organizarse la fortaleza para trascender, o decaer cuando estas se encontraban con la moral y el espíritu distraídos; Lograron libertades, pero perdieron control, rumbo e irremediablemente destino.
La evolución de las sociedades se vio marcada por reyes, papas, emperadores, gobiernos, como las instituciones encargadas de gobernar, surgiendo frente a ellos, los líderes, caudillos, luchadores sociales, defensores de derechos, causando insurrecciones, revueltas, revoluciones, guerras, que lograron cambiar paradigmas establecidos, sentando nuevos ideales, conceptos modernos, formas de lucha actualizadas, expresiones modernas sobre temas básicos, se conjugaron en la sociedad el sentimiento del pasado y la necesidad de apresurarse a alcanzar el futuro, ese futuro que hoy nos atrapa en los dilemas de libertad, derecho y respeto a los demás.
Cada siglo dejó una enseñanza distinta, cada época marcó el camino del ser humano, en el continente americano el siglo XIX y XX, dejó mediante revoluciones, independencia; nuestros antepasados conocieron expresiones hasta entonces ajenas, como yorquinos, escoceses, liberales, conservadores, sindicatos, partidos políticos y asociaciones civiles, todas con un fin, una estrategia diferente que pretendía defender intereses, instaurar formas de dominio, luchar por ideales en común, desafiando a terceros, retando a las normas con el derecho mismo.
En pleno siglo XXI, las libertades son tema de congresos, foros mundiales, las organizaciones sociales en cualquiera de sus nombres, persiguen sus intereses muy particulares, se ha perdido el sentido de la unidad social, de la riqueza de la pluralidad, hoy se unen los afines, los cómplices, los intereses, burlando los derechos de la gran mayoría, se mal entendió el concepto de libertad con libertinaje, se confundió el derecho a manifestarse, con la manifestación de nuestros intereses, el ciudadano común, el que no está “asociado” queda en la indefensión, con un Estado que debería de garantizar el derecho, cooptado por “poderes facticos” que no le permiten cumplir con su función.
El Estado de Derecho, debería significar el fin máximo de la evolución social, aquí se encuentran el respeto, el orden, las normas que regulan la vida en sociedad, las garantías de pleno ejercicio de las libertades, la fuerza que garantice seguridad a través de gobiernos e instituciones, pero hoy contrario al deber ser, nos encontramos en la encrucijada de renovarnos o seguir padeciendo los alcances de la interpretación sectaria de la ley.
Las organizaciones, los derechos, libertades y el Estado de Derecho son un conjunto que armonizado debe dar las mejores garantías en una vida en sociedad, no puede buscarse la supremacía de una sobre las otras, tienen la misma esencia de beneficio colectivo y bien común, el error puede estar en quienes las dirigen o encabezan, sus pretensiones o pasiones personales, las han perdido o contaminado, cambiar para mejorar, debe ser el nuevo ideal que nos lleve a recuperar su verdadero fin.
La actualidad nos marca la enorme necesidad, de revisar las formas de lucha, las organizaciones en sus variadas definiciones, cargan con desprestigio ciudadano, no podemos negar que hay muchas que generan beneficio comunitario, que apoyan al desprotegido, que preservan derechos, desafortunadamente como dice el dicho “por unos pagan todos” y la sociedad está harta de organizaciones que vulneran sus derechos, peleando por libertades que pocos o nadie conocen.
Las instituciones deben de salir fortalecidas en cualquier ejercicio democrático, las banderas son para rendir homenaje a los más nobles ideales y no como botín de cambio de las mentes perversas, la colectividad aun no organizada es mucho más que cientos de miles de organizaciones, el respeto, la justicia, sino se imponen por el gobierno, buscaran maneras de hacerse presente, Michoacán hoy en día es un claro ejemplo, los llamados grupos de auto defensa, pueden multiplicarse sin una actuación clara y contundente del Estado mexicano.
No se puede coartar las libertades, es necesario organizarnos, pero sobre todo entender que el orden, la paz, la estabilidad son imperativos en un Estado de Derecho, que vigile la sana aplicación de la ley, esta generación lo necesita, la que viene detrás de nosotros reclama ejemplos serios de evolución paulatina, en las formas de ver, entender y resolver las complejidades de sociedades en evolución.
Las COINCIDENCIAS con el pasado, pueden ser lecciones que nos sirvan para mejorar, no podemos repetir errores, ni aplicar esquemas que han fallado y llevado a pueblos enteros al fracaso, la verdadera unidad que necesitamos, es la unidad nacional, la que no está fincada en intereses oscuros, la libertad que está consagrada en la constitución y en las enseñanzas religiosas más antiguas nos tienen que llevar a consagrar el objetivo de paz, concordia, amor, respeto, cuando lo logreemos viviremos en una sociedad que tenga al Estado de Derecho como fin y no como pretexto de algunos, que pretendan por encima de la mayoría, seguir alimentando intereses creados…