* ¡Qué tristeza da ver El Llano! Sólo es punto de partida de marchas y protestas de vándalos que pisotean nuestros pulmones naturales, razón por lo que la costumbre de los Viernes de Cuaresma murió hace ya un buen rato, lamenta la licenciada Graciela Castro Monterde.
* En los 50 y 60 no existía violencia e inseguridad en la ciudad de Oaxaca, todos se conocían y sabían de qué familia procedían, quiénes habían sido sus antepasados y a qué se dedicaban, y las jóvenes salían a la calle sin miedo a que les robaran la bolsa o el celular, había respeto.
Pedí a la licenciada Graciela Castro Monterde que narre algunos de los recuerdos de su juventud porque se han ido perdiendo muchas de las costumbres que nos gustaría que aun existieran y vivieran nuestros jóvenes, hijos y nietos, pero sabemos que nada puede permanecer estático, porque es la ley de la vida que todo cambie de acuerdo a las circunstancias y necesidades que se nos presentan.
Comenta las cosas que aún le gustaría que existieran aquí en su tierra, porque dejaron ratos muy agradables y vivencias que ojalá y se repitieran, pero la vida sigue y cambia y, ni hablar, tenemos que irnos adaptando a lo positivo que nos va dando de nuevo.
La humanidad siempre se ha regido por las leyes del bien y del mal, y en cada época de la vida de cada país han existido costumbres, modas y políticas diferentes de acuerdo a las circunstancias que nos ha tocado vivir, por lo que toma en consideración todo lo que tenían las oaxaqueñas de los 50 y 60. Eran como una sola familia, porque todos se conocían y sabían de qué familia procedían y quiénes habían sido sus antepasados y a qué se dedicaban.
Y cuando salían a la calle no era con miedo a que les robaran la bolsa o el celular, había respeto para las mujeres y para las personas de la tercera edad, y la violencia y la inseguridad, no existían.
En cambio, hoy casi todos vivimos y tenemos experiencias que nos molestan y tenemos que andarnos cuidando y sintiendo miedo.
Pero no necesita hablar del presente porque todos lo estamos viviendo y prefiere recordar cuando por las tardes entraba gritando el panadero a su casa que estaba en el centro. ¡El pan, el pan!, y escogían las conchas y los cuernitos bien calientitos para la merienda, que era como a las 8:00 pm., porque a esa hora la abuela les tocaba la campana y el que no estuviera puntual sentado en la mesa, tenía que irse a servir a la cocina, porque eso sí, había orden y muy estricto.
Empieza a contar algunas de las buenas costumbres perdidas y más famosas como los “Viernes de Cuaresma” en El Llano.
A muy temprana hora llegaban las y los jóvenes a dar vueltas al jardín, unas por un lado y los otros por el contrario y a determinada hora un comité de estudiantes de la universidad, escogían entre las damas asistentes a la más bella y le entregaban un hermoso ramo de flores, con el que le tomaban la foto del recuerdo. Y así cada semana del tiempo cuaresmal.
Ahora, qué tristeza da ver El Llano, sólo es un punto de partida de marchas y protestas por el descontento de vándalos que pisotean nuestros pulmones naturales, razón por lo que esta costumbre murió hace ya un buen rato y ¡Adiós Viernes de Cuaresma!
También en el zócalo los domingos tenían la costumbre que, a partir del mediodía iban a dar vueltas al igual que en El Llano los jóvenes, por un lado, y las muchachas por el contrario y, entonces, los muchachos mandaban flores que compraban a los niños y niñas que vendían en el jardín y estas flores se las mandaban, según les habían gustado o simpatizado, pero a veces se llegaban a confundir a las que se las iban a dar y tenían que recogérselas, porque no eran para la señorita de azul, si no para la de rojo; con esta confusión, lógico, se caían a veces los ánimos por no tener nuevas conquistas, mientras se celebraba el verdadero destino del ramo de flores.
El paseo del domingo era también una delicia porque a la misma hora del mediodía empezaba el concierto con la Banda del Estado, dirigida por Don Diego Innes, todo un señor director que deleitaba con un vasto programa de música clásica, popurrís de música popular mexicana y de todo el mundo; y se pagaban centavos por tener una silla cerca de la banda para poder aplaudirle y también pedirle alguna pieza en especial que él siempre concedía.
Añade que, también los jueves desde las 5 de la tarde les deleitaba la marimba hasta las 9 de la noche, por lo que eran noches de jolgorio, para ir a tomar café a cualquiera de los portales, ya fuera el Marqués del Valle o los otros dos que tenían antojitos oaxaqueños para degustar.
Ahora, ni marimba, ni banda de música, solo montones de basura y puestos de ambulantes dando un pésimo aspecto a la ciudad patrimonio de la humanidad ¡Qué tristeza, verdad!
Cuenta lo emocionante que era cuando a la media noche les llevaban “gallo” o “serenata” los ya novios o los que les pretendían, y despertaban a su abuela porque su recamara tenía balcón y, entonces, despertaba, primero, medio molesta, pero también medio contenta y se acercaba a la cama de la más chica para decirle que viera a quién de las tres hermanas traían la serenata, pero enseguida, también les amonestaba y decía: “Ahora sí, a dormir y ya mañana platican todo lo que quieran”.
Pero, ahora, en estos tiempos ya no hay serenatas, en primer lugar, porque a los chavos ya no les alcanza para pagar un trío o un mariachi, prefieren mandarles a sus chicas un WhatsApp o envían videos de sus canciones favoritas. Y esto se debe en gran parte, a que ya no hay romanticismo entre las parejas.
En cuanto a otras vivencias agradables o hasta chuscas que tuvo y recuerda, es cuando pidieron a su papá que les comprara un coche, aunque fuera usado, para aprender a manejar y se los concedió. Pero compró una carcachita “Ford” de los años 30 que ya no medía la gasolina, tenía frenos mecánicos, no hidráulicos y, según su papá, la compró porque tenía lámina muy gruesa y resistente, de manera que si llegaban a darse un golpe la lámina les protegería y no se lastimarían, pero toda esa “modernidad” también causaba que como no medía el tanque de gasolina, se acababa a medio camino y tenían que pedir aventón a alguien conocido para que les llevara a traer un par de litros de gasolina y ya con eso lograr llegar a la gasolinera más cercana para poder llenar el tanque.
Todo eso era molesto, pero trataban de tomarlo por el lado chusco y divertido y ya varios amigos de los muy graciosos que tenían les habían puesto el apodo de “las señoritas Vivanco”, una película de Sara García que tenía una carcachita como la suya; y esto les pasó en una ocasión en la que invitaron a tomar nieve a La Soledad a una tía muy querida y le tocó el percance y ellas muy apenadas le decían ¡Ay tía, ya no vas a querer volver a salir con nosotras! Y ella muerta de risa decía – ¡No, no, invítenme cuando quieran, yo aquí estoy muy feliz divirtiéndome en su Cadillac dorado!
Por eso, a esa tía la recuerda con mucho cariño y estimación, ella fue Doña Glafira del Valle de Bustamante; mujer bella, inteligente, simpática y muy sencilla, a la que siempre extrañamos mucho.
Asimismo, cuenta de los amigos que tenían y con los que salían y compartían “picnics” o se iban juntos a las tardeadas de cada mes en el “Hotel Monte Albán”, de 6 de la tarde a las 12 de la noche. Salían todos tomados de la mano cantando y corriendo a media calle e iban viendo que entraran a sus casas, sin siquiera pensar que les iban a asaltar o algo por el estilo.
Sus amigos medio terribles fueron, entre otros: Neto Miranda, Rafael y Rigoberto Candiani Gil y Gerardo Fernández del Campo, el famoso “Sacachispas”, quienes se atrevieron a ir a poner al monumento de Don Benito Juárez en el cerro del Fortín un “yoyo” en el dedo que señala lo que siempre se ha dicho significa por ahí nos llegó la civilización y, también, por ahí se pueden ir los que nos estén contentos de vivir aquí en nuestro Oaxaca. Entre los cuatro se las ingeniaron para ponérselo, pero según supieron después los descubrieron y los multaron por cometer faltas de respeto al benemérito, desde luego, que jamás se atrevieron a repetir su gracia.
Pero un 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, no se midieron, y Neto Miranda y “Sacachispas”, sacaron a Rafael Candiani su esquela, por lo cual sus padres y su novia en esa época, pegaron el susto de su vida, hasta que descubrieron que todo había sido una broma muy pesada, ya que los cuatro se llevaban muy pesado.
Y, por último, sus paseos o diversiones de algunos domingos era irse de “picnic” y pedían permiso de ir nada más a San Juanito, a 15 minutos de la ciudad, pero se aventaban a irse hasta “El Punto”, rumbo a la Sierra Juárez, en dos o tres coches, casi siempre eran las hermanas Sainz Meixueiro, las hermanas Orihuela y las hermanas Castro Monterde; arriesgándose a que descubrieran que no era a San Juanito a dónde iban, sino sanjuanazos que les darían, si se enteraban de la verdad.
Con esto quiere hacer notar cómo era la tranquilidad y confianza en que vivían y se movían por todas partes. Hay una gran diferencia a lo que estamos viviendo hoy en día.
@efektoaguila