Octavio Paz, centenario y un año que huele a Laberinto de la soledad: Bersahín López

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Cuánta razón le asiste a los abuelos, a los contadores de hazañas, historias y anécdotas, cuando señalan que los hombres trascendentes, no mueren en la mente, no se extinguen por completo en la tierra, siguen creando en la imaginación de los que lo preceden, se perpetúan en las nuevas obras que se invocan en su nombre, son ellos los que inspiran en el recuerdo de sus letras, de sus enseñanzas, de sus más intrínsecas pasiones.

 

La literatura Mexicana, ha estado ligada permanentemente a los cambios sociales que ha vivido nuestro País, de alguna forma los escritores han conformado una especie de jurado ciudadano, que desde sus letras y publicaciones, han señalado, avalado, condenado, justificado o vivido en carne propia los diferentes episodios de la historia Nacional, los hay de todas las corrientes, de diversas formas de vivir, con la misma pasión toman partido o se mantienen neutrales ante la injusticia, el cambio, las rebeliones, revoluciones, pero su pensamiento permea en el colectivo nacional.

¿Qué de trascendente puede tener recordar el centenario de un Nobel de Literatura mexicano? ¿Qué de valioso representa para México, sus instituciones y los mexicanos, que se grave el 2014 con el nombre de un poeta? ¿Qué importante sería que con el “Arco y la lira” pomposamente recordemos nuestros “Cien años de Soledad”? Octavio Paz y las nuevas generaciones lo merecen,  dicen que recordar el volver a vivir, el centenario nos puede servir para impulsar talentos literarios y no solo recordar a un grande de la literatura universal, reflexionar en el papel que jugamos como mexicanos en nuestra propia tierra, rediseñar y reencausar los valores nacionales en la definición de un País que sabe reír, soñar, llorar, recordar, pero sobre todo una sociedad que puede construir.

Octavio Paz en el centenario de su natalicio, nos debe seguir impregnando de su valentía revolucionaria liberal, de su amor por el tiempo y la belleza que se manifiestan en su poesía; al margen de estilos y perspectivas, siempre mostró su talento de poeta, ensayista, diplomático, alma de periodista crítico, de escritor certero y mexicano congruente.

El Congreso de la Unión integró una Comisión especial, para conmemorar el centenario del natalicio de Octavio Paz, la cual está presidida por la Diputada del Partido Nueva Alianza, Sonia Rincón Chanona, en un esfuerzo institucional de celebración nacional, se declaró al 2014 “Año de Octavio Paz”; que esta declaración este entrelazada con acciones que permitan que la obra, el pensamiento y la esencia de sus letras, lleguen a los rincones más apartados de la Nación, con esto pasaremos del festejo  a una acción decidida para contribuir al enriquecimiento cultural de todos los mexicanos.

Cuando hoy  causan miles de comentarios y análisis lo que sucede en el País, una economía estancada, la inseguridad como parte de la vida diaria de todos los ciudadanos, una educación deficiente que mediáticamente pretende fortalecerse, reformas impulsadas que generan descontento por una parte y esperanza por otra, políticos con muy bajos niveles de credibilidad y aceptación, puede ser este 2014 con motivo de Octavio Paz el año de la consolidación en todos los sentidos, dejando atrás traumas históricas y desencantos sociales, nuestro premio Nobel de Literatura así lo señaló hace más de 50 años, nos mencionó que debíamos alejar de la mente del mexicano el pesimismo y la impotencia.

Existen millones de jóvenes que con talento y decisión todos los días se prepararan en la medianía de sus posibilidades, este año de Octavio Paz debe estar dedicado a ellos, a sus esfuerzos, como homenaje real a un poeta que surgió de esa cultura del esfuerzo, de abuelo y padre revolucionarios, como luchadores son los millones de jefes de familia que ante la situación actual, de riqueza de unos pocos y pobreza de la mayoría, hacen hasta lo imposible por llevar de comer a sus hogares, ausentándose por largos periodos, dejando el cuidado a las madres de familia, que son el sostén social y a las que Octavio Paz, le imprime peculiar importancia en sus obras, tal vez porque así lo vivió en carne propia.

Octavio Paz, no puede estar alejado de la realidad social en este centenario, en su momento la vivió en las circunstancias de su tiempo, palpó la explotación del campesino en Yucatán, conoció la realidad mundial desde España durante la guerra civil, sintió la tristeza de la represión de 1968 siendo embajador, tuvo la congruencia de señalar y actuar en consecuencia, su obra “Entre la piedra y la Flor” lo atestiguan, la revista Mexicana de Literatura así dejó constancia y su renuncia al cargo de embajador no dejan dudas de su integridad como escritor, ciudadano, como ser humano cabal.

No podemos negar que le hace falta a México referentes, faros que guíen el camino, que señalen la ruta correcta sin pretensiones oscuras, lideres sin maquillajes, con una esencia propia y no la adoptada por recomendaciones de asesores en imagen pública, ni aquellos que lucren con la necesidad de la mayoría aprovechando la desinformación o el desinterés de muchos, capitalizado en el beneficio de pocos, 2014 puede servir para que el laberinto de nuestras soledades, nos guie a la puerta que conduce a un desarrollo sostenible y sustentable, a encontrar el camino que sea guiado por una colectividad informada, pensante y no por un  mesías o caudillo que perezca en el intento, de señalar mejores condiciones de vida. 

Octavio Paz frente a la vanidad intelectual, puede ser el pretexto perfecto, de reflexión nacional, de encontrarnos a nosotros mismos, en el auto análisis y el conocimiento de nuestro pasado, para entender el presente y preparar el futuro.

Que las bibliotecas estén llenas de niños y jóvenes no sé si revisando la obra de Octavio Paz, pero si leyendo, reflexionando, creando sus propias historias, que Paz y su centenario no sean el fin, sino el medio para que incentivemos al espíritu, para que concretemos la mayor aspiración de todos nuestros escritores, pintores, artistas, héroes, caudillos: una nueva realidad, en la misma tierra que ellos amaron y cultivaron.