Yo creo que casi todas las ciudades de nuestro país se encuentran sometidas a terribles sacrificios. En todos los sitios hay un malestar profundo, intenso, desesperado en esta revuelta.
Si hiciéramos una encuesta, de cada diez, todos afirmarían que los espacios peatonales han sido prácticamente desaparecidos. Vivimos, pues, cada día más cercados.
La totalidad de la opinión pública califica que la ciudad se ha convertido en un campo de batalla. Las excepciones son en las zonas más apartadas del centro de la población.
Vivimos entre el polvo, los baches, el lodo, la histeria y al filo de la navaja por caminar donde no nos corresponde. Caminamos entre guacales de fruta, cerros de basura, vendedores de chicles, mesas de comida, cajas de cartón, carretillas, diablitos, triciclos, alambres de púas, tacos de perro, carpinteros, mecánicos, fayuqueros y hasta peluqueros de a paisaje que son parte de la totalidad de elementos que han llegado a ocupar las vías peatonales de la ciudadanía.
Por todos lados hay amontonamiento de objetos sobre las banquetas, calles, callejones y entradas a establecimientos comerciales, incluso sobre los puentes peatonales.
El montón de objetos impide el acceso o la salida. Tal parece que este capricho enferma a la ciudad.
Si se le pregunta a un niño lo que es una banqueta, seguramente no la conoce, nunca la ha visto, nunca ha caminado sobre ella.
Un visitante extranjero, por supuesto, también los nacionales, al darse cuenta de lo que ocurre con la piel, los huesos y las entrañas de la ciudad desordenada, han de opinar que las autoridades no saben lo que es desarrollo ni mejora.
A los forasteros, se les nota la irritación al caminar ya que ellos llegaron a este lugar para disfrutar de la arquitectura, del trazo de las calles, y en cuanto a los que vivimos en esta ciudad, cada día nos sorprendemos, pues si en la noche vimos cierta área despejada, mañana se ubicará cualquier otro y sin que nadie les diga nada el mismo diseña el tamaño de su espacio, que por supuesto, es grandísimo. Además, hacen hoyos en la calle y banqueta para meter en ese lugar el palo que sostendrá el plástico.
Hay quienes todavía fijan con tornillos las bases del negocio para que no se lo roben. Además de esto, Cruzan riatas de un extremo a otro de la calle para restirar más los trapos que les darán sombra, lo cual también, impide el paso a los vehículos. Y en cuanto a la gente, ésta tiene que cruzar por ahí en cuatro patas.
Las áreas donde se ubican los vendedores “ambulantes”, se llenan de cables y más cables hasta formar gigantescas telarañas que nacen de la punta de los postes hasta cada uno de los puestos. De ahí bajan la línea de luz, de teléfono, o sino, salen del puesto hacia la antena de televisión.
Dicen que todo esto sucede porque vivimos en el momento más desastroso del siglo. Pero qué creen, para todo hay solución. Mi consejo es que tomes los obstáculos con calma y los aproveches antes de que los quiten. ¡Disfrútalos!
Obstáculos callejeros: Horacio Corro Espinosa
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