WASHINGTON.- El presidente Barack Obama recibe el miércoles en la Casa Blanca a su contraparte chino Hu Jintao para sostener una reunión en las que los líderes de las dos grandes potencias buscarán acuerdos en materia económica y de seguridad, sin entrar en conflicto con sus respectivas ciudadanías.
En un clima en que muchos estadunidenses atribuyen a China, al menos en parte, el alto desempleo en el país, los dos presidentes intentarán crear confianza en una relación basada en el interés mutuo, pero alterada por disputas persistentes.
Durante los dos años previos a la visita de Hu, Beijing desairó a Washington en materia de cambio climático, hizo poco por frenar a su imprevisible aliado Corea del Norte y respondió fríamente a los ruegos estadounidenses de mitigar los desequilibrios en el comercio bilateral. Por su parte, Washington enfureció a los chinos con ventas de armas a Taiwán e invitaciones al líder espiritual del Tíbet, el Dalai Lama, a la Casa Blanca.
Las dos partes buscan ahora un tono más positivo.
Para el miércoles por la noche está planeada una fastuosa ceremonia de gala que para Hu será un logro por sí mismo. Estados Unidos ha endurecido su posición contra China y cualquier imagen de una amistosa bienvenida en Estados Unidos podría servir para suavizar la imagen de Hu en China y en el extranjero, así como para mitigar el recelo del público estadounidense hacia la nación asiática.
El martes por la noche, Obama y Hu compartieron una inusual cena íntima para discutir las tensiones y las metas comunes que definen la complicada relación entre las potencias rivales.
El acto ilustró la cuidadosa mezcla de firmeza y calidez por parte de Obama para el líder de una nación que es a la vez el mayor rival de Estados Unidos y su socio potencial más importante.
A la cena asistieron también el asesor de seguridad nacional Tom Donilon y la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Hu llegó acompañado de dos altos funcionarios chinos. Para subrayar el deseo de franqueza, la Casa Blanca dijo que no habría escribientes oficiales durante la cena ni transcripción de las conversaciones.
Para Obama, la visita representa una oportunidad para concretar la alianza que prometió sería representativa de su política exterior. Pero Obama también enfrenta presiones para mostrar decisión mientras diversos grupos de interés —desde líderes empresariales hasta defensores de los derechos humanos— instan al gobierno a que encare a Beijing