Oaxaca está sometida una vez más a una dura prueba de la que solo podrá salir bien librada con la suma y el esfuerzo de todos los que en verdad quieren y respetan a nuestra mágica tierra, independientemente de la región, ideología o militancia política. Para nadie es un secreto nuestra enorme vocación para el conflicto; ya lo he comentado, alguna vez al llegar a Oaxaca un muy destacado politólogo de los medios me preguntó “¿Cómo definirías tu estado?”, mi respuesta fue: Oaxaca es un estado donde la normalidad democrática es el conflicto; y en efecto, los oaxaqueños somos buenísimos para pelear por todo, una mojonera, por donde abrir una brecha, construir una cancha de basket, por límites, las pugnas entre la cabeceras municipales y sus agencias son recurrentes; y ya no digamos por amores y desamores y por razones de poder político; la misma policromía partidista en los resultados de la pasada elección del poder Ejecutivo y la composición del Congreso Local son muestra indiscutible de tal realidad. Realidad que hoy debe revertirse en un torrente de energía positiva.
En este contexto se hace necesario por parte de todos los actores sociales, políticos, económicos, organizaciones, partidos, medios de comunicación y sociedad en su conjunto una actitud muy responsable para hacer frente a la tragedia; tragedia que además ha dejado al descubierto otra tragedia, la del enorme rezago y desigualdad que prevalece en nuestro estado, que ante la magnitud de lo ocurrido ha quedado al descubierto; sin embargo, el enfrentar esa lacerante realidad con la intensidad que se está viviendo, puede o mejor dicho debe ser el punto de partida para que, quien tiene a su cargo la conducción de los asuntos de la cosa pública, implemente políticas públicas que cambien el enfoque utilitarista, clientelar y de manipulación política que hasta hoy ha prevalecido en nuestro estado.
Observando con el transcurrir de los días la forma y la respuesta de cómo se ha encarado tan enorme reto, de –en principio- garantizar la supervivencia de quienes lo perdieron todo, coordinar la distribución de ayuda, garantizar la seguridad –ya de por sí compleja en la región por la presencia del crimen organizado- y avanzar en la inmediata y urgente reconstrucción; no podemos menos que reconocer el sentido solidario, responsable, positivo y hasta tolerante con el que se ha conducido el Gobernador del Estado, Alejandro Murat; no soy afecto a las comparaciones, pero no recuerdo una imagen, ya no digamos un video –que en la época no tenía el inmediatismo y desarrollo de hoy- de Diodoro Carrasco, escuchando con atención, con una buena dosis de humildad –que no conocía ni creo haya adquirido- las desesperadas palabras plenas de angustia de los afectados por el Huracán Paulina.
Tampoco son pocos los actores políticos de todos o casi todos los signos partidistas que se han dado a la tarea de apoyar a la región; del seguimiento que he realizado destaca, el organizado activismo de Jesús Romero, el de Polo de Gyves, la actitud responsable de Gloria Sánchez; por supuesto es de reconocer la donación de un mes de dieta de los diputados de todos los partidos que respondieron a la provocación de Roberto Molina; el mismo acuerdo –de aportar un mes de sueldo- promovido por el Alcalde de la Ciudad Capital, José Antonio Hernández Fraguas; por lo que se advierte el compromiso es real. Pero sobre todo destaca la respuesta social, en nuestro estado, pero también la nacional e internacional. No alcanzarían el espacio de muchas cuartillas para citar a ONG’S, Asociaciones Civiles, empresas, Fundaciones, Instituciones de Educación, Clubes de servicio, grupos de vecinos y seres humanos bien nacidos y muchos de ellos nacidos, lo mismo en Unión Hidalgo, en Ixhuatan, Juchitán, Tehuantepec, de todas, de todas partes de la región que están reuniendo lo mismo víveres que otros apoyos, para llevarlos a sus lugares de origen.
No se puede soslayar en estos escenarios el importante y en ocasiones determinante papel que juegan las redes sociales, que llegaron para quedarse, nadie lo dude; son la más acabada versión de la libertad de expresión, la más societaria y paradójicamente la más personal, porque la única limitación que puede darse en su uso es estrictamente personal; es así, que en emergencias como las que enfrentamos son necesarias y hasta fundamentales para prevenir, alertar, inducir acciones; como también son voceros de la denuncia ciudadana, lo cual es correcto. Y como en toda acción en donde se articulan tantos intereses en no pocos casos se manipula o se exagera la información, para obtener réditos políticos, dañar famas públicas, con mucha frecuencia producto del “fuego amigo”.
Resumiendo, la solidaridad surgida desde todos los ámbitos para con Oaxaca, así como de los mismos oaxaqueños es un hecho revitalizante y esperanzador, que muestra la nobleza que aún priva en la condición humana; refleja la capacidad que tenemos como sociedad para articularnos en la búsqueda de un objetivo común. Asimismo es muestra de nuestra resiliencia frente a la adversidad.
No obstante, es cardinal reconocer también que esta tragedia ha evidenciado la lacerante condición de pobreza y marginación que padecen amplias regiones de nuestra geografía oaxaqueña; cuando tanto gobiernos como sociedad hemos sido sistemáticamente lejanos a sus necesidades. Por supuesto hay que celebrar la solidaridad general en medio de la tragedia, pero también verbalizar, asumir y corregir las carencias y deudas sociales, hoy tan palpables, Sólo así, con entereza, humildad y decisión podremos revertirlas. Son tiempos de sumar y de ser tolerantes.
¡Oaxaca está de pie! ¡Oaxaca vive!
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh