
Diana Méndez
Desde muy temprano, el Paseo Juárez El Llano se llenó de movimiento, aromas y colores. Cientos de personas comenzaron a llegar a la Iglesia de Guadalupe para rendir homenaje a la Virgen Morena, en una de las celebraciones más arraigadas y emotivas del calendario religioso mexicano.

Familias enteras, grupos de jóvenes, personas mayores, comerciantes y peregrinos confluyeron en un mismo punto: el santuario guadalupano, que este 12 de diciembre abrió sus puertas desde las primeras horas del día y permanecerá recibiendo fieles hasta las 8 de la noche. Entre veladoras, flores, imágenes, cantos y oraciones, cada visitante llegó con una historia distinta, pero con una misma intención: agradecer, pedir o simplemente acompañar a la Virgen en su día.
En las afueras del templo, el ambiente era una mezcla de devoción y fiesta. Los vendedores de flores acomodaban con esmero ramos de rosas rojas, las preferidas para la ofrenda guadalupana mientras los puestos de antojitos ofrecían café caliente, atole espeso, tamales y pan dulce para mitigar el fresco de la mañana. Los más pequeños, vestidos de “Juan Dieguitos” y “Marías”, posaban orgullosos para la tradicional fotografía que los fieles conservan como recuerdo de cada año.
Dentro del templo, el murmullo del exterior se transformaba en un ambiente de recogimiento. Decenas de personas permanecían en silencio, algunas de rodillas, otras con la mirada fija en la imagen de la Virgen situada en el altar principal. Entre lágrimas, cantos espontáneos y oraciones susurradas, la fe guadalupana se hacía palpable en cada rincón.
La celebración de la Virgen de Guadalupe tiene un profundo significado histórico y espiritual. Según la tradición, en diciembre de 1531 la Virgen apareció en el Cerro del Tepeyac a un indígena, Juan Diego, pidiéndole transmitir un mensaje al obispo para la construcción de un templo en ese lugar. Como prueba de la veracidad de sus palabras, dejó su imagen milagrosamente estampada en la tilma del mensajero.
Este episodio no solo marcó a la sociedad de su época, sino que dio origen a una devoción que logró unir dos mundos: el cristiano y el indígena. A lo largo de los siglos, la figura de la Virgen de Guadalupe se convirtió en un símbolo nacional, espiritual y cultural. Es la patrona de México y de las Américas, y su presencia acompaña momentos clave en la vida del país, desde luchas sociales hasta celebraciones familiares.
A lo largo del día, las mañanitas guadalupanas, los rezos, las misas y las peregrinaciones breves llenaron de vida el Paseo Juárez El Llano. Los fieles llegaban con arreglos florales, exvotos y veladoras, cada uno con un motivo personal: promesas cumplidas, peticiones de salud, agradecimientos por la vida o simplemente la voluntad de mantener viva la tradición.
Al atardecer, la luz cálida acompañará a quienes continúen arribando al santuario, prolongando esta expresión colectiva de fe que año con año reúne a miles en todo el país. En Oaxaca, como en tantos rincones de México, la devoción a la Virgen de Guadalupe no solo se mantiene: se renueva en cada mirada, en cada canto y en cada paso que los fieles dan para visitarla.
Así, entre plegarias, flores y esperanza, la jornada guadalupana en El Llano se vive como una mezcla perfecta de espiritualidad, identidad y celebración popular, recordando que la Virgen Morena sigue siendo un faro para millones de corazones.







