Pocos lugares, en México y en el mundo, como nuestro amado Oaxaca. Tierra mágica, mística y cautivante. Orgulloso origen y maravilloso destino. Con infinidad de tradiciones y costumbres únicas. Poseedor de un grandioso patrimonio cultural que, con hospitalidad y alegría característica, se comparte a la humanidad. Pueblo noble y generoso; de profundas pasiones y expresivas emociones. Un territorio excepcional, con infinidad de rincones que cautivan y enamoran. Un sitio ideal para estrechar los más bellos sentimientos de amor y amistad. Un lugar, que nos permite conocer y descifrar esos espacios sin tiempo; ahí donde se descubre, sin desdén ni matices, la fortaleza o fragilidad de la sensibilidad humana.
Tanto más que poder decir con inmenso sentir. Con infinito orgullo e inigualable devoción. Oaxaca, siempre será mucho más de todo cuanto se pueda pronunciar e imaginar: esplendor, sueños e inspiración. Vivir aquí, es nutrirnos de experiencias diarias y exhalar suspiros por doquier; muchos de admiración y algunos otros de asombroso desencanto.
En la mirada individual de cada rostro común, convergen las similitudes y los contrastes de nuestra población. Para fortuna de todos quienes aquí habitamos, nuestras arraigadas coincidencias siempre logran superar cualquier divergencia temporal. Somos un pueblo que sabe vivir y convivir unido, gracias a una respetuosa y armoniosa identidad compartida.
Y sin embargo, a pesar de todo lo anterior, Oaxaca padece actualmente de una conmoción colectiva. Un estado anímico que está permeando negativamente entre quienes si amamos, nacimos y crecimos en esta majestuosa entidad de la república. Oaxaca es de quienes la vivimos y la respetamos. De quienes con honestidad y trabajo nos esforzamos diariamente por heredarla con una calidad de vida digna para nuestros hijos y sus descendientes. Somos una sociedad de brazos abiertos para quienes, por convicción o satisfacción, decidan establecerse de forma permanente o visitarnos de manera frecuente; pero que jamás debemos consentir la permanencia de nadie que pretenda violentar con acciones reprobables nuestra tranquilidad social.
Hoy, el flagelo de la inseguridad nos azota por igual; sin distinción ni consideración alguna. La historia de nuestro glorioso pasado, inundado de grabados indelebles, hoy contrasta con el rojo tono de la violencia diaria. Corresponde a las instituciones, afrontarlo y combatirlo para garantizar la seguridad ciudadana y poder salvaguardar el estado de derecho. Pero erradicarlo, requiere de una gran labor en la que todos estemos dispuestos a contribuir.
Como sociedad, no podemos ni debemos permanecer indiferentes ante la creciente escalada de violencia que cotidianamente se registra en todas nuestras regiones. Apenas el sábado pasado, en Tuxtepec, uno de los personajes locales con mayor respeto, prestigio y reconocimiento social; fue víctima de un frustrado atentado. Don Gabriel Cué Sacre, hombre congruente y de honorable palabra, nos mantuvo a todos sus familiares, amigos y conocidos; en un estado de indescriptible conmoción total. Afortunadamente, su fortaleza física le ha permitido mantenerse entre nosotros.
Hoy, ya no es suficiente con decir: YA BASTA a las marchas y plantones que tanto daño le provocan a la economía local y a nuestras actividades cotidianas. Hoy, elevamos al unísono nuestras voces y exigimos un YA BASTA a la inseguridad y violencia. Hoy, o en cualquier otro día, nadie más merece formar parte de tan infausta estadística.
Los surcos de Oaxaca, deben seguirse observando con el sudor en la frente y la sonrisa en los labios. Nunca más, con sangre derramada ni con llanto en los ojos.
El Mezcal, además de ser bebida, es un estilo de vida.
Gratamente maravillado, es la expresión más adecuada para plasmar el impacto, que no sorpresa; por constatar el gran auge del Mezcal entre jóvenes y adultos en la Ciudad de México. Y entre todos, los mezcales oaxaqueños siempre los más solicitados. Preservar la calidad de los mismos, cada día se convierte en mayor exigencia. Es en bien de la categoría, es por el bien de Oaxaca.
Gracias por la gentileza de su lectura. Hasta la próxima semana.