Oaxaca: la oposición frente al espejo

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Adrián Ortiz Romero Cuevas 

Hoy las fuerzas de oposición en Oaxaca se quejan amargamente de que el oficialismo intenta desaparecerlos. Nada más alejado de la realidad, cuando en realidad han sido los propios partidos PAN, PRI, PRD, y demás, los que han sido por demás eficaces cometiendo el partidicidio más atroz de los últimos tiempos en la entidad. El quebranto del que se duelen, en el fondo, es el que ellos mismos han cometido en contra de la democracia, de la ciudadanía, de la pluralidad, y de eso que antes se denominaba “división de poderes”.

En efecto, en términos reales la presencia de las fuerzas opositoras en la entidad —o el espejismo de ellas— se aprecia con claridad en la integración de la 66 Legislatura del Estado. Ahí existen sólo un diputado del PRI y una legisladora de Movimiento Ciudadano (ambos electos por la vía plurinominal) que podrían considerarse como opositores.

De ahí en fuera, tanto los integrantes del grupo parlamentario de Fuerza por Oaxaca, Partido del Trabajo, Partido Verde Ecologista de México y hasta el llamado Grupo Plural (integrado por los diputados Mauro Cruz Sánchez, la ex panista Antonia Natividad Díaz Jiménez y la ex priista Lizbeth Concha Ojeda) son, en términos reales, satélites al servicio de la aplanadora de Morena que, por sí solo, cuenta con los 28 votos necesarios para realizar reformas constitucionales en Oaxaca, de acuerdo con el artículo 141 de la Constitución del Estado.

En este escenario, la oposición se dice víctima de una redada para exterminarla. ¿Es esto realidad? Parece que, más bien, están viendo sin querer ver. Porque lamentablemente están intentando acusar al oficialismo de lo que ellos mismos han sido omisos en hacer. ¿Hacer qué? De entrada, identificarse con la ciudadanía en alguna causa de fondo. Tanto al priista Javier Casique, como a la ex panista García Morlán se les olvida que cuando unos y otros pertenecían a partidos mayoritarios, había una minoría —muchos de los que ahora militan en Morena y son parte del gobierno de Salomón Jara— que sabía identificarse con alguna causa y hacer presencia aún en la modestia de sus representaciones de aquel entonces.

Hoy en día, lamentablemente, las fuerzas minoritarias parecen no sólo arrinconadas por la mayoría aplastante que dispone a placer en el Poder Legislativo, sino sobre todo por su ausencia total del sentido de la ubicación ahora como fuerzas menores. Podrían ser dos o tres diputados en la Legislatura, pero tener una presencia consistente y gozar del respeto de un sector de la ciudadanía que pudiera sentirse identificados con ellos. No se duda que siga existiendo una militancia o simpatizantes del PRI en la entidad. Pero, ¿esos ciudadanos se sienten identificados por lo que representa Javier Casique Zárate en la Legislatura, o lo que representa Alejandro Moreno Cárdenas en la dirigencia nacional priista?

Algo similar ocurre con Alejandra García Morlán. No sólo ella, sino en general Movimiento Ciudadano perdieron en 2022 la enorme oportunidad de convertirse en la alternativa opositora. Tuvieron por primera vez un candidato presidencial que paradójicamente conectó perfecto con sectores de la población que tienen poco interés en la política —lo mejor de su campaña fue el jingle musical de su abanderado presidencial—; pero que eso no lo pudo capitalizar en una presencia política más consistente. Los resultados de MC a nivel país están a la vista. Y García Morlán se quedó justo en medio de esa enrarecida posición en la que ni ellos tienen claro qué causas o a qué sectores sociales representan.

Al final, queda claro que sin derroteros claros, sin el respeto de la ciudadanía y sin una posición más digna frente al ejercicio de la política, las fuerzas opositoras en realidad le han ahorrado el trabajo al oficialismo respecto a su propio exterminio. Se resisten a verse frente al espejo, porque perfectamente saben que tendrán frente a sus ojos el escenario de devastación que se siguen resistiendo a reconocer.