Alternancia y transición son conceptos que hoy en día escuchamos más a menudo, sin embargo, aunque son parte crucial de otro concepto llamado “democracia”, no cualquier ciudadana o ciudadano los comprende del todo, mucho menos dimensiona cuál es su relevancia para el ejercicio de la política en México o en Oaxaca.
El año 2000 fue la fecha en la cual Vicente Fox llegó a la Presidencia de la República, después de 70 años de gobiernos liderados por el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
La llegada de Fox se debió a diversos factores. Algunos de ellos fueron el incremento en el nivel de competencia de partidos opositores al PRI en estados del norte que iniciaron el contagio hacia estados del sur. Otro factor fue el aumento en la afluencia de votantes en los comicios federales, además de las crisis económicas y devaluaciones que iniciaron con Miguel de la Madrid y terminaron con Ernesto Zedillo. Uno trascendental –por desgracia- fue la peculiar forma de ser y decir las cosas –siendo novedoso en ese momento- del entonces candidato Vicente Fox. Sin embargo, una variable decisiva para que el Partido Acción Nacional (PAN) llegara a la Presidencia, fue la amplia percepción de desconfianza y supuestos fraudes electorales por los que las últimas dos elecciones presidenciales habían sido ganadas por el PRI; fue el caso en 1988 con Salinas de Gortari y en 1994 con Ernesto Zedillo.
Estas variables entonces fueron sucesos de la política mexicana que poco a poco abonaron para que esa llamada “alternancia” de partidos en el poder arrojara un hecho mayor: la pérdida de la Presidencia de la República para el PRI. En esencia, con Vicente Fox, no inició la alternancia, sino concluyó una primera etapa que venía empujándose desde los municipios hacia los estados con muchos años previos.
Para el caso oaxaqueño la alternancia es algo muy distinto y básicamente algo totalmente nuevo. El concepto empezó a utilizarse mayormente a partir del arribo de Gabino Cué a la gubernatura del Estado en el año 2010. Este hecho nos da un referente para entender que, a diferencia de la alternancia en la Presidencia de la República que se vio ampliamente influenciada por olas democratizadoras que iniciaron en los municipios, -Quiroga, Michoacán en 1947- y posteriormente en las entidades -Baja California Norte, 1989-, el proceso para que la alternancia en Oaxaca fuera una realidad tuvo una evolución sumamente tardía y que no inició a partir de olas democratizadoras al interior del Estado, sino de una influencia nacional. Podría afirmar incluso, que la influencia vino a partir del año 2000 con Fox.
Lo anterior no quiere decir que no existieran variables, además de las olas democratizadoras, que ayudaran a que Gabino Cué llegara a la gubernatura después de más de 70 años del PRI en el poder.
La alternancia en el poder o en el gobierno es pues más que un concepto, es un suceso político que nos indica que existen factores o variables que han influenciado la manera de votar del electorado para decidir darle la oportunidad a un partido o político(a) diferente a lo tradicional y que ha tenido cierta continuidad en el poder.
Ahora bien, la alternancia en el poder o en el gobierno, cuya expresión larga es la correcta y más entendible, es sólo un elemento de otro concepto del cual hemos escuchado ampliamente desde el año 2000: la transición.
La transición a diferencia de la alternancia en el poder o en el gobierno de un municipio, entidad o país, es un hecho político aún más grande, y se puede explicar de manera sencilla y concreta como un cambio en la forma de gobernar, en las prácticas, instituciones –reglas del juego- y en general en el sistema o régimen político, cuya orientación es más democrática que la forma de gobernar que ha sido desplazada.
En relación a lo anterior, la transición en México, el cambio de prácticas y manera de jugar, es un proceso que inició con las olas democratizadoras –incluidas las alternancias en los gobiernos- de los años ochenta y los noventa y se reforzó con la alternancia en la Presidencia de la República en el año 2000, pero que continúa en proceso y cuya consolidación es probable se dé después de las elecciones del año 2018 ó 2024.
Para el caso oaxaqueño, hablar de transición política sería ampliamente aventurado. Primero, porque la alternancia en los gobiernos municipales no ha sido clara; segundo, porque la alternancia en la cabeza del poder Ejecutivo sólo se ha dado una vez con la llegada de Cué; tercero, porque los diferentes indicadores sociales y económicos en Oaxaca no han variado mucho, siendo ello simple evidencia de que las formas instituciones y régimen político no ha cambiado en mucho.
Gabino Cué llegó generando amplias expectativas entre la población oaxaqueña. Sin embargo, su victoria no necesariamente se debió -como apuntamos inicialmente-, a que hubiera un empuje de variables importantes al interior del estado, mejor dicho, fue una mezcla de circunstancias y correctos cálculos electorales para que su coalición de la “paz y progreso” pudieran asegurarle el triunfo.
La hipótesis anterior tendría un argumento a favor si visualizamos el estado actual de las condiciones en que se encuentra Oaxaca. La pobreza no ha variado, las inversiones no han aumentado, como tampoco la producción. Por el contrario, variables negativas que permiten un déficit de gobernabilidad cada vez se acentúan más.
Es en ese escenario en el que llega como candidato electo Alejandro Murat por el PRI, tras la pasada elección a gobernador.
Murat, de acuerdo al PREP del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca, llega con una victoria de alrededor del 32 por ciento del padrón nominal, sin embargo, también llega con un poco más de 57 por ciento del electorado que votó por sus cuatro principales candidatos opositores, José Antonio Estefan Garfias, Salomón Jara y Benjamín Robles.
En un simple análisis, no se puede dudar que cualquier acción que vaya a ser realizada por Murat o cualquiera que hubiese ganado la pasada elección del 05 de junio tenga un amplio grado de aceptación entre la población oaxaqueña. Ello debido a la gran expectativa que dejó en el aire Gabino Cué, además de incrementar enormemente el endeudamiento del Estado, dejar inconclusas obras de infraestructura anunciadas como estratégicas y logrables reiteradamente y además haber decretado la desaparición del Instituto de Educación Pública de Oaxaca, factor que avivó la protesta social del sector magisterial y otras organizaciones con las que nunca pudo acordar o convenir en su sexenio.
En todo este marco es importante rescatar a la alternancia política. Diversos autores sobre el tema, como Linz, Huntington o Morlino, tienen puntos de coincidencia en señalar que la consolidación de la transición política se basa en reiteradas alternancias en el poder o gobierno, un elevado nivel de competitividad política (de partidos), la solución institucional de los conflictos y el apego a un marco jurídico aprobado y conocido por todos –esas reglas del juego-.
Es un hecho que Oaxaca no ha logrado clarificar las variables políticas y sociales que se requieren para iniciar el proceso de transición como se vino dando en el país desde los años 80, sin embargo, un factor interesante es que el partido que gobernó por más de 70 años la entidad este de regreso en el poder. A través de ese proceso de competencia política, la ciudadanía –por supuesto la interesada en el acontecer diario- podrá ir valorando esos cambios en las formas de hacer política, de gobernar, en las instituciones y en general en el régimen de poder, que son evidencia puntual para saber si se camina en el sentido de la transición política.
Es muy probable que con el nuevo gobierno que entrará en funciones en diciembre de este año, Oaxaca tenga una mayor apertura y relación más directa con la Federación, como no existió en los seis años de gobierno de Gabino Cué, no obstante, además de que esto tendría el riesgo de vivir una nueva alternancia en la Presidencia de la República en el año 2018, es sumamente importante tener presente que los proyectos económicos o de inversión para Oaxaca que pudieran gestionarse, no son necesariamente garantía de los cambios, que como ya hemos mencionado, exige la transición política en cualquier Estado.
Al final, no podemos dejar de mencionar que ese cambio de formas de gobernar y ejercer el poder, esa transición política, necesita obligadamente del impulso de otro factor crucial en cualquier democracia del siglo XXI: la sociedad civil. Es desde la sociedad civil organizada, -y lo afirmamos contundentemente- donde Oaxaca puede trazar una ruta más incluyente y más transparente hacia la transición política que requerimos.
*Politólogo y consultor
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Vía @Viral_Noticias