Oaxaca: el agua y el aceite: Sergio Arturo Vela

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“Justicia”, “Asesinos” y otros gritos nos recibieron a la llegada al Congreso del Estado de Oaxaca donde fuimos invitados a la toma de posesión del nuevo gobernador, Gabino Cué.   Bajándonos de unas vans que amablemente fueron enviadas para transportarnos del hotel al evento, iniciaron algunos de los cuatro minutos más tensos de mi vida.

Afuera del complejo del Congreso en una explanada, no pavimentada, de terracería, había cientos, quizá más de mil indígenas, vestidos con sus trajes típicos y maestros, incitadores, oradores, niños, niñas, con altavoces, exigiendo lo que nunca han tenido y muchos de nosotros lo damos por sentado: paz, techo, comodidades, trabajo, comida segura y obviamente, justicia.

Fueron apenas unos metros que recorrimos, resguardados por cientos de soldados, las miradas y el ambiente era tan tenso que parecía que ése frágil equilibrio se iba a romper en cualquier momento.  Aunque sin merecerlo, nos sentíamos odiados, quizá por lo que representábamos, amigos de ésa clase política que los ha usado cómo carne de cañón para sus sucios intereses. Seguramente ese rencor que se mezclaba con la arena del suelo que caminábamos era alimentado por la frustración de sentirse condenados en vida a la miseria, a la mala alimentación, a ver morir a sus hijos por no tener servicios médicos, por no tener ninguna posibilidad de progresar, porque que pasan los años y los años, y nacen, medio viven y mueren, sin nunca reír tal vez, éstos oaxaqueños acostumbrados a hacer manifestaciones, bloqueos y quejarse por todo, para conseguir una migaja y volver a su cuchitril hasta que reciban el nuevo llamado de líderes irresponsables, que también los usan.    No exagero con decir que sus condiciones de vida poco han cambiado desde la Colonia.

Y por otro lado, es normal, su tiempo vale oro, sí, para ésos que llegaron en avión particular y luego en helicóptero, ése que fue apedreado.  ¿Justifica la miseria la rabia de un maestro que no le alcanza para vestirse?  La respuesta la tiene cada quién.  Yo no juzgo pero si comprendo sus motivaciones… generaciones y generaciones sumidas en la pobreza y hablo de una pobreza que haría infeliz a cualquiera que lea esto.  No se vale.  No tiene sentido hacer un alarde ofensivo ante ésta gente noble.

Y ahí estábamos, con el glamur de los secretarios de estado, gobernadores, generales, militares, grandes empresarios escuchando un discurso sincero del nuevo gobernador que promete reconciliación,  prioridad a la política social, no más injusticias, no al uso de la fuerza pública para callar demandas sociales y dialogo a ésa gente oaxaqueña de mirada franca, decepcionada, pero todavía con esperanza en el nuevo gobierno.

Y ahí estábamos, la dizque gente bien, algunos con trajes de miles de dólares, con Rolex y Cartiers, con perfumes caros, las señoras encopetadas y con peinados de salón, pero, claro, con  una valla que delimitaba donde estaban los miserables, ésos que nunca se callaron, ésos que merecen, pero que nunca han tenido, un futuro mejor, ahí estábamos, juntos, pero separados, cómo el agua y el aceite.