Preocupado porque la fama pública negativa de José Murat Casab ya contaminó su campaña, el candidato priísta a gobernador oaxaqueño Alejandro Murat acaba de reconocer que las corruptelas de su padre van a ser castigadas con el exilio sexenal.
La frase de Murat Jr., en entrevista en Milenio, no tiene desperdicio: “mientras yo esté aquí, mi papá no pisará el estado”. Y la dijo ante las evidencias en medios de que en Oaxaca no se dirime una apretada elección de gobernador, sino la reelección del exgobernador José Murat Casab en la figura de su hijo como el Juanito local.
El problema, sin embargo, sigue latente: hay evidencias más que concretas en el sentido de que el exgobernador Murat Casab sigue operando la campaña de su hijo por teléfono, que los principales funcionarios del gobierno de Murat 1998-2006 forman parte del equipo que administrará el gobierno estatal de su hijo y que todos los delegados federales en el estado fueron colocados y responden a los intereses de Murat papá.
La frase de Murat Jr. no es nada más un compromiso hacia delante, sino el reconocimiento de las denuncias de corrupción contra la gestión de gobernador de su padre que fueron avaladas por la Auditoría Superior de la Federación. Al comprometerse a exiliar a su padre del estado durante los próximos seis años, Murat Jr. no hizo sino reconocer que la fama pública negativa de su padre le está quitando votos.
No se explica de otra manera que el candidato haya hecho un compromiso sorprendente –para decir lo menos– para quitar a su padre de la línea de fuego, aunque los oaxaqueños esperan tres compromisos adicionales: primero, que ningún funcionario de la administración gubernamental de José Murat Casab tendrá cargo alguno en su gobierno.
Segundo, exiliar también a todos los operadores que trabajaron con su padre. Y tercero, bloquear todos los números telefónicos que lo conectan con su padre, porque el estilo obsesivo de José Murat Casab lo lleva a regañar ostentosamente por teléfono a su hijo sin preocuparse que personas ajenas a la campaña se percatan de ello.
Así que Murat Jr. abrió la caja de Pandora del sexenio de su padre porque nadie se compromete a exiliar al progenitor de asuntos públicos si no hubiera datos populares de la herencia de corrupción del sexenio muratista 1998-2006.
El compromiso de Alejandro Juanito Murat de impedir que su padre pise el estado durante seis años no sería nuevo. De hecho, el exgobernador Murat Casab operó la nominación de la candidatura de su hijo justamente con el compromiso ante el presidente de la República de que no pisaría el estado, aunque nada dijo de seguir manejando la campaña por teléfono y a través de los funcionarios de su gobierno estatal incrustados en toda la estructura del PRI oaxaqueño.
En el proceso de nominación, la parte más polémica no fue el hecho de que Alejandro Juanito Murat hubiera falsificado actas de nacimiento porque es mexiquense, sino que esa candidatura en realidad fuera la reelección de José Murat Casab como gobernador. Esta percepción se consolidó con la colocación de piezas de Murat Casab en la estructura del PRI estatal y de la campaña como para adelantar el modelo de la reelección.
En este sentido, la declaración de Juanito Murat sobre el exilio de su padre sólo confirmó que la negra historia de José Murat Casab es cierta.
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Política para dummies: El buen político no es el que roba dinero sino el que sabe usarlo.
Sólo para sus ojos:
· El modelo de guerra sucia que realizó el PRI nacional en la elección de gobernador de Sonora lo ha aplicado en las doce plazas en disputa. Solo que se trata de un ventilador de lodo que mancha aún a los priístas. Y parece que los electores tendrán que votar por el menos corrupto.
· Pasan los días y el rector de la UNAM, Enrique Graue, sigue sin atender la demanda de la comunidad para rescatar el auditorio Che Guevara. Y de paso, nada hace para combatir las bandas criminales, el narcotráfico y la extorsión en Ciudad Universitaria.
· El arroz de las candidaturas estadunidenses ya se coció: la batalla será Trump-Hillary, un empresario racista y una burócrata del poder a toda costa. Los análisis de las posibilidades no se deben hacer desde la perspectiva de que Trump debe perder, sino que hay que atender otra vez a la mayoría silenciosa que encumbró a Nixon, Reagan y los dos Bush.
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