La semana pasada, la Sección 22 del SNTE tenía trazada una estrategia política rumbo al 2018, cuyo arranque se encontraba justamente en la visita del presidente Enrique Peña Nieto a nuestra entidad, para inaugurar las obras del Centro Cultural y de Convenciones de Oaxaca (CCCO). El plan magisterial consistía en generar el caos de aquel aciago jueves, y continuarlo de manera intermitente hasta llegar a finales de año —exacerbando temas como el de la “represión” ocurrida durante la visita presidencial—, cuando se supone que se definirán las candidaturas presidenciales. El terremoto de ese mismo día, cambió todas las variables de dicha estrategia, y ahora se verá hasta dónde llega la mezquindad de esos factores que ahora están trenzados en la tragedia que ocurre en el Istmo de Tehuantepec.
En efecto, el jueves pasado era un día crucial en la ruta política rumbo a 2018 en Oaxaca. La Sección 22 tenía establecido —en la lógica normal, que no consideraba la contingencia por el sismo— que ese sería el punto de arranque de la estrategia política de largo aliento que terminaría en la elección presidencial del año siguiente. La presencia en Oaxaca del Presidente representaba una afrenta para el magisterio democrático, porque el primero representa la reforma educativa, que rechazan los segundos.
Al tener la 22 entre sus victorias, que no hubiera ocurrido una visita presidencial a la capital Oaxaca durante más de seis años, el solo anuncio de la visita para la inauguración del CCCO constituía una afrenta que la 22 no sólo debía combatir, sino además tratar de capitalizar política y electoralmente. Esa fue la razón por la que el magisterio decidió emprender diversas acciones de resistencia, que incluían un despliegue importante de grupos de choque dispuestos a enfrentarse con las fuerzas de seguridad.
Del lado del Estado —el Estado Mayor Presidencial, que tomó el control de la seguridad, y que se respaldó en las fuerzas de seguridad pública estatales— hubo una visión egoísta de la visita presidencial, ya que no fueron capaces de prever no sólo que no estuviera en riesgo la integridad del Jefe del Poder Ejecutivo Federal y la comitiva que lo acompañara —cuestión que falló parcialmente, por el incidente del cohetón que impactó en una de las aeronaves federales que transportaba a reporteros de la fuente presidencial—, sino también que no ocurrieran incidentes que trastocaran el orden de la ciudad.
Esto último no fue previsto, y fue tomado como una oportunidad para los grupos magisteriales de choque que, más allá del perímetro protegido para la visita presidencial, hicieron lo que quisieron. Se fueron a enfrentar con el primer círculo protegido por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado, pero también lograron mantener diversos bloqueos en las calles aledañas al CCCO, e incluso incendiaron dos unidades de motor que tomaron mientras realizaban sus protestas.
Esos hechos —algunos descalabrados durante la refriega con las fuerzas estatales, y las unidades incendiadas— eran elementos suficientes para desplegar sus primeras estrategias de denuncia. Esa misma tarde, cuando el Presidente ya había volado de regreso a la Ciudad de México, la 22 inició las denuncias relacionadas con la represión y con el repudio del llamado “pueblo de Oaxaca” al Presidente que traía como una de sus principales banderas de gobierno, la reforma educativa.
EL TERREMOTO Y EL CAMBIO DE ESTRATEGIA
El terremoto que ocurrió esa misma noche, cambió toda la estrategia política que se había trazado la 22. A las 23.49 de la noche ocurrió un sismo de 8.2 en la escala de Richter que devastó la región del Istmo de Tehuantepec. Esto provocó la movilización inmediata de las autoridades estatales, y al día siguiente el propio Presidente de la República visitó la zona del desastre.
En medio de eso, muchos no dejaban de preguntarse dónde estaba la Sección 22. Para ese caso, el magisterio demostró no tener o el suficiente interés, o la suficiente capacidad de organización y movilización para solidarizarse y actuar a favor de los damnificados. Aunque con lentitud y desorganización, la ayuda gubernamental estatal y federal comenzó a fluir desde las primeras horas de la tragedia. Y, sin embargo, la 22 más bien quedó atrapada en un abrupto cambio de coordenadas que los ponía en una situación —política— por demás complicada.
La razón era obvia: el viernes 8 el Presidente estuvo nuevamente en Oaxaca. Estuvo en uno de los principales epicentros de la resistencia magisterial. Lo hizo acompañado de la mitad del gabinete federal. Y todo ocurrió no en un escenario controlado, sino en un espacio de contacto directo con los damnificados de varias zonas de la Ciudad de Juchitán de Zaragoza. ¿Dónde estuvo la 22? No apareció. Y no lo hizo no sólo por desorganización, sino también porque una protesta en esas condiciones sería vista como un profundo acto de oportunismo e insensibilidad, frente a la dimensión de esta tragedia.
Esa ausencia en medio de la crisis, ayer tuvo un segundo episodio. Igual, como parte de la crisis derivada del terremoto, por la mañana aterrizó el titular de la SEP, Aurelio Nuño. Acompañado del gobernador Alejandro Murat, recorrió varias escuelas de la región que sufrieron daños de consideración por la contingencia, y anunció que con la demolición de la que había sido una primaria, iniciaba el proceso de reconstrucción no sólo de las instalaciones educativas, sino de todos los inmuebles destruidos, y aprovechó para hablar de que esto era parte de los esquemas de la reforma educativa.
Igual que en la visita presidencial, nadie increpó al Secretario de Educación Pública. Nadie lo hizo porque, igual que en la anterior ocasión, esto sería visto como un acto de oportunismo y rapiña política, en medio de la tempestad social que provocó el sismo. Fue así, además como una consecuencia poco observada, pero directa, del desmoronamiento de la estrategia de la 22, que estaba enfocada justamente a impedir que Oaxaca volviera a ser escenario de una visita federal, principalmente del Presidente de la República —como emblema del poder al que repudian—, y mucho más del Titular de la SEP, al que repudian por ser el estandarte de la reforma educativa.
Para nadie es un secreto que todos los movimientos, todos, son parte de los estertores de 2018. El terremoto puso a Oaxaca en el candil político, y a partir de esto la presencia presidencial y de funcionarios federales será permanente. Casi vivirán en Oaxaca durante varios meses. En medio de todo eso, habrá que preguntarse cuál será la estrategia de reorganización política del magisterio, que indudablemente hará cualquier cosa por reorientar sus esfuerzos, quién sabe si frente a la tragedia, pero sí con toda seguridad rumbo a 2018.
@ortizromeroc