“¡Nunca una traición!” || Joel Hernández Santiago

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En todo el país mexicano hay inquietud social. Hay un ambiente –digamos- enrarecido. Hay preocupación por razones de índole diversa que afectan la vida cotidiana de la población en toda la República. En muchos casos surge, ya, el enojo extremo.

 

Y mientras esto ocurre y hay a la vista problemas de enorme importancia que merecen la atención nacional, la televisora comercial se empeña en distraer a la población con una campaña furiosa so pretexto de los escándalos que ocurren en su ‘Casa de Famosos’. Porque eso es: Un distractor para mirar hacia otro lado y dejar hacer y dejar pasar lo esencial.

 

Uno de esos temas de enorme trascendencia hoy es el de la Reforma Judicial. Es la gota que derrama el vaso. Y aunque no se quiera ver, sí mantiene preocupada a gran parte de la población nacional.

 

Esto es así porque ya no es un asunto que sólo tenga que ver con lo político o la lucha de poderes:

 

Es un tema que tiene que ver con la administración de la justicia en el día a día de todos; y lo es también porque nada tranquiliza más a la población de un país que sentirse protegido y defendido de lo injusto por una institución sólida, proba e independiente. Y todavía más: Por encima de todo esto, está lo que tiene que ver con la preservación de la República.

 

El pueblo bueno toma conciencia en cuanto le tocan lo propio, lo suyo, lo tiene que ver con su estabilidad social y tranquilidad jurídica. Son aquellos temas que considera que tiene que atender para defenderse a sí y a su familia y su trabajo y su entorno.

 

A raíz de la aprobación, o no, de la Reforma Jurídica, gran parte de ese pueblo bueno ha comenzado a salir a las calles para oponerse a la decisión tomada desde Palacio Nacional.

 

Aun muchos de aquellos más de treinta millones que votaron por la candidata de Morena, et. al., a quienes no se consultó este tipo de decisiones graves, aun muchísimos de ellos están en oposición a esta Reforma. No es un asunto de fanatismo. Es un asunto de hondura y futuro nacional.

 

La Cámara de Diputados aprobó, a trompicones, la Reforma López Obrador para anular la separación de poderes y la independencia de cada uno de ellos. No es de hoy, pero sí se nos dijo que todo sería diferente durante el régimen 4-T.

 

Hoy, como entonces, el Ejecutivo devoró al Poder Legislativo y quiere al Poder Judicial para unificar en uno sólo todo el poder ¿para qué? Cierto lo dicho por los clásicos: todo el poder envenena.

 

Y, lo dicho, por estos días está en juego lo que será el país. Sin división de poderes, sin su autonomía, sin factores de equilibrio no existe República. Se le podrá denominar como tal, pero en lo esencial y en su espíritu de origen y destino prácticamente habrá concluido.

 

La iniciativa para reformar al Poder Judicial no nació luego de un serio y riguroso análisis del estado que guarda la administración de justicia en México. No nació por amor a México o a los mexicanos.

 

No nació de una intención por corregir sus deficiencias. No nació porque se quiera una institución de Justicia independiente y autónoma fortalecida, al mismo tiempo que segura y proba, con calidad y eficiencia: ‘justicia pronta y expedita’. No. La intención presidencial no se queda ahí.

 

Cierto: El largo y sinuoso camino de la justicia se encuentra con aberraciones en el camino: algunos jueces venales; ministerios públicos de igual catadura y procedimientos tortuosos que dilatan sin piedad alguna por la inocencia de muchos, es cierto.

 

Pero estas deficiencias merecen una revisión de fondo y una corrección inmediata y una reingeniería jurídica. Corresponde a la justicia hacer justicia en su propia casa.

 

Pero estos fenómenos de venalidad y corrupción existen lo mismo en la administración pública dependiente del Poder Ejecutivo, y nadie intenta desaparecerlo por ello; así como también ocurre en el Legislativo con congresistas que no merecen ser representantes de los ciudadanos o de los estados de la República y tampoco se intenta desaparecer al Legislativo.

 

Si es aberración que se quiera desaparecer esa división de poderes para colocar ahí, desde el Ejecutivo, a gente incapaz y dispuestos a la traición, sin formación suficiente para administrar la ley; sin ética, sin capacidad y criterio jurídico bien sustentado y con conocimiento de la Constitución y sus leyes, será gente mucho peor que la que ahora comete el pecado de la venalidad y corrupción.

 

Lo que el Ejecutivo quiere ahí es un poder sometido a sus designios, con gente, sometida a sus designios, de la que ya hay ahí, enviados para ser caballos de Troya.

 

La Reforma Jurídica nació de una indignación presidencial porque no se aprobaban iniciativas que enviaba al Congreso pero que puestas en manos de la Suprema Corte de Justicia se encontró que eran inconstitucionales; que violaban la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicano.

 

La República está en vilo. El futuro del país lo está también. Queda sólo una cosa: la participación democrática de los mexicanos en defensa de su República. ¿Un sueño guajiro?

 

Lo fue cuando inició en 1810 la lucha por la independencia mexicana; lo fue cuando se construyó la República. Lo fue cuando se restauró la República y se fortaleció el país de leyes, durante el gobierno de Juárez… Y lo es hoy, cuando tenemos las entendederas bien puestas. O como dijera Cándido Aguilar, aquel revolucionario veracruzano: “¡Nunca una traición!”.