Sin duda, como nunca el primer debate entre los candidatos presidenciales causó enorme expectación. El formato del mismo contribuyó a satisfacer en buena medida las expectativas de un público nacional cada vez mas critico, informado y renuente a aceptar “hechos consumados”. Como ya lo comentamos, el desempeño de los moderadores fue relevante, destacando la inteligencia de Azucena Uresti.
Como suele suceder, todos se declararon “ganadores”, cada uno argumentó en su favor haber sido consistentes, propositivos, inteligentes, o evitado que los que “le echaron montón” impidieran su “victoria”, aunque está fuere pírrica y contra la “Mafia del Poder”. Concluido el encuentro, de inmediato iniciaron las “mesas de análisis” en los principales medios televisivos, en las que “representantes” de cada uno de los candidatos hicieron malabares para ponderar “las ventajas comparativas” que los hicieron imponerse; y sobre todo hacer “malabares” discursivos para justificar las pifias y galimatías cometidas.
Luego, al día siguiente vino la necia realidad y en los siguientes se ha venido consolidando una percepción generalizada de que los números en las encuestas no se movieron, o se “movieron” poquito, sin impactar de forma relevante en las tendencias que ya se conocen. Al mismo tiempo se ha consolidado una visión sobre la candidata y los candidatos.
Margarita Zavala fue a defender la actuación de Felipe Calderón, que de esta forma hace evidente su intención reeleccionista; de igual forma mostró su rostro autoritario y de derecha confesional e incluso un tanto estridente; el llamado “Bronco” propuso convertir al Estado en el “mochamanos”; derivado de está “singular” propuesta, que incluso prometió elevarla a rango legislativo, se desato una tendencia en redes sociales a proponer, aplicar el mismo “castigo” a los “infieles en el amor”,
usureros y demás especies pecadoras. Meade, si bien se vio informado y documentado, no emociona; Anaya tiene el problema que aunque diserta con argumentos y solvencia discursiva no genera confianza y Andrés Manuel fue a lo suyo, a jugar con el marcador, para él, el empate fue bueno.
Pero como el pasado es pasado y la dinámica de las campañas se impone; esta semana del treinta de abril al seis de mayo es otra cosa. Ricardo Anaya, al contrario de consolidar la percepción de una victoria en ese primer debate, ha tenido una racha categóricamente negativa, la cual comenzó con sus descalificaciones contra el portal Animal Político, por el ejercicio periodístico que realizaron la noche del debate en materia de verificación de las argumentaciones de los candidatos, el cual arrojó que el candidato del Frente, fue quien más mentiras o verdades a medias pronunció.
Posteriormente, el diario europeo “El Español” reveló que el candidato forma parte de una investigación por lavado de dinero que está llevando a cabo el gobierno de España, ante lo cual el no ha logrado articular una respuesta más allá de evasivas y lugares comunes. A esto se suma el anuncio del gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, sobre su renuncia a seguirlo apoyando para llamar a votar por José Antonio Meade, hecho que refrenda la impresión de inestabilidad de la coalición de partidos que representa el Frente. Finalmente, su anuncio el fin de semana en el sentido de que está dispuesto a buscar el apoyo del Presidente Peña Nieto para frenar la victoria de López Obrador lo revela ante su potencial electorado como –por lo menos- inconsistente, al contradecir su postura de hace unas semanas de no solapar los negocios sucios de la actual administración federal. En palabras del académico José Merino: “La principal debilidad de Anaya es que no sabemos quién es, qué defiende o cuál es su batalla política”.
López Obrador, en los últimos días ha recurrido a lo que mejor –si no es lo único- que sabe hacer muy bien, dominar las Plazas Públicas para darle un respiro –o la vuelta- a la impresión de un mediano –por no decir pobre- desempeño en el debate. Su visita al Tecnológico de Monterrey, en la cual pudo argumentar ante los estudiantes una defensa más articulada sobre su propuesta de amnistía, pasada la tormenta parece haber insertado en la opinión publica una discusión objetiva sobre el tema. Ello no impide que siga siendo objeto de memes y parodia en las redes sociales.
En lo que respecta a José Antonio Meade, la situación se percibe complicada. El encuentro con la CTM que “liderea” un longevo discípulo de Fidel Velázquez, Carlos Aceves del Olmo que se comprometió a “empujarlo” reveló que ni el “viejo PRI” está comprometido con él. Por otra parte, el voto en contra de la bancada del PRI En el Senado de la República con respecto a la eliminación del fuero, dejó en mala posición al candidato de su partido, quien ya se había adjudicado como propia la autoría de la eliminación de la figura jurídica, desplegando una estrategia de comunicación con el slogan “Seré el primer Presidente sin fuero”.
En conclusión.
Mayo inicia con marcadas tendencias en lo que a la elección presidencial corresponde. Sin embargo, la batalla por el Senado y San Lázaro es intensa y no tiene ni muestra tendencias definidas, lo que hace prever la posibilidad de un voto dividido; que de concretarse dará –gane quien gane la presidencia- un aire de autentica democracia al proceso; legitimándolo, pero sobre todo estableciendo un necesario contrapeso al Poder Ejecutivo.
Las peores experiencias y noticias en un sistema político presidencialista, son aquellas en que un solo partido domina ambos poderes. Para muestra ahí está Venezuela y más recientemente
Nicaragua. Nunca más en nuestro país debemos permitir una presidencia imperial. Provenga, de la derecha, el centro o la izquierda.
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?