Segunda parte
La Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas expresa, en su Artículo 23, que toda persona tiene derecho al trabajo, a la protección contra el desempleo y a una remuneración equitativa y satisfactoria. Asimismo, en su Artículo 25 establece que toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado… y en especial la alimentación…, entre otras precisiones para garantizar las prerrogativas económicas, sociales y políticas de la humanidad.
Frente a la anterior manifestación Constitucional insuficiente de México sobre el derecho a la alimentación, en abril del 2011 el Congreso Federal aprobó una enmienda a nuestra Carta Magna para establecer, con absoluta claridad, ese derecho universal para todo mexicano. Así, en el Artículo 4º se subraya que “toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad. El Estado lo garantizará.” Agregando en el Artículo 27, Fracción XX, que el “desarrollo rural integral y sustentable…también tendrá entre sus fines que el Estado garantice el abasto suficiente y oportuno de los alimentos básicos que la ley establezca.”
En la Ley de Desarrollo Rural Sustentable los legisladores definieron, en el Artículo Tercero, el concepto de Soberanía Alimentaría como “La libre determinación del país en materia de producción, abasto y acceso a los alimentos a toda la población, basada fundamentalmente en la producción nacional.”
Son distintas las convenciones internacionales que enfatizan sobre el derecho al trabajo y a la alimentación. Por ello, México debe innovar activamente y pronto para lograr la meta fijada en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, relativa a la reducción del hambre en un cincuenta por ciento su población para el 2015. Sólo un dato del INEGI para aclarar la magnitud del atraso y el reto: más de la mitad de la niñez rural está desnutrida y México no goza de soberanía alimentaria, habida cuenta que una cifra superior al 50% de los alimentos que consumimos vienen del extranjero.
Estos conceptos, definiciones, acuerdos o preceptos plasmados en nuestras leyes, representan una ordenanza que apremia a la reflexión inmediata en torno a lo que ha sido, es y deberá ser la agricultura nacional. Ello con mayor agudeza a partir del Tratado de Libre Comercio, suscrito sin anuencia popular en 1994. Por esto es de fundamental importancia que se plasme en nuestras leyes el derecho a la alimentación y el trabajo. Pero esto no es suficiente. No hay empleo por decreto. No se acaba la desnutrición y el hambre por la intención escrita –hecha ley- de gobernantes o legisladores, que a veces no es del todo legitima ni sentida.
Es la voluntad política traducida en estrategias contundentes, con recursos suficientes y claridad de acciones, programas y proyectos acompañados de transparencia, seriedad y organización institucional -definitivamente no vista hasta hoy-, pero sobre todo las definiciones derivadas del intercambio y experiencia de los hombres del campo, los campesinos y productores que sólo han sido bandera de discursos desgastados, utilizados antes, ahora, siempre, y cuya indolencia, sinrazón o incapacidad gubernamental, los ha llevado a una pobreza aterradora.
Hoy por hoy, la expansión de la producción agropecuaria orientada a la generación de empleos y alimentos básicos de consumo interno debe ser una prioridad sin vacilaciones. El impulso a la producción de cultivos básicos constituye una auténtica exigencia para la seguridad nacional. Por eso compartimos el Proyecto Alternativo de Nación y en él el Nuevo Plan de Ayala, sin divagar en si llamaremos soberanía alimentaría o autosuficiencia alimentaría o seguridad alimentaría a la inaplazable necesidad de producir lo que los mexicanos comemos, privilegiando los granos básico, entre ellos el maíz. No importarlo ni especular con éste, sino producirlo en nuestros campos, incluso para dinamizar otros sectores.
Generalmente las cifras o las estadísticas excesivas desaniman la incursión al fondo de los problemas. En este caso, considero que debemos hacer un esfuerzo por revisarlas, ya que sólo así, y sólo así, entenderemos que los mexicanos tenemos que hacer un vigoroso esfuerzo -por seguridad nacional-, para garantizar nuestra alimentación. Pasemos a los dato.
PRODUCCIÓN MUNDIAL DE MAÍZ:
En el periodo 1960 – 1964, los EUA cosecharon 94.6 Millones de Toneladas (MT) de maíz en promedio anual en 24.2 Millones de Hectáreas (MH), con un rendimiento de 3.9 ton. por ha. En 1990–1994 la producción se eleva a 198.5 MT, aumentando escasamente la superficie a 27.4 MH, pero logrando una adición elevada en los rendimientos, al alcanzar 7.2 ton. por ha. En el periodo 2004 – 2006 EUA registró cosechas sin precedentes al promediar 282.9 MT en una superficie de 29.3 MT y rendimientos de 9.6 ton. por ha.
Esta producción creciente de los EUA no es, sin embargo, una fortaleza consistente. Por ejemplo, en 1996 la producción de maíz se redujo drásticamente de 255 Millones de Toneladas (MT) en el ciclo previo, a 188 MT, disminuyendo sus reservas a 11.4 MT. En 2004 dicho país tuvo una cosecha record de aproximadamente 300 MT, para disminuir en 2006 a 267.6 MT, con un incremento del consumo de 240.3 a 243.5 MT por destinar más grano a la elaboración de etanol, lo cual redujo sus reservas de maíz a un nivel mínimo de 19.2 MT, las más baja desde 1996.
De 772 Millones de Toneladas estimadas como producción mundial de maíz en el 2008, 43% correspondió a Estados Unidos, 18.8% a China, 6.9% Brasil, 6.2% a la Unión Europea y sólo 2.9% a México. Por su parte, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) prevé que la producción mundial de maíz 2011/12 será de 858,98 Millones de Toneladas, 30 Millones de Toneladas superior a lo cosechado en la campaña 2010/11.
De esas 859 Millones de Toneladas (MT) en 2011/2012, la producción de los EUA será de 312,68 MT, la de China de 184,5 MT, la Unión Europea (con 27 Estados) 62,85 MT, Brasil 61,0 MT, Argentina 29,0, la India 21,0 MT, Ucrania 21,0 MT y México 20,5 Millones de Toneladas. La diferencia corresponde a otros países.
PRODUCCIÓN NACIONAL DE MAÍZ:
Por su parte, la producción de maíz en México durante el periodo 1960-1964 fue de 5.8 MT en promedio; durante la década 1990-1999 la cosecha nacional anual promedio fue de 17.2 MT; y, en el periodo 2000-2008 el promedio de producción por año fue 21 Millones de Toneladas. Estos datos revelan que otros países amplían su capacidad de producir alimentos, en tanto el nuestro avanza sólo marginalmente en ese objetivo, ya que tenemos rendimientos que apenas pasaron de 1.89 en 1981 a 2.86 toneladas por hectárea en 2006, básicamente por la alta productividad del cultivo en Sinaloa, que alcanza 5.2 toneladas por hectárea.
NUESTRO CONSUMO:
Aproximadamente el 85.0 % de la producción nacional de maíz es blanco, de excelente calidad a nivel mundial y de uso preferente para el consumo humano. Anualmente, nuestra alimentación demanda entre 12.0 y 15.0 Millones de Toneladas, lo cual aparenta una situación de autosuficiencia interna si consideramos una producción nacional promedio de 21.0 MT. Además de eso, ocupamos entre 12.0 y 14.0 MT para el sector pecuario e industrial, que utiliza cerca de 7.0 MT de nuestras cosechas para estos fines, resultando un déficit de 5.0 a 6.0 MT, que necesariamente importamos de los Estados Unidos.
En la próxima entrega intentaremos ubicar la delicadeza del déficit y los altos volúmenes del maíz importado, así como una propuesta derivada de los planteamientos del sector social y privado para alcanzar una producción sostenida y suficiente para el consumo humano, pecuario e industrial, además de su repercusión en la generación de empleo.
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@ancarnaco