Tercera y última parte
Se repitió la sequía que acaba con la esperanza de levantar una cosecha que nos alimente, que impide tener el maíz y el frijol para nuestros hijos. Son las palabras reiteradas en aquellas regiones donde el estiaje se prolongó y se ensañó severamente con los pueblos y las familias que dependen “del milagro” de la lluvia para alimentarse. Ni nuestros granos básicos ni animales ni hortalizas para el taco diario, dicen desconsolados los campesinos de zonas que ahora son más áridas que antes. Por falta de lluvias Zacatecas dejó de producir frijol, pese a que históricamente fue nuestro fuerte, se lamentan y reiteran.
A nosotros nos afectó la helada, cosa que antes no pasaba, o era muy rara. De acá sacábamos granos y otros productos hasta “pa” vender, teníamos ingresos extras a la comida. Le tenemos que pegar a nuestros ahorritos, pero hay gente que de plano se quedó en ceros, y no tiene nada. No sabemos por qué a Sinaloa, por qué a estas comunidades… Y es que la helada fue descomunal, al grado de perder cinco millones de toneladas de maíz en 2011 y trastornar al Secretario de la SAGARPA, que se ha convertido en agente de ventas de las grandes empresas para especular con los alimentos e impulsar la siembre de maíces transgénicos en México. E insiste la gente, no sabemos por qué a Sinaloa, por qué a nosotros…
Algunos productores y comisariados ejidales si lo saben. O lo intuyen. Están concientes que la especie humana –nosotros dicen-, le hemos hecho mucho daño a la naturaleza. Pero saben además que la gran industria aquí, y allende las fronteras, en los países que ven en la ganancia su única razón para dominar al mundo, un continente o una región conquistada por la fuerza antes, o sometida mediante tratados “modernos” ahora, están agotando o contaminando los recursos que regeneran la vida. Y es cierto, muchas generaciones en el desarrollo de la humanidad fueron y somos aún responsables del calentamiento global. Sin embargo, la voracidad por la acumulación de capital de la industria pesada y sus acaudalados personajes es mucho más destructora que el hombre y los consecuentes fenómenos naturales catastróficos que esa acumulación ocasiona.
Sequía, heladas, calentamiento o cambio climático tienen también –o sobre todo-, su origen en la irresponsabilidad de los gobiernos. Tanto de aquellos que dejaron al libre albedrío de los ricos la suerte del universo, que al fin y al cabo lo importante era dominar a las naciones emergentes, subdesarrolladas o de plano dependientes, sin reparar en los daños sociales colaterales, como de la incapacidad o complicidad de las autoridades de los países subordinados, por ejemplo México.
Sí, y es que en el pasado (más de ochenta años) las adminstraciones del país, primero, imaginaron lo milenario pero no lo finito de los recursos naturales, y, luego (en esas ocho décadas), se incurrió en omisiones imperdonables, en irresponsabilidad extrema y en corruptelas vergonzantes que fueron degradando poco a poco la abundante riqueza originaria de nuestro entorno. De los dos sexenios recientes ni que decir. Sólo hubo demagogia. Jamás les cuadro el circulo pese a los posicionamientos huecos en foros internacionales que se han propuesto, tardíamente, prevenir el colapso.
Antes y ahora destinaron migajas a la conservación y rescate de suelos. Siempre se han autorizado miserables montos para prevenir o combatir incendios. Peor aún, e incalificables, fueron los negocios y la corrupción que degradó y sigue sobreexplotando los bosques de México. Comunidades forestales enteras, ante su miseria, han sido o son objeto del abuso de talamontes depredadores del recurso que oxigena al mundo. Sin embargo, no es tarde aún para seguir el ejemplo de comunidades indígenas como Ixtlán de Juárez, Oaxaca, o San Juan Nuevo Parangaricutiro, Michoacán, entre otros, que han puesto en alto en el cosmos el nombre de sus pueblos por las avanzadas prácticas para el aprovechamiento forestal integral y la recreación del recurso.
Los equívocos de los gobiernos del PRI y el PAN o la creencia en modelos económicos “salvadores”, resultado del “ingenioso establishment” o de imposiciones de los organismos financieros que dominan el orbe, nos han llevado y traído de las barreras arancelarias a la apertura indiscriminada, de la petrolización a la falacia de la sustitución de importaciones o a la liberalización casi total de los mercados y a tratados desiguales para México como el TLC. El expediente fácil de la importación de granos u otros alimentos, disque en aras de ventajas comparativas o competitivas, además de la especulación, han desmantelado y empobrecido al campo mexicano.
Acaso creímos que Alianza para el Campo o PROCAMPO nos iba a conducir a la autosuficiencia alimentaria o de básicos? En algún momento se tomaron las medidas necesarias para que BANRURAL o Financiera Rural no cayeran en simulaciones, corruptelas, en cartera vencida o en burocratismos? De casualidad nos hemos resistido a la vorágine arrolladora de la tecnocracia que acaba con la organización social, la capacitación y la asistencia técnica para fortalecer a los hombres del campo? Para nada. Sólo hubo o hay excepciones. En general, programas e instituciones promovieron y siguen auspiciando el botín y las clientelas. Salvo algunas que anteponen sus principios y su sólida independencia, las organizaciones campesinas fueron sometidas al corporativismo y ahora son o fueron presa del favor oficial, a cambio de votos.
Pese a estas vicisitudes, y aquellas que se nos escapan, el campesinado nacional es una fortaleza, es un potencial productivo regional como el de Zacatecas o recientemente Sinaloa, cuyos efectos de sequías o heladas recientes no les arredran. El bajío mexicano, Chiapas, el Sur Sureste o Edomex son entidades que bien apoyadas producen el abasto que México necesita. Sólo hace o hizo falta determinación gubernamental, paquetes tecnológicos integrales, concurrencia institucional comprometida, financiamiento sin vacilación y accesible, e incluso recursos fiscales a fondo perdido en algunas zonas, con asesoría y asistencia técnica incorruptibles. Pero esto, sin duda, sólo es posible con un Proyecto Alternativo de Nación.
Hace algunos años, en 1995-1996 para ser precisos, los Consejos Comunitarios de Abasto de Oaxaca y la SEDESOL que dirigió Carlos Rojas Gutiérrez, tuvieron la acertada iniciativa de impulsar un Programa de Maíz de Alto Rendimiento, al que convocaron absolutamente a todas las instancias u organismos que tuvieran que ver con el agro y la producción de básicos, es decir, a las instituciones que supusimos garantes de la organización, la capacitación, la asistencia técnica, las tecnologías, la investigación, la mecanización, la semilla, el financiamiento, los fondos fiscales, el aseguramiento, el almacenaje y la comercialización.
Fue un reto pero se ubicaron las áreas productoras de buen temporal, las de mediana humedad y las de riego. El programa generó miles de empleos pero sobre todo tendió al incremento de la producción del grano y a mejores rendimientos por hectárea. Los productores tenían como propósito subsanar el déficit local de maíz, que en esas fechas ascendía casi a 200 mil toneladas en el estado. Los campesinos, los Comités y los Consejos Comunitarios de Abasto se propusieron el cultivo de maíz blanco y la recuperación de la siembra de sus maíces criollos. Habían protestado legítimamente y se movilizaron para dejar de consumir maíz amarillo, insumo para alimento balanceado animal en los EUA y en México.
Todo parecía exitoso pero como siempre, se innova y se apoya durante un sexenio cuando el campesinado exige. Sólo que el gobierno siguiente (federal o estatal) subestima los logros y su burocracia cree que será mejor que la anterior, con proyectos distintos y sin avalar las experiencias pasadas que dieron buenos resultados, así tengan como origen la lucha campesina. El autoritario freno y arranque de la vida institucional mexicana acabó con ese prometedor proyecto campesino.
No arriesgamos formulas ni planteamientos mágicos. Sabemos que los campesinos y las organizaciones de productores que están emergiendo con el Movimiento Regeneración Nacional tendrán la palabra definitiva. Ellos entienden dónde estimular la producción de subsistencia y dónde la comercial. Las comunidades indígenas y el productor rural tienen la inteligencia que le hace falta a la tecnocracia para decidir dónde cultivar maíz blanco o maíces criollos para consumo humano, o maíz amarillo para la industrial animal e incluso como sustituto energético.
Qué hace falta? Voluntad política y un cambio verdadero, sólo previsibles en un Proyecto Alternativo de Nación, donde prevalezca la honestidad, el empleo, la justicia y la seguridad.
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@ancarnaco