Primera parte
El 28 de noviembre del 2011 Luz Nieto, del Movimiento Regeneración Nacional, destaca que “El Plan de Ayala se convirtió en bandera de lucha de los campesinos del sur de México, y, a partir de la Soberana Convención Revolucionaria de Aguascalientes, en 1914, en el programa de los revolucionarios mexicanos. Su espíritu y su letra resuenan hoy con fuerza, recordando que la justicia y la democracia verdadera sólo puede partir de la realización de las exigencias del pueblo.”
Estas exigencias de los mexicanos vuelven a ser la referencia para instaurar una Nueva República, un Proyecto Alternativo de Nación que haga realidad las prioridades sociales, económicas y políticas de México, en torno de las cuales la comunidad nacional inconforme, los indignados, los desempleados, los pobres cada día más depauperados, habrán de movilizarse para multiplicar la simpatía por una propuesta cuyos planteamientos sean integrales y tengan como fin último la satisfacción plena y definitiva de sus reivindicaciones.
Cada día que pasa, los mexicanos van entendiendo las acciones gubernamentales del asistencialismo enajenante. Ahora reclaman seguridad social del empresario que evade esa obligación y plantean la creación de un esquema semejante de protección para desempleados, más allá de la falacia y el burocratismo del Seguro Popular o el Programa Oportunidades.
Ahora los trabajadores demandan empleos seguros, verdaderos, jornadas justas, la garantía de salarios dignos y bien remunerados, basados en una canasta básica actualizada y suficiente –que pondere con objetividad y sin dolo estadístico los actuales precios o renta de la vivienda, sus servicios, el costo del vestido, la educación, los servicios médicos y una alimentación nutritiva-, precios justos a los productores del campo, pescadores y artesanos indígenas, cuya comercialización de sus productos en el mercado es la retribución a su trabajo. Cuando no se politizan, los Programas de Empleo Temporal son un embuste y las “ayudas” apenas “retribuyen” un jornal por escasas semanas al año.
En efecto, la propuesta de Andrés Manuel López Obrador de reducir el oneroso gasto corriente produciría un ahorro de aproximadamente 800 mil millones de pesos, a los cual deberá sumarse el resultado de la rectificación, reorientación o redimensionamiento de subsidios como el Seguro Popular, Oportunidades, Empleo Temporal y Alianza para el Campo, entre otros, cuya aplicación de recursos supera los 450 mil millones de pesos en 2011, para garantizar la mejor orientación de esos fondos. Es decir, en el pasado y ahora, la clase gobernante ha concebido e impuesto estos “programas sociales” o subsidios -de manera deliberada y conciente-, con intenciones eminentemente clientelares y no como medio o plan integral para lograr un bienestar real de la gente, generalmente enclavada en las regiones, zonas, comunidades o colonias de mayor marginación en el país.
Es apremiante retomar o reiniciar la construcción de un modelo de desarrollo rural distinto, que ponga en el centro de la atención a los actores o empresarios rurales comprometidos con México, a los pueblos campesinos, a la comunidad indígena. Hoy hay dos Méxicos: El del Norte y el del Sur. El de las zonas privilegiadas por la naturaleza y la atención gubernamental –infortunadamente afectadas hoy por las sequías y el cambio climático-, y el de las áreas con potencial –como el Sur del país (Guerrero, Oaxaca y Chiapas) o la Cuenca, la Costa y el Istmo oaxaqueños-, pero olvidadas durante décadas o (des)atendidas con acciones superficiales y, la mayoría de las veces, carentes de integralidad y desprecio al sector social campesino, pesquero, artesano y comunitario. Estamos frente a dos Méxicos que no podemos aceptar: El que expulsa a sus hijos para tratar de allegar a su familia el caro pan de cada día, y el que en otras regiones de la nación, en ranchos, haciendas, predios ofensivos y en la industria de la construcción, ocupa y malpaga a esa fuerza de trabajo hambrienta de justicia. Una parte importante de nuestros hermanos, obligados al desarraigo, van más lejos todavía, y son victimas de la discriminación más ofensiva.
El Plan de Ayala Zapatista nos inspira para la transformación pacifica del campo, para convertirlo en negocio de sus legítimos dueños: el ejidatario, el comunero y el verdadero pequeño propietario, para que de esta forma reconstruyan la economía de sus pueblo y la de sus familias. Por eso se deben revisar, reformular o desechar las desgastadas políticas públicas del asistencialismo orientado al campo, las mal catalogadas como sociales y el gasto corriente innecesario o superfluo. No aprobamos los alicientes temporales, engañosos e interesados, que al final tienen postrado al campo mexicano. Vayamos de la mano de los viejos y los nuevos pescadores de México que inexplicablemente ven sus litorales, sus presas, sus lagos, sus ríos y sus estanques sin futuro para sus hijos, resultado del desprecio gubernamental a la organización social y la minimización de inversiones o presupuestos concurrentes, sin engaño.
El Proyecto Alternativo de Nación, debe determinar la cuantía de los fondos públicos que se han venido destinando a programas asistenciales que poco estimulan la organización y la productividad del campesinado mexicano. Jamás seremos competitivos si seguimos haciendo cuantiosas inversiones en distractores, proyectos proselitistas o gasto corriente innecesario. De ningún modo igualaremos los niveles de productividad de los Estado Unidos de Norteamérica, nuestro principal cliente, u otros países si seguimos manteniendo subsidios de miseria y no a la altura de los que requiere una producción competitiva.
Sí compartimos la importancia de apoyar a los adultos mayores, al desocupado con programas de empleo temporal, a las familias con oportunidades y seguro popular, pero también pensamos que esa asistencia millonaria daría mejores resultados si los cuantiosos recursos se orientaran a las actividades productivas bajo una estrategia integral, de fondo, comprometida con el campo mexicano. Con desarrollo productivo y equidad en el medio rural e indígena, la necesidad del verdadero gasto asistencial sería de menor cuantía, habida cuenta que los beneficios de un mayor número de empleos e ingreso, darían sustento al desenvolvimiento sano de hombres, mujeres y jóvenes del medio rural.
Estamos convencidos que no debe haber limites para invertir en infraestructura productiva que soporte el relanzamiento de proyectos ambiciosos para el campo de nuestra Nación. Sin caminos ni carreteras, sin presas ni canales, sin riego tecnificado, sin mecanización ni plantas procesadoras, sin asistencia técnica ni organización avanzada, no estaremos a la altura de nuestros clientes y seguiremos siendo dependientes, pobres, desnutridos y con lamentables discapacidades. Asumamos todos y difundamos una postura exigente en el Nuevo Plan de Ayala de MORENA. Busquemos tenazmente la creación de un fondo para el rescate del campo, cuyos dineros provengan de lo que hoy tiene destinos superfluos, incompatibles con las necesidades de un verdadero desarrollo rural.
Al igual que en el país, en el campo del Sur existen dos tipos de economía campesina que conviven y se complementan: la mayoritaria, que se dedica a producir con enormes limitaciones los medios para la reproducción familiar, que debe ser apoyada para mejorar sus condiciones de vida y niveles de producción. Otra es la que genera excedentes para el mercados, con productores insuficientemente organizados, que son presa fácil de intermediarios y su producción está desarticulada, sin agregación de valor y una descapitalización permanente, que debe rescatarse.
Con un Nuevo Plan de Ayala, en MORENA tendremos que poner la política económica y presupuestal al servicio de la política socia y rescate del campo. México no puede seguir creciendo a costa de los más pobres ni tampoco podemos aspirar a una verdadera democracia si no arrancamos de raíz el lastre de la marginación, el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, el olvido y la corrupción.
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@ancarnaco