Nuevo año, nuevas expectativas en Oaxaca: Martín Vásquez Villanueva

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El 2014 marca un punto de inflexión para el país y para Oaxaca: se aprobaron ya reformas medulares, están en proceso de gestación las reformas secundarias, y en el ámbito local nuevas autoridades municipales asumen el reto formidable de encabezar el destino de sus pueblos, con expectativas de cambio y renovación en busca del desarrollo postergado.

A nivel nacional el presidente Enrique Peña Nieto ha anunciado importantes inversiones en infraestructura pública para estimular la inversión privada, y en Oaxaca tendremos que secundar este esfuerzo sumando fuerzas desde los distintos frentes institucionales, el propio gobierno federal, las cámaras legislativas federales y locales, las dependencias estatales, las autoridades municipales con el vigor de su primer año y la sociedad civil, en sus distintas expresiones.

En el país este será un año definitorio para darle a las reformas estructurales la viabilidad necesaria y no se queden sólo como ejes rectores desprovistos de operatividad y vigencia, caso de la reforma energética recién aprobada y el sector también estratégico de las telecomunicaciones, así como las reformas a los sistemas legales y de administración de justicia, para homologar criterios y agilizar los litigios, hoy dilatados, caros e ineficientes.

En el tema educativo, el reto es implementar las reformas en un diálogo fecundo y civilizado con las maestras y los maestros del país, para que no se vean como una amenaza a sus derechos adquiridos, sino como una oportunidad para impulsar la calidad educativa, conforme a criterios internacionales exitosos, entre ellos la evaluación por órganos autónomos y la escuela de tiempo completo.

En Oaxaca, ya en la segunda mitad de la administración estatal y con nuevas autoridades municipales, el desafío es consolidar el paso, darle un sello propio a una alternancia todavía hoy difusa, crear la infraestructura que las regiones están esperando, recuperar la seguridad en los sistemas de propiedad y darle certidumbre a la inversión productiva, hoy tan en entredicho en regiones como el Istmo de Tehuantepec con su enorme potencial.

Esta segunda mitad es una oportunidad excepcional para hacer un solo equipo en la diversidad ideológica y cultural, articular iniciativas, fuerzas y recursos, para capitalizar las reformas recién aprobadas en sectores tan importantes como el energético, tanto en los hidrocarburos, en lo relativo a la refinería de Salina Cruz, como a las energías alternativas, especialmente la de origen eólico en toda la región del Istmo.

Hay un ambiente propicio para retomar iniciativas y proyectos de desarrollo para todas las regiones del estado, la Costa en el turismo; Valles Centrales en cultura y servicios; el Papaloapam, en agroindustria y comercio; la mixteca, con cultivos alternativos; la Cañada y la Sierra, con su propio potencial cultural y productivo.

Hay desafíos comunes a todas las regiones, como la necesaria creación de una red estatal de caminos y carreteras, ejes trocales que comuniquen a los cuatro puntos cardinales, para dar facilidades al mercado interno y a la comunicación con otras entidades de la República. Oaxaca sigue siendo la única entidad del país sin una supercarretera que cruce todo su territorio.

Hace falta también consolidar el sistema de salud en el estado, terminar el esfuerzo ya realizado en creación de hospitales y clínicas, y equiparlos con el necesario personal médico y técnico, además de suministros suficientes de medicinas.

La infraestructura educativa también tiene que mejorar en el estado, aprovechando el incremento de presupuesto para las entidades más rezagadas del país en lo relativo a la educación básica, justamente donde se han dado las mayores expresiones de inconformidad por la reforma educativa. Tampoco podemos dejar fuera a la educación media y a la educación superior.

Oaxaca tiene que aprovechar el enorme potencial que representa su riqueza cultural e histórica, con su Ciudad Capital, patrimonio cultural de la humanidad, y con sus atractivos culturales y naturales en todas las regiones del estado. Es tiempo ya de hacer de la cultura además de un motivo de orgullo una fuente de desarrollo, empleos y bienestar.

Para llegar más lejos en el esfuerzo de unidad en lo fundamental, y de posibilidades de construcción del desarrollo, los oaxaqueños tenemos que proscribir, que superar ya las querellas que terminan en actos de fuerza y de violencia, como los episodios lamentables de confrontación últimos, en la Mixteca, en la Costa y en otras regiones del estado.

Los conflictos de tenencia de la tierra, intercomunitarios y de disputa por los linderos entre los municipios, y los conflictos poselectorales tienen que dirimirse de manera civilizada, pues en la confrontación física pierden las partes beligerantes y perdemos todos.

Son muchos los activos de Oaxaca, mayores que sus pasivos, como me permití exponer en una reflexión a mediados del año pasado, activos humanos, de preparación, talento y perseverancia, en cuya relación faltaron los niños deportistas triquis, que gratamente nos sorprendieron, y que son un ejemplo nacional, por sus conquistas internacionales en la segunda mitad del año.

Ese espíritu de lucha, de triunfo en la adversidad, es lo que necesitamos en México y en Oaxaca para cubrir las múltiples asignaturas pendientes, consolidar la modernización, ganar competitividad, elevar la productividad, y ser una nación más próspera y un estado más desarrollado.

Desde la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión seguiré aportando, en este decisivo 2014, mi modesto concurso a este necesario esfuerzo de unidad en lo esencial y lucha colectiva por un futuro de mayores oportunidades para el país y para Oaxaca.