Cada día aumenta la percepción de que ya no gobiernan las instituciones sino la delincuencia. Tal parece que las autoridades han renunciado a sus facultades y obligaciones constitucionales y han decidido, por conveniencia propia, doblar las manos para que otros gobiernen.
Ante esto, los ciudadanos se encuentran indefensos, impotentes, frente al poderío de la delincuencia organizada. Aún así, los políticos dicen que “no pasa nada”. Los mexicanos vemos y vivimos con indignación y rabia, cómo las autoridades de los tres niveles de gobierno, permiten la destrucción del país entero.
El miedo es lo peor que puede vivir una persona. El miedo es peor que los azotes y puede terminar con el ser humano. El miedo es un arma, es un instrumento que puede doblegar cualquier carácter y hasta los principios morales de la gente. Por el miedo la gente puede hacer lo incorrecto con tal de salvar su pellejo o a un familiar. Por el miedo no hay descanso espiritual porque cada segundo se vive en la inseguridad y la agitación.
En los niños también hay miedos: el miedo a no ser merecedores del cariño de sus padres. En la escuela sentimos miedo al fracaso, y ese miedo puede extenderse a nivel sentimental, amoroso, que es lo que al final de cuentas va a determinar nuestro futuro.
No se puede olvidar el miedo de la salud, ya que ésta lleva a otros miedos y temores sobre la existencia terrena que desemboca en la muerte. Todos sabemos que nacemos y que un día tenemos que morir, pero como pocos saben a dónde van después de la muerte, la mayoría tiene miedo porque desconoce esa parte de la vida.
Así es la carrera de nuestra existencia, con miedos naturales. Pero imagínense cuando llega un miedo externo por una amenaza.
Hace días una persona me preguntó mi nombre, y después de decírselo me dijo: Te recomiendo que no vayas a Huajuapan. Si vas y te cruzas frente a nosotros, te vamos a pegar. Mejor no vayas, me advirtió.
Sabes qué, continuó, me caes bien. Desde hace años te he escuchado y te he leído, pero para tu desgracia los negocios son negocios. A mí y a otros dos cuates nos pagaron para golpearte.
Sé que las tres personas contratadas para golpearme, están decididas a hacer su chamba, y a hacerla muy bien, pues de eso viven.
Algunos dirán que por qué no pongo mi denuncia ante las autoridades; y tienen razón, pero la verdad no creo en ellas.
He vivido otras agresiones a mi persona y mis denuncias ante las autoridades nunca han prosperado.
Sé que estoy parado en un espacio donde no hay piso ni paredes que me protejan un poco. Así estamos la mayoría de los periodistas de este país: estamos dentro de una cajita de vidrio: expuestos.
Desde luego que algún día mi vida va a terminar pero no tengo ninguna prisa por irme todavía. Por fortuna sé quién contrató a esos porros para hacerme daño. Sé la fecha de cuando cerraron en trato y dónde lo hicieron y quiénes estaban allí reunidos.
Eso es lo que gana uno por desenmascarar a quienes han hecho daño a la sociedad.
Esto que les platico no es queja. Sólo quería yo que lo supieran.
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