Antonio era el mayor de 4 hermanos. En aquel entonces tendría 5 años de edad; su hermanita, 3; el siguiente era un niño de un año y medio, y había un bebé de 3 ó 4 meses de edad.
Los papás de Toñito casi diario tenían una discusión, y en cierta ocasión la mujer se enojó tanto que le dijo a su esposo que se iba de la casa y que le dejaba a los niños.
El hombre también, amenazó con abandonarla e igualmente, le dijo que ella se quedara con los niños.
Antonio se despertó al oír los gritos de sus papás y se paró en medio de los dos pero ni lo tomaron en cuenta. Siguieron berreando como sí el niño no existiera. Los hermanitos seguían durmiendo en la recámara.
La mujer salió de la casa con las llaves del auto en la mano y dejó al marido con los niños. El marido esperó un rato después de escuchar el motor del auto que se alejaba. Al desesperarse por la tardanza de su esposa, cogió una chamarra y le dijo a Toñito que cuidara a sus hermanitos, que al rato regresaba su mamá. Y para que no se salieran a la calle cerró la puerta con llave.
Tres días después tocaron a la puerta y Antonio se asomó por la ventana. Quien tocaba era la abuelita, la mamá de su papá. El niño, como pudo, a sus pocos años, le explicó a su abuela lo que había pasado. La abuelita, después de forzar la puerta, entró a la casa y lloró al ver las condiciones en que se encontraban sus nietos.
“Abuelita, tenemos hambre,” decían los niños. El bebé estaba muy sucio. El niño mayor le cambio de pañal como creyó que se debía hacer, y les puso a sus otros dos hermanitos calzones supuestamente limpios, pero que apestaban después de ser usados. Antonio había visto cómo su mamá preparaba la leche del bebé, así que también se la preparó a su hermanito pero con agua de la llave y unas cucharadas de leche en polvo.
En el refrigerador habían quedado limones, sopa de fideos, tortillas, etc., y eso fue lo que comieron durante esos días. Toda la ropa estaba tirada en el piso. Los niños lloraban de hambre, sed y rozaduras.
Antonio era el mayor y como tal, tenía que consolarlos. Sus hermanitos, después de gritar desesperadamente por su mamá, se quedaban dormidos en el piso. Cada noche había sido una pesadilla para él. El bebé lloraba y Toñito lo cargaba al tiempo que despertaba bien espantado, esperando que fuera sólo una pesadilla y que su mamá estuviera a su lado.
Cuando la abuelita entró, vio todo aquel desorden, más unos rostros tristes y demacrados, unos ojos llorosos y somnolientos.
Antonio, cayó enfermo después de aquella dura prueba de cuidados y desvelos por sus tres hermanitos menores.
La mamá regresó, pero un mes después para enterarse de cómo el padre se las había arreglado con sus hijos. El papá de los niños regresó también, pero a los 2 meses. Ambos habían pensado que el otro se encontraba en la casa. Los papás no pudieron recuperar a sus hijos porque la abuela, puso todo el problema en manos de abogados para quitarles la patria potestad. El fallo se dio a favor de la abuela. Ella, junto con sus otros dos hijos, resolvieron adoptar a los niños como suyos.
Podría escribirse un libro completo sobre las largas horas de tragedia que vivió Antonio. Hoy, él tiene 18 años. Superó su desequilibrio emocional después de mucho tiempo de tratamiento psicológico.
Pero, ¿cuántos de estos problemas similares habrá en nuestra ciudad? Supongo que muchos, pero permanecen ocultos.
Niños abandonados por sus padres: Horacio Corro Espinosa
Twitter: @horaciocorro
Facebook: Horacio Corro