Los dirigentes del PRI parecen no darse cuenta que con la sumisión, ceguera y sordera que muestran serán responsables de nuevas fracturas
Ante el designio del presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, preocupados por el mensaje que la imposición daba a la militancia, expusimos a Ochoa Reza la importancia de realizar la XXII Asamblea Nacional Ordinaria. Queríamos redefinir la visión de proyecto de nación y revisar el andamiaje estatutario que nos rige como instituto político. Desde entonces, miles de priístas, unidos, hemos buscado construir plataformas de propuestas. Hoy destacan las expresiones nacionales internas de quienes estamos convencidos que merecemos un PRI democrático, sin decisiones cupulares ni sumisión a viejas dirigencias.
No hemos visto gestos que hagan eco del enojo ciudadano ante el gasolinazo o el socavón de Cuernavaca, por citar solo dos ejemplos que afectan la imagen del Gobierno de la República, la del presidente y la imagen del partido, que, repito, no ha sabido poner distancia.
Los dirigentes del PRI parecen no darse cuenta –¿o no les importa?- que con la sumisión, ceguera y sordera que muestran serán responsables de nuevas fracturas y rompimientos; aún peores que en 1988. Desde 2012 perdimos cinco millones de votos; la aceptación del PRI cayó por debajo del 20%; enfrentamos a partidos que nos derrotan o a los que solo ganamos por otras fuerzas coaligadas.
Y, ¿qué decir de los trabajos rumbo a la Asamblea Nacional? Asambleas estatales han documentado la descarada designación de delegados, impidiendo el acceso a grupos no alineados con esas dirigencias. Y con el mismo descaro, asambleas de comités caducos que no tenían facultad legal para convocar, pero que se impusieron. Así, entre más lo pienso, más seguro estoy sobre las propuestas que nosotros presentamos en diversas Asambleas Estatales para que se acuerde en estatutos el procedimiento de postulación a la Presidencia de la República, de elección directa en modalidad de consulta a militantes y simpatizantes.
La consulta directa no excluye consensos para una candidatura de unidad, pero igualmente, un solo precandidato se debe legitimar; quien ocupe la candidatura del PRI a la Presidencia de la República no puede pretender la voluntad ciudadana si no pudo obtener el consenso mayoritario de nuestra militancia. Queremos un candidato a la Presidencia de México comprometido con los ideales del partido. Por eso la consulta real y no manipulada a la militancia y los simpatizantes, para entonces sí, seleccionar candidatos y dirigentes.
Por otro lado, la corrupción, lastre que la sociedad deja claro con hartazgo que reclama a todo político. Nosotros no podemos permitir que se nos defina por tolerarla, en ningún nivel de gobierno. Por eso, exigimos se documente a candidatos de conducta irreprochable, vida honesta y proba. Nuestro partido, debe poder demandar rendición de cuentas, promover investigaciones y, de ser necesario, actuar la revocación inmediata de mandatos, estableciendo procedimientos en faltas como violación de la ley, corrupción, traición a compromisos con la ciudadanía o Incumplimiento de la plataforma electoral enarbolada.
En la percepción pública los electos no son vistos “a titulo personal”, son identificados como el rostro de la fuerza política que les llevó al cargo, y nosotros no podemos ser cómplices de quien ofende al electorado y pone en duda la imagen del partido. La corrupción debería ser tipificada como traición a la patria, pues es a la patria a quien le falla en su encargo, y merece sanción; por ello no debemos permitir más fuero, en ningún nivel de gobierno.
Insistimos en nuestra urgencia de discutir en la Asamblea, con nuevos paradigmas en desarrollo económico y social; en el combate a la corrupción y a la delincuencia organizada. Tenemos que dejar postulados neoliberales para eliminar el vergonzoso asistencialismo y promover la producción y fuentes de empleo dignas.
Es insostenible la actitud de ignorancia ante lo que lastima al país: pobreza, inseguridad, corrupción e inequidad en distribución de riqueza ya no son conceptos que solo unos entienden; son realidad que reclama toda una nación. Vamos por responder a las demandas claras sobre lo que está sucediendo con la sociedad que vive con noticias indignantes, y que se cuestiona sobre la elección que hizo con sus políticos.
Los mexicanos aún esperan instituciones democráticas confiables, sólidas y transparentes; quieren un gobierno que se gane -y mantenga- el respeto; por compromiso, capacidad de trabajo, y resultados. Los priístas que no quitamos el dedo del renglón haremos que nuestras ideas se escuchen y se discutan en la Asamblea Nacional.
No pretendemos imponer argumentos pero tampoco vamos solamente a validar lo que nos presenten pues el objetivo es el PRI del siglo XXI. Y para los que todavía creen que las cosas pueden seguir así: no se equivoquen. Si no cambiamos, nos va a cambiar la sociedad.
José Adolfo Murat es militante del PRI