Recorrí, durante mi vida, aventuras fantásticas; mi imaginación la llevaba conmigo a todas partes. Aprendí que las mejores herramientas que tendré siempre conmigo, y sobre todo, que son tan gratuitas como la vida misma, son mi cuerpo y mi mente.
A estas alturas, cuando ya ni los venenos más corrosivos pudieron conmigo a pesar de mis torpezas infantiles y no temo encontrarme con algún fantasma, de esos intangibles, transparentes y tan inofensivos como los vapores del baño sauna, puedo afirmar sin pánico: Me fascinan las películas de terror pero odio El Jalogüín.
A discutir:
El cine mexicano no sirve, no es cine; el cine mexicano es cosa aparte; es una quimera, un sueño imposible, como creer tontamente que en alguna esquina de Manhattan podremos encontrar a una gringa que haga las más exquisitas tlayudas o garnachas del mundo. El cine es gringo y punto. El Western tuvo origen en Europa pero, con todo y eso, es otro cuento.
El Jalogüín tiene un origen aún impreciso, pero de que los gringos “lo ocuparon” como motivo de simple celebración y ejercicio del entretenimiento, es algo innegable, igual que al Western le regalaron disciplina tan encantadora para perfeccionarlo. Y así hicieron y han intentado hacer con todo: la comida italiana, los deportes, el arte, la literatura… El gringo, para acabar pronto, hizo como hicieron los ingleses con las artes plásticas: como no tenían ningún pasado, una historia tan vacía de arte vanguardista, compraron obras de artistas extranjeros y aprendieron con “la pauta”, y de allí que Lucian Freud y Francis Bacon hagan creaciones tan extraordinarias: del ímpetu personal y exclusivamente personal del alumno ávido de aprender.
Por eso, los gringos “ocupan” las culturas, los acontecimientos y los hábitos extranjeros, porque no tienen algo propio. Cosa curiosa en México, nuestra nación, que con tanto acervo cultural denso y popular, tengamos que mendigar costumbres que ya por ende ni son siquiera originales.
Por eso me encantan las películas gringas de terror pero odio el Jalogüín; porque las películas gringas de terror son únicas, verdaderas obras de arte, concebidas desde su creación con el simple propósito de entretener con técnicas magistrales. En México el cine mexicano es una copia mal hecha del cine gringo; con el Jalogüín vamos por el mismo camino y es el fundamento no sólo de nuestro pésimo cine sino de una lista larguísima de torpezas provocadas por nuestro pésimo gusto por la horripilante belleza extranjera.
Au revoir.
Mario Osiris Benavides Morin (Benmorin)
Catedrático de la Universalidad de Oaxacalifornia
Contacto: benmorin30@gmail.com
TWITTER: @benmorin30
Nota: Las Caricaturas las podras ver en la sección “Parodias”