Tradicionalmente por costumbre y hasta por pereza, cuando pensamos en narcisistas asociamos la admiración excesiva y exagerada que siente una persona por sí misma, por su aspecto físico, por sus dotes o cualidades.
Si bien nos va, hacemos un recorrido a través de la historia, sobre todo de la mitología griega, en donde aprendimos que Narciso era un joven de gran belleza del que tanto mujeres como hombres se enamoraban, pero él rechazaba a todas. Una de sus fervientes admiradoras era la ninfa Eco, a quien la diosa Hera, había condenado a no poder hablar, sólo a repetir lo que los demás decían, por lo que nunca pudo declararle a Narciso su amor. Pero un día que lo vio en el bosque salió a su encuentro con los brazos abiertos y éste la rechazó cruelmente. Ella entonces se recluyó en una cueva para siempre y, Narciso, fue castigado por la diosa de la venganza Némesis, para que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. Tan absorto estaba con su contemplación que acabó arrojándose a las aguas.
De ahí que a los Narcisistas casi de manera automática los asociemos con lo físico y la admiración excesiva hacia ellos mismos.
Sin embargo, la realidad siempre supera a la ficción y lo trivial.
Los Narcisistas tienen un origen en su infancia, ya que de niños sus sentimientos no fueron reconocidos y menos respetados, por lo cual, tienen dificultades para afrentar las desilusiones. El niño o niña que ha sufrido esta falta de empatía vive subjetivamente de imágenes grandiosas e idealizadas para proteger su verdadera personalidad.
Su percepción exagerada de sí mismos y su autoimportancia, en realidad, nos deja al descubierto una polaridad no explorada y contraria, en donde todo su entorno no es más que una cortina de humo que no permite ver al resto de su minusvalía personal.
Los narcisistas no nacen, se hacen, se sienten superiores a los demás, fantasean con su éxito personal y están convencidos que merecen un trato especial.
Obsesionados por llamar la atención pueden caer en el exhibicionismo con el único afán de ganarse unos aplausos. Su debilidad es que su “grandeza” depende de los elogios de los demás.
Muchos narcisistas se refugiaron en la política porque ahí encontraron lo que son ellos, después ellos y siempre ellos. Es donde cuentan con un séquito de aduladores que les aplauden y celebran todos y cada uno de sus actos.
Fantasean, engañan y eso les provoca una satisfacción temporal.
En campaña política, son capaces de cambiar su imagen y mostrar una bastante alejada de la realidad, simple y sencillamente adquieren otra personalidad. Se vuelven jóvenes, guapos o blancos según sea el caso, rejuvenecen, tienen una mirada profunda y hasta una sonrisa agradable, se encuentran envueltos en poses que los satisfacen pero no son ellos.
Están convencidos de sus palabras y se convierten en los salvadores de la patria. Si no es con ellos, al país no le puede ir sino muy mal.
Sólo que olvidan una cosa, los narcisistas no tienen espacio en su conciencia para los demás ni para las cosas importantes de los demás.
Ellos, después ellos, siempre ellos.
En las campañas políticas surgen como hongos en temporada de lluvia. Estos son fáciles de reconocer.
A ellos simple y sencillamente nada que tenga que ver con los demás les importa.
@molinaroberto
Vía Viral Noticias