En una ceremonia sencilla y emotiva, el pasado martes 1º de octubre comenzaron las actividades para celebrar el XV aniversario del Museo de los Pintores Oaxaqueños (MUPO). Hubo palabras del director del museo, Efraín Morales Sánchez, del presidente de Amigos del MUPO, contador Carlos Guzmán Gardeazabal, y de la titular de la Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca, licenciada Adriana Aguilar Escobar. Amenizó la ocasión la banda juvenil e infantil Concertante, de San Jacinto Amilpas, y los invitados pudimos compartir el ágape ofrecido por los organizadores.
Recordar es volver a vivir y la verdad es que parece mentira que hayan pasado 15 años desde aquella otra tarde en que asistí a la inauguración del museo. Eran los últimos meses de la gestión de José Murat como gobernador del estado y fue bajo sus auspicios que nació la idea de hacer un hogar para la obra de los grandes artistas plásticos oaxaqueños. Daba gusto ver cómo se había remozado el antiguo edificio de cantera verde en la esquina de Independencia y García Vigil, por el que uno pasaba todos los días sin prestarle ya demasiada atención, para modernizarlo y dotarlo de las condiciones que exigía su nueva función. Aquellas paredes que nacieron como Colegio de las Niñas y que luego albergaron, sucesivamente, el Museo de Antropología e Historia, el Museo Regional, oficinas del Ayuntamiento y la Secretaría de Turismo del estado, ahora se abrían para sostener uno de nuestros más preciados tesoros.
A tal punto hemos tenido grandes pintores que Oaxaca y pintura son casi sinónimos. Desde Miguel Cabrera, nuestro genio novohispano —viene a mi mente ahora mismo, no sé por qué, una Santa Gertrudis que es de las pinturas más hermosas de su vasta obra— hasta los grandes nombres del arte contemporáneo, Tamayo, Toledo, Nieto, Morales, Hernández, pasando por una verdadera legión de artistas plásticos cuya obra es necesario proteger y difundir. Esa es la esencia del MUPO.
Hoy este museo brilla con luz propia. Sus paredes han albergado exposiciones magníficas y las actividades que se desarrollan en él —conciertos, lecturas, conferencias, talleres— se han constituido en una parte importante de la vida cultural de la ciudad. Desde su director fundador, Juan Alcázar, que en paz descanse, y continuando con Gabriela Guzmán Velásquez y Luis Enrique Ramírez Hampshire Santibáñez, hasta llegar al director actual, el arquitecto Morales Sánchez, el museo ha sido conducido con fecunda imaginación para vencer las a menudo difíciles condiciones, pero sobre todo con verdadero amor por el arte.
Si desde la sociedad civil ha habido un garante para asegurar la vida del museo, es también muy satisfactorio constatar cómo una política pública ha trascendido los límites sexenales, convirtiéndose en un legado de todos los oaxaqueños, prueba fehaciente de la buena gobernanza. A veces los proyectos quedan truncos, porque se termina el tiempo y después languidece el seguimiento que estaba exigido darles o porque incluso, por motivos estrictamente políticos, se les aparta o bloquea. Con el MUPO tenemos un ejemplo de lo que podemos lograr cuando aquilatamos en su justo valor lo que se ha hecho y es importante entender que más allá de filias y fobias la cultura es un campo de unidad y concordia, y que nos compete a todos fortalecer las instituciones que la promueven y la protegen, la cobijan y le dan permanencia.
Frente al escritorio donde escribo estas líneas, en el estudio de mi casa, está colgado un cuadro de nuestro paisano Erasto León Zurita, de renombre internacional y uno de los grandes acuarelistas de México. Quiero dar un paso adelante en el aniversario que hace del de los Pintores Oaxaqueños un Museo quinceañero y a partir de este momento pongo esta obra, La alfarera, a su disposición. Hago esta donación para enriquecer, desde mi modesta trinchera, el acervo de pintores oaxaqueños del museo, pero también como un gesto para convocar a la sociedad oaxaqueña toda a poner su empeño en fortalecer la que está llamada a ser una de las grandes instituciones culturales de nuestro estado.