Mita Diran murió por trabajar mucho. Y es literal. Tenía 24 años, trabajaba como redactora en una agencia de publicidad y en su cuenta de Twitter contaba, en el que fue su último mensaje, que llevaba 30 horas trabajando sin parar. Terminó desplomada en su oficina luego de sufrir un paro cardíaco.
“30 horas trabajando y todavía sigo fuerte” (“30 hours of working and still going strooong”), escirbió en su último tuit el 14 de diciembre pasado. Sus compañeros de trabajo creen que las bebidas energéticas que consumía para aguantar fueron la causa de su muerte.
Mita trabajaba para la agencia de publicidad Ogilvy Young & Rubicam como redactora especializada. En su perfil de Tumblr contaba días atrás: “Esta noche tengo las llaves de la oficina por octavo día consecutivo”. Y continuaba: “Todavía estoy aquí. No tengo vida. Alguien por favor me lleva a tomar unas copas”.
Su cuenta de Twitter también era reflejo de lo agotada que estaba. “En casa antes de la medianoche después de tres largas semanas agotadoras. MISIÓN CUMPLIDA”.
“Mi hija publicista de la agencia de Y&R está en coma. Se derrumbó después de tres días de trabajo ininterrumpido. Trabajó por encima de sus límites sin dormir”, explicaba la madre de Mita apenada.
Esta no es la primera vez que una persona muere a causa del estrés provocado por exceso de trabajo. Gabriel Li, de 24 años, empleado de Ogilvy PR en Pekín, sufrió un paro cardíaco en mayo pasado. Y Moritz Erhardt, un joven alemán de 21 años, becario en el banco de inversión Bank of America Merrill Lynch de la City londinense, murió en agosto pasado tras supuestamente haber trabajado sin descanso durante 72 horas seguidas.
Agencias