Difamados. Agredidos. Con la reputación comprometida. Así se siente la familia Murat después de las revelaciones hechas por The New York Times. Largos artículos sobre casas, departamentos, transferencias, presuntos prestanombres, aviones, compañías sospechosas, empresas “fachada” que fueron constituidas pero no operan ni hacen negocios. Propiedades a nombre de tíos maternos, esposas, suegros, nueras. Propiedades adquiridas con recursos que nadie puede explicar, dado el sueldo de Murat a lo largo de años en el gobierno, encarnación tras encarnación. Gobernador, diputado, artífice del Pacto por México, auto-secuestrado. Ofendido porque un prestigiado periódico lleva a cabo una investigación a lo largo de un año sobre compras irregulares de extranjeros de bienes raíces en Manhattan y se topa con su nombre. Un nombre de tantos más en México. Murat icónico, paradigmático, emblemático.
Un ejemplo de esa forma de vida que es el PRI y que ha contaminado a los otros partidos. El gobierno como lugar donde se acumulan bolsazos de dinero. Donde se compran contratos y casas y concesiones. Donde las pilas de prestaciones incluyen el derecho al patrimonialismo sin pudor. Donde el “nuevo” PRI sigue las viejas instrucciones del viejo profesor Hank: enriquécete a ti mismo y a tu familia, pinta bardas y coloca espectaculares, pon todo a nombre de tu esposa o cualquier otro familiar, haz negocios y colócate por encima de la ley. Murat y Peña Nieto y Videgaray y Aguirre, descendientes del mismo padre político, indistintamente de su afiliación partidista.
Cual cepas del mismo tronco. Compartiendo el mismo ADN y la misma cola del cochino. Identificar la diferencia ideológica entre ellos es imposible porque tienen rasgos similares, facciones parecidas, hábitos idénticos. No defienden ideales sino intereses, no combaten la corrupción porque se valen de ella. Patrón que se repite elección tras elección, estado tras estado. El PRI y sus facsimilares que avanzan con el dinero por delante, y las casas por detrás. El PRI y sus facsimilares que con el “Pacto por México” mueven a México cosechando contratos, sembrando clientelas, comprando edificios, ocultando su patrimonio. Ya famosos ahora en la prensa internacional por las irregularidades que han cometido, lo que han gastado, lo que han manipulado, lo que han torcido. Famosos por las propiedades que poseen y la forma opaca en la cual lograron obtenerlas.
Y dicen y dirán que fue una herencia, o una donación, o algo que no constituyó un conflicto de interés porque la ley no lo regula. Dirán que están abiertos a cualquier investigación, siempre cuando provenga de un amigo como el nuevo secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade. Argumentarán que el que la matrícula del avión privado XA-JMC -que coincide con las iniciales de Murat- “es una casualidad que usó alguien para lastimar y ofender”. Explicarán, como buscó hacerlo el político oaxaqueño, que el jet pertenece a unos amigos empresarios pero prefiere no dar nombres. Amenazarán con demandar a los periódicos que hacen público, con cifras y datos, lo que muchos mexicanos intuyen sobre su clase política. La rapacidad, la inmoralidad, la percepción de la política como un botín.
O intentarán escudarse argumentando que los “ataques” y los “infundios provienen de intereses poderosos que han sido atacados por las reformas” peñistas. Provienen de Carlos Slim que -dicen- le da órdenes a The New York Times como lo hace Peña Nieto con tantos periódicos mexicanos. Provienen de los resentidos por las reformas estructurales. En pocas palabras, respuestas implausibles de quienes defienden acciones indefendibles. Así se escuda la clase política mexicana, arropada por leyes que no aseguran las atribuciones suficientes como para investigar, escudriñar, fiscalizar, sancionar.
Tienen razón los “ofendidos” cuando sugieren que el cambio en México enfrenta resistencia. Pero proviene de ellos mismos. La resistencia a rendir cuentas, a fortalecer la Ley de Transparencia en vez de debilitarla, a aprobar el Sistema Nacional Anti-Corrupción para que pueda ser combatida en vez de ser solapada. La verdadera resistencia proviene de Enrique Peña Nieto y de Luis Videgaray y de Angélica Rivera y de Ángel Aguirre y de Fidel Herrera y de José Murat y de todos aquellos que siguen empeñados en esconder. Abocados a encubrir. Acostumbrados a mentir. Y protegidos por una PGR que “no tiene elementos para investigar”. Produciendo así una pseudo-democracia fársica en la cual los ciudadanos no estamos representados. Acabamos Murateados.
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