El pacto por México, ha cobrado nuevo auge. Nos guste o no, la televisión abierta hoy por hoy, orienta parte importante de la cultura política del mexicano, con sus creencias y valoraciones; y el tiempo que se le dio al acuerdo dos días de esta semana en espacio privilegiado, han formado opinión; opinión que se publica y que se lee, pero también e infinitamente más numerosa, opinión del ciudadano ordinario sin posibilidades o interés de darla a conocer mediáticamente.
Si resultaba, hasta hace unos meses, increíble la posibilidad de hacer coincidir en una mesa a los protagonistas del lodazal que fue la campaña presidencial de 2012 para acordar acciones conjuntas, aunque se hubiesen quedado en el mero anuncio, no encuentro calificativo para adjetivar el hecho de que hayan decidido la hechura de un programa de televisión, juntos.
Uno de los grandes problemas de este país, quizá el más grave, es la parálisis. Salir de ella sin la necesidad de que el Presidente tenga mayoría en el congreso, tiene un enorme mérito. El Pacto por México, si bien tiene sus antecedentes, es histórico. La historicidad se la ha dado el éxito. Todos los esfuerzos anteriores nacieron muertos. Hoy los partidos se dieron la oportunidad de pensar en algo más que procesos electorales.
Más que el horario cuasi estelar de martes y jueves, fue la forma en que se le presentó a los mexicanos el Pacto Por México. Fueron dos programas de política pura y de pura política, y en política la forma es fondo. La televisión conoce bien su negocio y eligió algo que le leí a mi amigo Memo Pérez Peña (@memocrata): el storytelling.
Christian Salmon dice que el stotytelling es “… la máquina de fabricar historias y formatear las mentes”. Más bien creo que los corazones son los que se formatean. El pacto entró, con esta herramienta, en las emociones de muchos mexicanos.
El storytelling (contar historias) nos regaló mucho más que la mera historia del Pacto. Arrojó muchas luces sobre el presente y sobre el porvenir de México, pero también nos cuenta una historia de presente y futuro para Oaxaca. Mucho se había especulado en torno a la verdadera participación de Murat en el Pacto. Yo me aventuré, en aquella columna del 14 de enero, a enunciarla. Hoy se confirma.
Murat concita, quizá por su forma de ser, mucha antipatía. Sus facciones no son amables, manotea, aspavienta, levanta la voz, se incomoda con facilidad. En esa apariencia encuentra defensa. Amén de que la búsqueda de la empatía no es lo suyo, no hay nadie que hable bien de él en público, nadie que le reconozca un mérito. Cuando se hace, se procura que los menos se enteren. Aunque él dice que sí tiene amigos, el problema es que invariablemente lo niegan y le dan la espalda. Ha tenido mala suerte con las lealtades, pero parece que es algo de lo que no está dispuesto a aprender.
Hoy, que toda la clase política de Oaxaca vio estos programas, estará aún más solicitado. Especialmente por aquellos priistas de último minuto. Los que no corren riesgos. Los que no querían dejar lugar a ninguna duda de que el que manda en Oaxaca es Murat. Y él recibirá a todo el que lo busque. Conforme se camina en esto que llamamos política se aprende a desadjetivar. En política no hay bueno ni malo; hay realidad. Aunque pudiera sonar a obviedad, la política es lo que es y punto.
Peña Nieto y él, Videgaray y él, Osorio Chong y él. Madero, Creel, Zambrano y Ortega entre manteles verdes, servilletas amarillas y floreros azules en su casa, redactando el futuro de México. No hay más.
El pacto, algún día terminará, pero por ahora se ve percibe sólido. Ha hecho historia patentizando que la política sí puede ser el arte de lo posible y dejando para el futuro la experiencia de que los partidos sí pueden dejar de lado sus diferencias. Por el bien de México, que le vaya bien al pacto; que le vaya bien a sus actores.
Twitter: @MoisesMolina