Alejandro Murat, virtual candidato del PRI a la gubernatura de Oaxaca, librará en los próximos meses al menos cuatro contiendas. Enlisto las previsibles:
-Tendrá que convencer a la opinión pública –oaxaqueña y nacional– que es algo más que el hijo de su padre, José Murat. Dicho correctamente: que no es un ariete de su tutor, y que no representa un intento por instalar un cacicazgo con tufo de maximato.
-Habrá de idear la manera de neutralizar conductas de sabotaje, activas o de brazos caídos, que la militancia cercana al exgobernador Ulises Ruiz podría emprender.
-Deberá mostrarse como un candidato que logre posicionarse rápidamente –no era el mejor en las encuestas— y presentar un perfil competitivo ante el candidato del grupo en el poder de Oaxaca.
-Necesita contar con buenos abogados y cabilderos (como su padre) para que su candidatura no sea desechada en el Tribunal por no cumplir los requisitos de elegibilidad: ya se ha publicado que no tiene ni el origen ni la residencia necesarias para ser candidato.
Así de cuesta arriba luce el reto que el presidente de la República ha puesto en este notario con licencia. Demasiados obstáculos de arranque, pero aparentemente ninguno pesó tanto en el ánimo presidencial como la pertenencia de José Murat a su círculo de amigos.
Porque Alejandro Murat le debe esta candidatura a su padre, quién la peleó hasta el último momento. José Murat la operó en pasillos del poder y en columnas periodísticas, con tal detalle que incluso hace días filtró que se irá de México para que quede claro que Alejandro se mueve solo. De los creadores del autoatentado les presentamos “Si estoy lejos me olvido de la grilla”.
Murat logra que su hijo sea ungido. Nueva muestra de su colmillo político. Simultáneamente, el presidente Peña Nieto da otro ejemplo de que su cálculo es de corto alcance, de que su legado lo tiene sin cuidado.
El presidente tuvo en sus manos al menos dos candidatos para enviar el mensaje de que Oaxaca no debe seguir atrapado por cacicazgos.
Desestimó ambos. Ni la diputada Mariana Benítez, ni el empresarioGerardo Gutiérrez Candiani fueron tomados en cuenta por Peña Nieto para intentar un giro en la historia de un estado sumido en el atraso.
Cualquiera de ellos tendría el mismo reto que Alejandro Murat –urgencia por colocarse en las encuestas–, pero no los handicaps: nadie diría que Benítez o Candiani se hicieron a la sombra de un personaje que es visto como un dinosaurio que no sólo se niega a morir sino que vive a plenitud esa condición.
En el fondo el tema es qué le espera a Oaxaca. ¿No era mejor idea elegir a un empresario, opción que de paso ayudaría al PRI a limpiar su imagen? Si ya se iban a brincar las encuestas, ¿no era más salomónico elegir a Mariana Benítez para que los exgobernadores se tuvieran que alinear por igual?
Alejandro Murat, desde antes y después de conocerse que es el elegido, ha dicho que él no es su padre. Seamos sinceros, el jovenAlejandro (tiene 40 años) no tiene en su palmarés nada que deslumbre, o que haga natural su llegada a la candidatura. Sus puntos fuertes son la cercanía con el equipo del presidente y… su padre. Y esas dos circunstancias en realidad son una sola.
Peña Nieto le dio a su amigo José la candidatura de Oaxaca en la persona de su hijo Alejandro. Qué modernidad.
Por lo que toca al hijo de Murat, tanto qué probar en tan poco tiempo.
Twitter:@SalCamarena