Luego de estar en el cajón de los olvidos por años, el asesinato del columnista Manuel Buendía el 30 de mayo de 1984 regresó al espacio político de la ola de crímenes contra comunicadores. El homicidio de Buendía inició el ciclo de la violencia de los cárteles de la droga y sus aliados políticos que se reprodujo el pasado 15 de mayo con el acribillamiento del columnista y escritor Javier Valdez Cárdenas en Sinaloa.
La marcha de protesta de hoy reabre el caso Buendía en el escenario de una nueva categoría de crímenes del poder desde hace treinta y tres años contra periodistas: la narcopolítica. En este largo tiempo político prácticamente todos los asesinatos de periodistas han mostrado una articulación de intereses del crimen organizado con estructuras de poder político del Estado. Buendía fue asesinado cuando se disponía a publicar nombres de funcionarios, políticos y policías que protegían al narco.
El actual senador Manuel Bartlett Díaz, ex dirigente priísta, hoy del PT y miembro destacado del grupo asesor de Andrés Manuel López Obrador, era el secretario de Gobernación del presidente Miguel de la Madrid en mayo de 1984 y por tanto tuvo varias responsabilidades políticas en el asesinato de Buendía.
El gobierno de Carlos Salinas de Gortari acusó y encarceló a José Antonio Zorrilla Pérez como el autor del asesinato del Buendía. En mayo de 1984, Zorrilla era director de la Federal de Seguridad, la policía política del Estado, y dependía directamente de Bartlett. Como justificación, Bartlett dijo que Zorrilla había sido puesto en la DFS por Fernando Gutiérrez Barrios, el todopoderoso operador de los servicios de inteligencia. Este dato, en realidad, era irrelevante porque en los hechos Zorrilla informaba directamente a Bartlett y dependía de sus instrucciones; además, Zorrilla reportaba también en directo al presidente De la Madrid. En la indagatoria judicial del caso Buendía, ni Bartlett ni De la Madrid fueron investigados o interrogados, a pesar de que supuestamente Zorrilla asesinó a Buendía cuando era director de la Federal de Seguridad.
Al renunciar al PRI donde no sólo fue militante y dirigente del partido sino para el cual operóelecciones con resultados irregulares –como la elección presidencial de 1988 que manejó como Secretario de Gobernación y que significó la entronización de Salinas de Gortari y de su proyecto neoliberal–, Bartlett fue acogido por López Obrador, purificado de sus pecados políticos del pasado e incorporado al equipo del primer círculo de poder del tabasqueño. Hoy Bartlett es jefe de la bancada del PT —fundado con el apoyo de Raúl Salinas de Gortari y hoy aliado a López Obrador en el Estado de México– y se asume –¡oh sorpresa!– como político “de izquierda“.
La investigación del caso Buendía por los gobiernos de De la Madrid y Salinas –y Bartlett fue secretario de Educación del salinismo y una operación política manejada directamente por Joseph-Marie Córdoba Montoya lo impuso como gobernador priista de Puebla– de nueva cuenta ha reabierto la necesidad de revisar el expediente de Buendía por las irregularidades en el proceso judicial que buscó excluir a Bartlett y a De la Madrid de cualquier investigación, a pesar de ser los jefes directos de Zorrilla.
Si López Obrador quiere ser presidente, tendrá que revisar sus
alianza con Bartlett por su involucramiento como funcionario en el asesinato de Buendía o asumirse como cómplice funcional.
Política para dummies: La política es el reino de las confusiones donde lo que es no es y lo que no es puede ser.
Sólo para sus ojos:
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- Edomex llega a su recta final. Nunca una elección local había atraído no sólo la atención nacional ni se había colocado en el ojo del huracán de una elección presidencial. Aunque en política los escenarios no son en automático.
- Preocupación en el PAN: nunca había estado tan fuerte a nivel nacional con tantas gubernaturas pero nunca se había visto tan débil que considera que por sí mismo no gana la presidencia. Es decir, que no habrá otro 2000.