No entienden. No quieren. No se desligan de sus orígenes. Y sí son como los de antes. Y hacen cosas como se hacían antes: exactamente. Eso es: desde el primer día –sábado 30 de julio- al iniciarse la votación para elegir delegados al Congreso Nacional de Morena, se mostraron en su exacta dimensión: chanchullos, acarreados en multitudes, golpes, golpes bajos, quema de urnas, acusaciones de fraude, presión a votantes –“para no perder los apoyos”–, favoritismo: todo en un día. ¿Presagio de lo que serán las elecciones en 2024?
Un síntoma de debilidad de un partido es que rompe con sus reglas internas y su dirigencia elude su responsabilidad en tanto permite que un supra-mando decida nombres, puestos, candidaturas, tiempos, formas, recursos, gobierno, gobiernos, confrontaciones: Así fue por años en México.
Y para cambiar esta mala costumbre antidemocrática, en julio de 2018 más de 30 millones de ciudadanos votaron por cambiar. Esto porque el candidato de “Juntos haremos historia” prometió entonces que de llegar a la presidencia ya no sería igual, que se acabarían esos chanchullos y que la transparencia y la ley serían el síntoma del nuevo gobierno: “Nada ni nadie por encima de la ley” se repetía una y otra vez, sin descanso.
Pero poco a poco las cosas se decantan y las viejas costumbres en política electoral se abren paso entre el discurso oficial del “ya no somos como antes” y la simulación.
Se afirma desde las más altas tribunas del país que las cosas ya son distintas a como eran antes. Pero los hechos son los mismos; o son de otro modo, lo mismo. Es el caso del Movimiento de Regeneración Nacional –Morena-.
El sábado y domingo pasados se llevó a cabo la renovación del Congreso Nacional de Morena, su máximo órgano de decisión. Esos días se llevaron a cabo asambleas en casi los 300 distritos del partido para elegir a 3 mil integrantes del Congreso Nacional, con miras a actualizar los estatutos de Morena rumbo a la elección presidencial de 2024.
Pero el procedimiento mostró sus fauces. Todos contra todos en Morena. Todos por predominar unos a otros. Todos para favorecer a sus candidatos. Enfrentados. Acusados. Uso de la violencia y de las peores artimañas para obtener triunfos que sí son objetables en esas circunstancias. Fracaso total. ¿Qué cuentas va a entregar Mario Delgado, organizador de este proceso?
Algunos de los aspirantes a la presidencia ven que el procedimiento está sesgado y conducido a obtener un resultado que beneficie a dos de los aspirantes a la presidencia: Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López. Obediente el presidente de Morena, Mario Delgado, opera a su modo.
Previo a este evento, la gente del canciller Marcelo Ebrard y el coordinador morenista del Senado, Ricardo Monreal Ávila acusaron: “el piso no está parejo”.
Y dicho y hecho. Monreal Ávila dijo: “Por respeto a las bases, a la militancia y a quienes fundaron el partido Morena y fueron excluidos, no participaré en el proceso de selección de consejeras y consejeros, este sábado 30 y domingo 31.”
Pronto el presidente de México respondió a la queja del “no hay piso parejo”. Indignado acusó a quienes así lo afirman de traicionar la voluntad del pueblo, porque “es ahora el pueblo el que decide”, dijo desde el Palacio Nacional. Así que el mandato es “chitón”.
De cualquier manera el evento se llevó a cabo. Pero con el anuncio previo de la inconformidad de dos de los principales aspirantes a la candidatura presidencial por Morena, el famoso Congreso Nacional se empañó y, por sus formas en los hechos, genera grandes dudas de sus resultados.
Ahí está evidenciado un procedimiento que tiene muy poco de democrático y sí mucho de inducción y favoritismo. “Dados cargados” se dice. “Cartas marcadas”, se dice también.
Entre las prácticas ilegales denunciadas se encuentran, también, la distribución de propaganda o indicaciones para votar a favor de un candidato; compra de votos; ese evidente acarreo en favor de candidatos, ataques o calumnias, así como intervención de funcionarios en el proceso y presunto uso de recursos públicos para beneficio electoral.
Por su parte los tres aspirantes oficiales a la candidatura siguen brincándose las trancas y participan sin pudor alguno en la lucha por ser el merecedor de “tan alta distinción”, a sabiendas que será Palacio Nacional el que decida el nombre del candidato en 24 y, con ello, el futuro de México.
Ante estas evidencias de manipuleo político-electoral, se genera desencanto entre los ciudadanos, aun entre aquellos que han comulgado con la 4-T o le apoyan en razón de los beneficios que reciben.
Pero esos mismos ciudadanos también tienen a la vista una oposición a Morena prácticamente inexistente, invisible y muy hecha a un lado: prácticamente inútil. ¿Qué queda entonces? Una decisión firme y responsable del ciudadano. ¿Pero cómo? Una muestra ocurrió en las elecciones pasadas: predominó la abstención y el triunfo de las minorías. ¿Eso es lo que merecemos en México? ¿Es esa la democracia que se supone que hemos construido?
Partidos de oposición que olvidan su responsabilidad en democracia. Un partido predominante que está acosado por las ambiciones de grupos internos y que podrían llevarlo al suicidio político. ¿Y el ciudadano? ¿Y el país? ¿Y el futuro de México? ¿Es este panorama el que veremos en 2024? ¿Y las fuerzas políticas que toman el poder desde el crimen organizado?… Grave situación vivimos. Grave.