Ni bien despierta uno con esas pesadillas narcotercermundistas de un reality chou muy, pero muy mexicanote, cuando uno escucha que en la televisión olvidaron así muy de repente –como regularmente sucede– el asesinato de Marisela Escobedo, la fuga de 151 reos en Tamaulipas, la explosión del ducto de Pemex en Texmelucan y para no olvidar a nadie en estas navidades, los enfrentamientos con La Familia Michoacana, pues Santa Claus se adelantó con la aparición del “Jefe” Diego Fernández de Cevallos.
Así apareció, sin maquillaje, sin ese puro que lo caracterizaba, y con una barba que elimina de ipso facto al diputado federal Alejandro Encinas, cualquier aspiración de ser un personaje navideño, que cambiaría las botas rojas por amarillas, por aquello de las malditas dudas.
La cobertura que se le dio al enigmático y para nada carismático personaje, fue mucho mejor que cualquier telenovela o incluso casi tan emotiva como el final de “La vita e bella”, pues ver llegar al “Jefe” Diego, a su conferencia, y decir como todo un elocuente mesías, que “ya perdoné”, es casi tan sublime como el “perdónalos padre… no saben lo que hacen”.
Televisa, aquella empresa que se autocensuró en cuanto al manejo de información en aquellos días en que desapareció el fumador de puros empedernido, y que dijo que era para “evitar poner en riesgo su vida”, ayer fue la que dio la nota principal en la voz de su estrella Joaquín López Dóriga, y de inmediato… la búsqueda de respuestas, las declaraciones y los sesudos comentarios de un periodista de alta finura como Esteban Arce, diciendo que la aparición del panista significaba la reconciliación… y pues honestamente uno se queda de ¿así o más mesiánico?, porque además ya dejaron de ser secuestrados quienes mantuvieron retenido a Fernández de Cevallos, pues ahora se conocerían como “los liberadores”.
Llegó Santa y trajo consigo unas rosas, una barba larga, aunque tuvo que adelgazar (por aquello de la campaña anti obesidad del gobierno federal), pero que le obsequió al Jelipillo Calderas, unos días libres de cualquier señalamiento de inmoral, de rebelión o de no tener una figura para la elección presidencial del 2011.
Los que si sufrieron y no tuvieron más que gases y macanazos, fueron los priistas oaxaqueños, que se enfrentaron con los policías en la entrada al zócalo de la ciudad capital, pues el ex porro y ex munícipe (por varias ocasiones ya), Fredy Gil Pineda Gopar, intentó poner su campamento en aquel lugar que era la sede appista por excelencia.
Aquí lo que no esperaban, era que cuando se cubren los accesos, significa que no pasa nadie, y entre lluvias de botellas y uno que otros gases, los manifestantes se dispersaron.
Gritos al cielo y los priistas, pidieron la salida de Irma Piñeyro, que no sirve para la chamba y que era mejor cambiarla.
La funcionaria en tanto, pareciera no inmutarse pues a pesar de la lluvia de golpes por los priistas y convergentes, sigue estando ahí, donde Gabino Cué cubrió sus cuotas y saldó cuentas políticas, lo malo es que los jodidos seguimos siendo el resto de los que vivimos en este chapulinesco lugar, pues siguen bloqueando, enfrentamientos y madrazos por doquier.
Ahora sólo nos resta esperar, y pedirle a Santa “Diego”, que nos mande unos habanos para mantenernos bien alejados de toda realidad tercermundista y seguiremos la historia de la novela sexenal de Peña Rico- Peña Pobre, aderezada con los conflictos familiares de Michoacán.
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