Mil años de historia perdida en árboles centenarios caídos: Alfredo Martínez de Aguilar

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* Tres ejemplares emblemáticos suman más de 500 años. El Higo del Valle sembrado por el primer presidente de México, Guadalupe Victoria, y el Fresno plantado por José María Morelos y Pavón, en la Calzada de la República y El Llano, en 1812.

* Altamente preocupante es la pérdida de la dignidad y valor civil de los oaxaqueños para luchar por la defensa de nuestra casa común, ciudad capital y estado. Nos convertimos, lamentablemente, en un pueblo indigno y desgüevado.

 

(A la memoria de mi amigo-hermano artista y ambientalista Francisco Verástegui como homenaje perenne por su preocupación y ocupación por proteger, cuidar y salvar los árboles en su libro Árboles emblemáticos de Oaxaca. Patrimonio vivo de la humanidad)

 

(A mis amigos-hermanos Lizeth Zárate López y Alfonso Esparza Hernández por el lamentable fallecimiento de su abuelo don Francisco Zárate Cruz. Un abrazo fraterno y solidario en estos momentos difíciles. Descanse en paz)

En los últimos dos años, Oaxaca ha perdido mil años de historia viviente en la caída de sus árboles centenarios, por la criminal irresponsabilidad de las autoridades federales, estatales y municipales, neoliberales y populistas.

Los árboles históricos han sido descuidados y abandonados por el pueblo y los gobiernos, a pesar de ser testimonio viviente de la aportación de Oaxaca a la construcción de México desde la Guerra de Independencia.

Tres ejemplares emblemáticos suman más de 500 años. El Higo del Valle sembrado por el primer presidente de México, Guadalupe Victoria, y el Fresno plantado por José María Morelos, en la Calzada de la República y El Llano, en 1812.

A estos, se agrega el Laurel de la India, que bajo la dirección de mi hermano Raúl Castellanos Hernández en CORTV inició la transmisión de los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Oaxaca “Bajo el Laurel” y los Bailes de Danzón.

Desde #UNIDOSPOROAXACA recriminamos: ¡Qué ingratos somos los oaxacos! Cosechamos destrucción, inseguridad y violencia porque la hemos sembrado. Ni Danzoneros ni Sinfónica despidieron con Dios Nunca Muere al laurel que les cobijó. ¡No es cursilería, es gratitud!

“Desde la juventud su sombra cobijó sueños de amor. En el 2004 la Televisión de los Oaxaqueños comenzó a transmitir los conciertos “Bajo el Laurel”. Valdría la pena organizar un megaconcierto danzón incluido, para despedirlo al compás del Dios nunca Muere”, propuso Raúl Castellanos.

Es tal la importancia de estos árboles que en la Guerra de Independencia, llegó a Oaxaca el Generalísimo José María Morelos, quien primeramente rindió honores a la Virgen de Guadalupe en la Capilla de Belém, a un costado del Llano.

Ahí, el primer presidente de México, José Miguel Fernández y Félix, duranguense, nacido en Tamazula, adoptó el nombre de Guadalupe Victoria, por la batalla que ganaron. Él y Morelos estuvieron 40 días en Oaxaca.

En el río Jalatlaco, en la hoy calzada de la República, bajo una intensa lluvia de balas, en 1812, en medio de la batalla contra los realistas, José Miguel Fernández arengó a sus tropas “Va mi espada en prenda, voy por ella”.

Francisco Verástegui, artista y ambientalista, narra en el libro “Árboles Emblemáticos de Oaxaca. Patrimonio vivo de la humanidad” el episodio histórico de Guadalupe Victoria, entonces teniente coronel, al cruzar el río con su tropa y lograr la victoria.

Habiendo cumplido la misión, fue a la capilla de Belén, hoy ubicada en la calle Pino Suárez, y ahí se cambió el nombre al de Guadalupe Victoria, en memoria de la virgen de Guadalupe y del triunfo contra los realistas.

En recuerdo de dicha acción, plantó el Higo del Valle en el sitio en que cayó su espada cuando la lanzó sobre el río Jalatlaco, como herencia histórica a la tierra que contribuyó a hacerlo primer presidente de México.

La caída de dichos árboles es consecuencia de las torrenciales lluvias y viento provocadas por el cambio climático, también lo es de la evidente, pública y notoria falta de trabajos de conservación y mantenimiento de los mismos.

Altamente preocupante es la pérdida de la dignidad y valor civil de los oaxaqueños para luchar por la defensa de nuestra casa común, ciudad capital y estado. Nos convertimos, lamentablemente, en un pueblo indigno y desgüevado.

El arribismo de los saqueadores y trepadores locales y foráneos al Gobierno Municipal capitalino y al Gobierno del Estado en los últimos años ha traído consigo la permanente destrucción de la Gran Señora del Sur.

No es un problema nuevo, ciertamente, es la herencia maldita del echeverriato populista por medio siglo, cuyos efebos de entonces, faltos de identidad y de amor a Oaxaca, llegaron a destruir, dividir y enfrentar a los oaxaqueños.

 

alfredo_daguilar@hotmail.com

director@revista-mujeres.com

@efektoaguila