La migración es consustancial al desarrollo de los pueblos, al intercambio de adelantos tecnológicos y a la diversificación, y el enriquecimiento de las culturas. No es un fenómeno reciente, está en el ADN de naciones e individuos. En contra de la pretensión del nazi-fascismo de la primera mitad del siglo XX, y sus expresiones grandilocuentes de nuestro tiempo, no hay razas puras, hay pueblos multidiversos.
En el núcleo del reciente libro del investigador israelí Yuval Noah Harari, De animales a dioses: breve historia de la humanidad, está la tesis de que no hay ser humano que no tenga en su código genético, incluidos quienes tienen en su fenotipo, un solo origen, las contribuciones de varios y geográficamente distantes troncos raciales. Pero el impacto de la migración incesante por todos los puntos cardinales no se registra sólo en el aspecto racial y el cultural, sino también en lo económico. El intercambio de mercancías y los flujos de fuerza de trabajo contribuyeron al despegue de las naciones industrializadas, en Europa, América del Norte y en los países del sudeste asiático.
La mayor economía del mundo, Estados Unidos, sólo pudo erigirse y mantener su supremacía por décadas debido al trabajo, el consumo y las contribuciones fiscales de la extensa y variopinta población inmigrante, y de manera especial la de origen latinoamericano, con acento en el mexicano. Las cifras, no la opinión personal, revelan que las poblaciones en movilidad son un activo, no un pasivo, en la construcción y el mantenimiento de la economía con mayor generación de valor agregado, año con año. Aunque en los últimos años disminuyó el ritmo de la migración de mexicanos, de una población de casi 57 millones de latinos en Estados Unidos, más de 63 por ciento es de origen mexicano; es decir, más de 36 millones de personas. Es una población joven, con gran potencial, pues casi la mitad de los latinos nacidos en el país vecino del norte tiene menos de 18 años, según datos del Pew Research Center. En contraste, sólo 20 por ciento de los estadunidenses no hispanos de raza blanca son menores de 18 años.
La contribución de esa población mexicana y de origen mexicano ha sido determinante: los connacionales de hasta la tercera generación aportan 8 por ciento del producto interno bruto (PIB) estadunidense, sostiene un estudio de BBVA. El valor de la riqueza generada por los mexicanos y sus descendientes en esa nación equivale a 104 por ciento del PIB mexicano; es decir, superior al valor de toda nuestra economía en 2011, un porcentaje que no ha variado en los años recientes.
Otorgarles la ciudadanía a muchos inmigrantes no autorizados y permitir la movilidad elevaría el crecimiento del producto interno bruto (PIB) 0.33% en la próxima década, de acuerdo a la Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos. Sin los inmigrantes no autorizados, el crecimiento se encogería 0.27 por ciento al año.
Además, aunque sólo representan 18 de cada 100 trabajadores de más de 25 años, los inmigrantes son responsables de 28 por ciento de las patentes de alta calidad, un indicador de progreso tecnológico ligado a la productividad y el crecimiento económico. A la fuerza laboral inmigrante se le atribuye 39 por ciento del aumento en trabajos en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, con un aumento de 29 por ciento de los trabajadores en este sector.
Como se observa, la producción en la economía es más alta y crece más rápido con más inmigrantes, dado que estos aumentan el número de trabajadores y la productividad. Las extensas comunidades de mexicanos en el exterior, además, son custodios fieles de su cultura de origen, son brazos abiertos al mundo que no renuncian a sus tradiciones, a sus costumbres, a su profunda y sólida identidad ancestral que mucho las enorgullece. Las encontramos en California, en Texas, en Illinois, Nueva York, Florida y otros estados beneficiarios de su vocación por el trabajo y su respeto al entorno cultural y jurídico que los recibe.
Eso pude constatar, una vez más, en mi reciente visita a comunidades mexicanas, acompañando al presidente del CEN del PRI, Alejandro Moreno, y otros miembros del comité directivo.
En Los Ángeles, California, sostuvimos un fructífero encuentro con Kevin de León, primer líder latino del Senado estatal de California en 130 años, quien ha sido un firme y eficaz defensor de los derechos laborales, sociales y humanos de nuestros connacionales, al igual que con Lou Correa, congresista de California en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, un férreo de-fensor de los dreamers. Nos reunimos con connacionales en Chicago, donde conversamos sobre la importancia de su voto desde el extranjero, el programa 3×1 para migrantes y su representación en los congresos.
Finalmente, en Nueva York, nos reunimos con la comunidad migrante, al igual que con la US-Mexico Chamber Of Commerce, para reafirmar la postura del PRI nacional en torno a la relación comercial bilateral. En suma, es preciso defender los derechos humanos y laborales de los migrantes, reivindicando en particular el importante papel que juegan los mexicanos en los países receptores, de manera destacada en nuestro principal socio comercial, Estados Unidos.
* Presidente de la Fundación Colosio