Dedicado a la memoria de mi madre, una oaxaqueña que aspiraba a un mejor país
Las últimas semanas han sido un desastre para la entidad, particularmente para la capital que se ha visto secuestrada por aquellos grupos que se empeñan en detener cualquier intento de progreso. En Oaxaca se ha fortalecido de una manera grosera la cultura de la ilegalidad, de las marchas, los plantones, los bloqueos y las manifestaciones. Las acciones emprendidas por los profesores, los sindicatos, las organizaciones políticas y un sinfín de cavernícolas violentan la libertad de tránsito, de trabajo y desarrollo de la inmensa mayoría.
La entidad no puede seguir por esa vía, es necesario que las autoridades entiendan que deben someter a los ciudadanos al imperio de la ley, que las libertades individuales tienen como límite las libertades de los demás. Estoy consciente que por las obras realizadas en el cerro del Fortín, hace un rato que no se puede leer con claridad la máxima del ilustre liberal oaxaqueño, Benito Juárez García: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, pero no por ello debe ser dejada de lado por los oaxaqueños. Seguir esta máxima es el camino a una mejor sociedad, más civilizada, más prospera.
Lo que esto significa es que el gobierno, como árbitro que es de las relaciones que se establecen entre la ciudadanía, tiene que cuidar que los derechos de unos no terminen pisoteando los derechos de otros. Debe respetar la libertad de expresión de todos los grupos, siempre y cuando estos no agredan el patrimonio y prerrogativas de los demás. Resulta vergonzoso ver como los policías y agentes de tránsito únicamente acompañan las manifestaciones, sin detener a todos aquellos malandrines que aprovechan estos actos para deteriorar los acervos públicos y someter las libertades ajenas.
Sugiero un gobierno más firme, que sea capaz de imponer la ley. Esta siempre será una decisión difícil porque al funcionario que lo haga lo tildarán de autoritario, pero que más da, si ahora ya se ha hecho costumbre decir que todos son autoritarios, cuando lo que en realidad tenemos es gobernantes blandengues en unos casos y cínicos en otros.
Mi utopía es que la violación constante al estado de derecho desaparezca, que ciudadanos y funcionarios respetemos la ley en todo momento y circunstancia, convirtiéndonos en una comunidad estelar del país, reconocida por la amabilidad de la gente, la seguridad de sus calles, la facilidad para hacer negocios, la paz en sus diversas comunidades, el orden y el respeto.
Por otra parte, debo reconocer que existen demandas legítimas de muchos grupos, que al enfrentarse a des-gobiernos incompetentes, corruptos y sordos, no les queda más alternativa que salir a las calles, pero a estos grupos les sugiero que realicen sus manifestaciones de forma ordenada, sin alterar el tráfico, sin destruir el patrimonio, simplemente haciendo ver sus inconformidades (véase el caso del personal médico del hospital civil, que se manifestó en la semana por la ausencia de medicamentos y equipo).
En la actualidad, se tiene por un lado grupos que hacen del desorden un deporte y grupos que se manifiestan porque el gobierno no es capaz de escucharlos y resolver sus demandas, como quiera que sea, todo apunta a que se cuenta con funcionarios incompetentes, pero también con personajes siniestros que ante todo intento de diálogo lo rompen, para demostrar que su deseo es el atraso de todos para su enriquecimiento personal (véase el caso del sindicato de profesores).
En un mundo maravilloso, Oaxaca podría aprovechar todas sus riquezas y potencialidades para ofrecer un elevado bienestar humano, siempre y cuando los ciudadanos nos dedicáramos a respetar las leyes y trabajar diariamente. Mientras los gobiernos se encargaran de fomentar la democracia, el orden, el respeto, la actividad económica, la educación, la salud, el ocio y sano esparcimiento.
También sueño con un Oaxaca en el que se respetan los derechos de propiedad, donde lo ganado con el esfuerzo y sacrificio del trabajo se garantiza por parte del Estado, donde la propiedad es la base de la riqueza y seguridad económica personal.
Evidentemente, forma parte de mi sueño contar con una sociedad mejor educada, donde los profesores declaran poner fin a las huelgas y paros. Sueño con un estado donde se tienen los primeros lugares en materia educativa y no los últimos como sucede en este momento. Donde se entiende la importancia de la educación formal e informal. Donde se valora la ciencia y la técnica y donde se promueve la búsqueda de la competitividad con atención a nuestras costumbres y raíces.
A veces he pensado que el destino trágico de Oaxaca es el subdesarrollo, el atraso y la miseria, todas las estadísticas y acontecimientos que reviso es lo que me indican, pero existe algo dentro de mí, como dentro de muchos oaxaqueños, que se niega a trabajar para que la profecía se cumpla. A lo largo de mi corta existencia me he topado con muchos paisanos, tanto dentro como fuera del país, que me dicen que si alzamos la voz, que si actuamos en beneficio nuestro, pero también en beneficio de la colectividad, podremos darle la vuelta a esta terrible situación.
Ahora mismo, al escribir esta columna, me encuentro “exiliado” del estado, pero espero poder volver muy pronto para ser parte de la generación del cambio, de la utopía hecha realidad, del grupo que se niega a tener un Oaxaca permanentemente en el atraso, que quiere convertir a la entidad en el mejor lugar para vivir del mundo, porque eso es lo que los oaxaqueños nos merecemos.
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* Doctor especializado en estudios regionales y profesor-investigador de la UACJ