A finales de abril de 1988 concluían ocho meses de la campaña electoral de Carlos Salinas de Gortari. Durante su recorrido por el país, había aceptado el compromiso de respetar los resultados electorales, y de triunfar en la elección, “promovería una nueva cultura política basada en el pluralismo”.
En tanto realizaba una corta gira por Oaxaca, se hospedo en el Hotel Misión de Los Angeles, al igual que Enrique González Pedrero, a quien ya mencionaban como futuro Secretario de Gobernación, o de Educación Pública. Sin embargo, su destino fue la Embajada de México en España como resultado de haber sido desplazado del primer circulo salinista.
Otto Granados Roldán, hoy Secretario de Educación Pública y José Antonio Álvarez Lima, quien aspira a una candidatura de Morena para llegar al Senado; se alojaron en el mismo Hotel Misión de los Ángeles.
La anécdota dice que, en tanto el futuro embajador en España desayunaba con un amigo en el restaurante del hotel haciendo tiempo para que el candidato apareciera y se iniciaran los trabajos del día, a lo lejos, en los jardines del bello hotel oaxaqueño, se alcanzaba a mirar a un Salinas aislado, sin nadie que lo acompañara o se le acercara. Se le veía pensativo, incluso preocupado, toda vez que la campaña en Oaxaca no había sido lo que él esperaba, a pesar de que el gobernador, Heladio Ramirez López, era amigo y leal militante del partido gobernante.
Salinas había sentido el descontento popular, se había asomado a la marginación, a la pobreza extrema, a la ignorancia toda, a la violencia que le confirmó un dirigente de su partido: “Aquí se matan”. “Sacan el machete y pelean hasta matarse”.
Tal vez en eso meditaba Salinas, pues tal situación estaba siendo aprovechada por sus rivales que no eran precisamente políticos débiles. Se trataba de personajes con enorme arraigo y amplio empuje popular como — Cuauhtémoc Cárdenas, por el Frente Democrático Nacional (Centro-izquierda), y Manuel Clouthier, por el Partido Acción Nacional (poderoso adversario de auténtica derecha), políticos los dos, que con éxito capitalizaban las crudas realidades de pobreza, marginación y discriminación contra las comunidades indigenas que Salinas había visto a lo largo de su campaña electoral y que Oaxaca lo confirmaba a plenitud, motivo suficiente para preocuparse en serio, pues la elección peligraba y el riesgo de perderla era muy alto, a pesar de que el PRI continuaba siendo la máquina que, a su paso, todo aplastaba. Era invencible, representaba todo el poder presidencial; “La dictadura perfecta” como la llamó Vargas Llosa y que tantas criticas le causó. Lo que sucedió después ya lo sabemos.
La anécdota contada viene al caso, porque los recientes movimientos que desde la cúpula del poder se vienen dando, nos recuerdan esa imagen de Salinas en el Misión de los Ángeles, y que en el presente, por momentos, parece repetirse con el candidato oficial.
Y no es para menos, pues los movimientos se han producido en los últimos días no ayudan a la candidatura del ex secretario de Hacienda.
Veamos: La Procuraduría General de la República no ejercerá acción penal contra Duarte por delitos bancarios imputados en 2014, lo que significa que la PGR no continuará con la indagatoria en contra del ex gobernador de Chihuahua acusado de presuntas transferencias de recursos públicos (80 mil millones de pesos) al banco Progreso del que su tesorero fue abogado y accionista.
Lo anterior no implica que César Duarte ya la libró y que está libre de toda culpa. No, todavía tiene una larga lista de averiguaciones y acusaciones en su contra; pero esto no quita que la PGR siente un sospechoso precedente de impunidad que afecta a un candidato que hereda las acciones de un gobierno que termina descalificado.
Hay que agregar la sorda selección que hizo el PRI el pasado domingo de su “parque jurásico”; listado que solo agradó a los elegidos: Ochoa Reza presidente del PRI; Ruben Moreira hermano de ya saben quien; Claudia Ruiz Massieu, secretaria general del PRI y sobrina de Salinas; Carlos Aceves del Olmo líder de la CTM; Vanessa Rubio ex subsecretaria de Hacienda y amiga cercana al candidato; Miguel Angel Osorio Chong ex secretario de Gobernación; Eruviel Avila ex gobernador del Estado de México; Pablo Gamboa, hijo de Emilio Gamboa líder de la bancada del PRI en el Senado; Beatriz Paredes y otros de menor renombre. Estos hombres y mujeres, como lastre lo tendrá que cargar el candidato priista durante su campaña, pues varios de los nominados están ligados a la corrupción y a la impunidad; motivos suficientes para preocuparse y meditar como aquel candidato del año 1988 que, en los bellos jardines del Hotel Misión de los Ángeles, analizaba los retos y riesgos que su candidatura enfrentaba ante dos colosos de la política, Manuel Clouthier y Cuauhtémoc Cárdenas.
Hoy como ayer, el candidato oficial enfrenta a dos poderosos rivales, Ricardo Anaya, que si algo sabe hacer con éxito es la política ganadora, y Andrés López con veinte años de estar “duro y dale haber sí sale”, motivos suficientes como para meditar y analizar.
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