La tenemos frente a nosotros y ya su rostro y presencia nos parece fantasía. Enigmática, sin duda. Pero algo más de tierra nos ofrece este portento de mujer.
Su voz y canto esparcido más allá de nuestras fronteras, por ejemplo, ha sabido revestir de mayor dignidad la imagen de México que las incongruentes campañas publicitarias de los gobiernos en turno.
En la histórica toma de posesión de Barack Obama se le invitó para celebrar con su música el arribo de un presidente igualmente histórico.
Ella anunció que aprovecharía para abogar en favor del migrante latino. Su vida misma es un botón de muestra. Divide su tiempo entre Nueva York, el Distrito Federal y su entrañable Oaxaca. Ahora mismo la han sumado como el rostro de las fiestas de la Guelaguetza.
Está encantada. Orgullosa. Lleva al país entero en la piel. Y su voz lleva ese ritmo pausado propio de los antiguos, con la música en la palabra:
¿Algo querrá decirnos su nombre?
¡Obviamente!
¿Sincrética, ecléctica?
Las dos cosas.
¿Simbiótica?
Sí, sí…
Muerta Chavela Vargas… ¿el reino ha de ser suyo?
Ay, ay… yo no sé si crea en los reinos, pero sí creo en Chavela.
¿Le advirtió Chavela que el amor no existe?
Escuché que ella hablaba esas cosas.
¿Le habló de los hombres y las mujeres grises?
Me transmitió algo de su fuerza.
¿Le comentó que se cuidara de los mediocres e idiotas?
¡Sí, definitivamente!
¿La animó a vivir?
Me sigue animando. ¡Me visita!
¿La conminó a sentir?
A sentir… y, sobre todo, a ser honesta.
¿A cantar?
Yo creo que más me llamó a ser… a existir.
¿La llevó al Tepozteco y le habló de un tal Macorina?
Me encantó, sí.
¿Le susurró sobre la ternura?
Sobre su amor por el mundo indígena.
¿Le advirtió que no se callara nunca?
Me dio muchos ánimos de seguir brava.
¿Que fuera libre?
¡Que volara, que volara siempre!
En fin, ¿usted de qué está hecha?
Yo… Soy hija de un hombre de piedra/venado con viento parió/nací del color de la tierra de un baño de fuego y vapor./Busqué por el mundo mi causa/verdades de otros creí/surgió en mi conciencia la falta/del cielo donde yo crecí…
¿Qué la mide?
No, no… nunca pienso de esa manera.
¿Qué la proyecta?
La fuerza de la tierra, de mi gente.
¿Qué la intimida?
La violencia contra la mujer.
¿Y ése, su rostro, qué nos dice?
Confusión, orgullo, alegría… y humildad.
¿Y ése, su canto?
El canto me da razón para vivir.
¿Y ese orgullo tan suyo?
El orgullo de buscar la raíz.
¿Muy mexicana?
¡Sí, definitivamente!
¿Y cómo lo sabe?
Lo siento en el corazón. Tengo la convicción de que nací para ser mexicana.
¿Le gusta serlo?
Sí, aprendí a serlo.
¿Vende bien ser mexicana?
Originalmente, no. Cuando empecé a trabajar en esto, se reían de mí; ahora creo que me respetan un poquito.
Por cierto, ¿a qué México le canta?
Le canto a un México que se cae… pero que se levanta.
¿A este país que asesina a su juventud?
Que se pierde, pero que se encuentra.
¿Este país que es incapaz de proteger a sus adolescentes?
A un país que tiene un alma en todos los rincones rurales y urbanos.
¿El que mata a las mujeres?
La mujer no es igual en todas partes. Y la realidad es muy diferente, pero todas traemos una fuerza impresionante.
¿El México impune?
Creo que estamos listos para cambiar.
A este México… ¿hay que cantarle?
Hay que cantarle siempre con pasión, con verdad.
¿A un país acobardado?
Claro, porque también de eso se canta.
¿Un país de la simulación?
Hay que decirle adiós a nuestras debilidades, a nuestra vergüenza.
¿Cantarle a este país… con estos gobiernos?
¡Ay, ay, ay!
¿Lila?
Digo lo mismo… ¡ay, ay, ay!
¿El país que mata al migrante?
Tenemos que ser civilizados para resolver el futuro.
En fin, ¿la esperanza tiene canto?
Claro, claro. Siempre hay esperanza y hay canto para la esperanza.
¿Y al desánimo?
También, muy necesario. Es necesario llorar nuestras penas… y nuestras pérdidas.
¿Estamos muy melodramáticos?
Pero así somos, es nuestra esencia.
¿Las rancheras nos salvan?
Definitivamente. En la ranchera se puede ser mexicano.
¿Y cómo somos los mexicanos?
En muchos sitios creo que no nos estamos permitiendo ser nuestra esencia.
¿Sigue orgullosa?
Sí, y peleo hasta la muerte por serlo.
¿Y ser de Oaxaca… la vuelve más mexicana?
Claro, porque tengo sangre indígena, tengo tradición. Orgullosa de ser mujer oaxaqueña.
¿“La cumbia del mole”?
¡Ay! “La cumbia del mole” es la bendición de todos los tiempos para mí, porque me lleva de nuevo al valle de Oaxaca, al cultivo del maíz, al, al, a la batida del chocolate sagrado, del cacao, de las mujeres que muelen en la piedra, es la celebración, de la mujer.
¿Eso lo sabe Gabino Cué?
¡Supongo que sí!
Por cierto, ¿con publicidad se puede bien gobernar?
Supongo que algunos piensan que sí, pero obviamente hay que tener madera para ser gobernante.
Hoy, hay elecciones…
¡No sé nada de elecciones en realidad!
¿Lila?
¡Es la verdad!
¿Todo el apoyo a la APPO?
No, porque es muy complejo lo que sucede.
¿Y todavía quiere ser el rostro de la Guelaguetza?
No pienso en ser el rostro de la Guelaguetza, pienso en ser una persona más, oaxaqueña, que aporta, que da y recibe como todos los oaxaqueños.
Entonces, ¿cantar nos reconcilia?
Creo que cantar nos saca de una realidad en la que estamos hartas y… nos lleva a otro sitio.
¿La mariguana nos libera?
Claro, definitivamente… nos tranquiliza.
¿Gringa, le ofende?
Ya no. Me ofendía en un momento, cuando le tiraban piedras a mi padre.
¿La integra?
La integro y también tengo que pelear por ella.
Por cierto, ¿cómo la tratan allá?
Muchas veces con discriminación y muchas veces con admiración y respeto.
¿Pudo hablar con Obama?
No, no he podido a la fecha.
¿Escucha al presidente?
Claro que lo escucho.
¿Va la reforma?
Creo que va la reforma, pero hay muchos símbolos, como el muro, que nos sigue insultando.
Por cierto, ¿qué sonido tiene el mixteco cuando es una mentada de madre?
¡Fuerte! Es fuerte la voz. Creo que el insulto es una cosa muy profana, muy profana en el mundo sagrado indígena.
Insisto: ¿éste, un país para presumir?
Claro, claro… tantas cosas: la comida, el cielo, la montaña… el amor.
¿Le enoja?
Me da mucha rabia muchas veces mi país.
¿Entristece?
Me entristece la mala fe de la gente que está en el poder. Eso me entristece, porque ésa es nuestra gente.
¿Los Ángeles Azules?
¡Ay! Mi admiración por el tiempo indio que me enorgullece.
A propósito, cuando canta, ¿se le atiende?
¿Se me atiende o se me entiende? Sí, a veces me pregunto cuántos entienden ciertas intenciones, pero no importa, porque creo que cuando se da con el corazón, como lo hago, se transmite eso.
En fin, ¿ya nos dice qué querrá decirnos con su nombre?
Que soy un ser producto de este tiempo, de esta confusión… y de esta búsqueda por la raíz y la identidad.
Milenio