En estos días el tema conocido como “Matrimonio Igualitario” ha estado en la percepción nacional gracias a tres factores: por un lado las manifestaciones de la comunidad LGBT a favor de la iniciativa como por ejemplo el “Frente Orgullo Nacional México”; por otro, el movimiento llamado “Frente Nacional por la Familia” en contra de la misma, y finalmente, las redes sociales.
Además de ello pareciera que prensa y líderes de opinión igualmente se han identificado a favor o en contra del tema, así, por un lado, he encontrado portales digitales nacionales de tendencia independiente más identificados con organizaciones sociales y el sector joven, a favor de la iniciativa y por el otro, diarios más tradicionales de carácter impreso, no en contra, pero menos cargados hacia la presión que han generado los grupos LGBT a través de las redes sociales, lo cual por momentos pareciera que ya define las agendas públicas.
Asimismo, a partir de las manifestaciones de familias e integrantes del Frente Nacional por la Familia en contra de la iniciativa del “Matrimonio Igualitario” y en contra de que esto pueda desencadenar crecientemente en la libre adopción por parejas homosexuales, han surgido en contra parte por los grupos LGBT o afines a estos, diversos pronunciamientos en contra de la Iglesia católica, al identificar a líderes de la misma detrás de las marchas contra la iniciativa, y atrayendo temas al debate como el de curas pederastas que han abusado de niños o niñas y la omisión de los jerarcas católicos por el esclarecimiento de estos casos.
Ante todo lo anterior, pocas posturas equilibradas he leído que no muestren cerrazón total al tema y que no se salgan por la tangente del tema central. Por momentos, me he sentido en un campo de futbol donde el fanatismo define el ánimo del partido, más que los propios jugadores en la cancha. Por un lado -aunque no en todos los casos- familias tradicionales pareciera que están completamente cerradas a nuevas formas de integración familiar, sin ánimo de diálogo y entendimiento, y por el otro, -igualmente no en todos los casos- grupos que lo quieren a costa de todo, fundamentados en los derechos humanos.
Al respecto me parece importante compartir una reflexión muy particular sobre el tema del “Matrimonio” más allá del “Matrimonio Igualitario”. Reflexión y opinión que hago con profundo respeto y responsabilidad.
Matrimonio nunca será igual a Hombre+Hombre o Mujer+Mujer. Tampoco será sólo hombre o sólo mujer. Matrimonio es varón y mujer, esposo y esposa. Más allá de su etimología, históricamente esa fue la costumbre que dio posterior formación del vocablo y de la figura, pero esencialmente el Matrimonio se definió como una institución religiosa que pasó a ser posteriormente una institución social.
Ante ese entendido, me parece que el hecho de no aceptar -bajo esta perspectiva de análisis- la palabra Matrimonio como Hombre+Hombre o Mujer+Mujer no es discriminación, tampoco intolerancia y mucho menos odio.
Si al luchar por la palabra “Matrimonio Igualitario”, los grupos que lo hacen se refieren a alcanzar bajo ese precepto derechos humanos constitucionales, ese es otro tema.
¿Se pueden alcanzar derechos a la seguridad social (por citar un ejemplo) para tu pareja bajo la figura del Matrimonio existente en México? Sí. Por ejemplo, si yo me caso, quien sea mi esposa adquirirá el derecho al seguro social al ser producto de mi esfuerzo laboral velado así por las leyes mexicanas.
En ese sentido, el derecho terrenal, el derecho de los hombres, el derecho civil, tomó al Matrimonio inicialmente como la unión válida entre hombre y mujer –y reitero- velada antes que la sociedad y su derecho, por el derecho de Dios, una costumbre de ese entonces, promovida como una institución religiosa hasta nuestros tiempos.
Entonces, hoy en día quienes buscan acceder a esos derechos humanos y sociales que resguarda el Matrimonio, en realidad no se enfrentan al derecho del hombre sino esencialmente se enfrentan al derecho de Dios y a una institución esencialmente religiosa, para mí, ante un Sagrado Sacramento.
Ante ello -la hipótesis de buscar acceder al Matrimonio para acceder a esos derechos humanos y sociales- me parece que la solución entonces podría darse creándose otro concepto, por ejemplo, “Régimen de Derechos para Parejas del mismo Sexo” (por pensar en un nombre ejemplificativo), y así si personas del mismo sexo se casan bajo el derecho civil, ambos puedan acceder a derechos que hoy contempla la figura del Matrimonio para parejas heterosexuales en el terreno civil, en realidad la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya lo ha votado, pero nunca contempló la costumbre milenaria que definió la figura del “Matrimonio”.
Bajo esa idea, el concepto “Matrimonio Igualitario” ni siquiera es contradictorio o debatible, simplemente no tiene sentido.
Si por el contrario, lo que se busca más allá del amparo de la Ley en cuanto a los derechos sociales y humanos, es el reconocimiento público de la sociedad, me parece que la solución es o más compleja o más simple, dependiendo el sentido, pero veamos por qué.
La solución será más compleja para el reconocimiento social porque entonces esos grupos están buscando modificar una institución ante todo religiosa y asimismo una costumbre de miles de años atrás, que además es soportada actualmente por los más y no por los menos -en este caso ellos-.
Pero también puede ser una solución más simple, porque entonces podría proponerse el surgimiento de nuevos conceptos como por ejemplo “Homonio” en lugar de Matrimonio y así podría iniciar el establecimiento de una nueva institución social basada en la costumbre de unirse en vida dos Hombres o dos Mujeres.
El tema no es sencillo, pero también amerita una óptica sin apasionamientos y sin fanatismos.
Si ante esta idea esos grupos de personas del mismo sexo que se aman insistieran y quisieran bajo la figura y concepto del “Matrimonio” (a secas) ser reconocidos socialmente y además contraer los derechos sociales y humanos que hoy conlleva jurídicamente el Matrimonio, una posible solución sería la creación de un concepto como el de “Matrimonio Civil”, a secas -sin agregar Matrimonio Civil de Homosexuales o Matrimonio Civil Igualitario, por ejemplo-.
Me refiero a que el derecho terrenal, civil, podrá contemplar cuantas formas quiera de unión entre parejas, ya sea heterosexuales u homosexuales, pero dejando en claro su origen, el civil, es decir, el derecho creado por los hombres, y entonces sería un matrimonio auspiciado bajo el derecho de esos hombres, no bajo el derecho de Dios y no bajo la costumbre que dio origen al concepto milenario y vigente de “Matrimonio”.
Saliendo un poco del tema central pero haciendo una analogía, los anillos u argollas, son más que una figura, un símbolo o un aditamento del Matrimonio, son un Signo de ese Sagrado Sacramento, aunque secundario lo son. Sin embargo, muchas de las parejas (homosexuales) actualmente buscan utilizar anillos como “símbolo” de su amor, sin embargo, puede que desconozcan que en realidad ese es un Signo del Matrimonio como sacramento de Dios, que auspicia la unión entre un hombre y una mujer cuyo fin original es la concepción natural de otro ser, basado en los valores del cristianismo.
Respecto a este último punto, el de la procreación y por tanto el de la posibilidad de adopción –que no es lo mismo- en el terreno de las parejas del mismo sexo, he de apuntar que bajo la idea incluso del derecho natural, el Sagrado Sacramento del Matrimonio se funda en la idea de la descendencia, esa procreación natural de un hijo, sólo posible a través del varón y la mujer.
Ante eso, el derecho de los grupos LGBT no está impedido pero es anti natural y la fe en Dios también implica aceptar lo que muchas veces no podemos cambiar, como por ejemplo, la naturaleza de nuestros cuerpos y nuestra posibilidad de reproducción, incluso para parejas de heterosexuales.
Ahora bien, sobre la adopción de niños sin padres o que sufren de violencia, las parejas homosexuales pueden ser una opción pero que no se funda en ese derecho natural, y no dudo que en algunos casos pueda reemplazarse la figura paterna o materna positivamente hasta el crecimiento del niño, pero sin duda no es la solución al caso central, el de la adopción, por dos razones fundamentales: primero, porque se transgrede el derecho natural del niño a tener ambas figuras (paterna y materna) y en estos casos casi nunca se piensa en sus derechos, sino en el derecho de los homosexuales –el querer ser padres o madres-; segunda, porque lo que hay que revisar es la causa-raíz de que existan niños en la orfandad. Pensar que la solución es darlos en adopción a parejas del mismo sexo o incluso a parejas de heterosexuales es una solución inmediata pero no de fondo.
Finalmente puedo decir que desde esta perspectiva, defiendo con convicción y fe la idea del concepto y figura histórica del Matrimonio como un Sagrado Sacramento, como una institución de Dios que contempla la unión de un hombre y una mujer, pero eso no significa que denoste, discrimine, sea intolerante u odie a aquellos que desean ser reconocidos tanto por el derecho civil como por la sociedad en su unión –de sexos iguales- basada en el amor.
Todos ellos y ellas merecen mi respeto y más allá de “defender” el Sacramento de Dios llamado “Matrimonio” lo que he pretendido aquí es buscar que juntos lo “entendamos” y por tanto lo respetemos.
Ambos, parejas homosexuales y parejas heterosexuales, familias tradicionales y nuevos modelos de familia, debemos estar fundamentados en el amor. Y con amor y respeto estoy seguro podremos entendernos y establecer una mejor sociedad. Se puede.
*Politólogo y Consultor
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