Más grave: crisis del PRI es crisis de toda la oposición || Carlos Ramírez

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La crisis derivada de la disputa por la dirigencia política y los recursos económicos del PRI es quizá el menor de los problemas del partido: lo más grave es que la oposición unificada no sólo fue aplastada por Morena como organización política del presidente López Obrador, sino que los tres partidos opositores entraron en modo de colapso poselectoral terminal.

 

El problema del PRI, en realidad, no es si Alejandro Moreno Cárdenas Alito se debe quedar con el partido hasta 2032 y más allá, sino que la verdadera crisis del tricolor radica en su camino de salida del escenario electoral: de partido-eje del sistema/régimen/Estado/Constitución a su inexistencia política por la votación presidencial priista con apenas 9%.

 

El gran debate que debieron de haber abierto los adversarios de Alito era sobre el escenario previsible de 2027 y 2030: el PRI como partido-régimen depende su existencia hoy de la alianza con el PAN e inclusive podría hasta ser el clavo ardiendo de los priistas que se salieron del partido en 1987 y se hicieron perredistas –pocos, pero votos constantes y sonantes– hoy errantes.

 

Esto quiere decir de manera sencilla que la base legislativa del PRI será de alrededor de 10% en las dos próximas legislaturas y que no tiene ninguna viabilidad de poner un candidato presidencial propio para darle la pelea a un tercer período presidencial de morena en 2030.

El colapso de los partidos de oposición no fue motivado por la fuerza político-partidista del presidente López Obrador, sino por la acumulación de contradicciones propias: el PRI, el PAN y el PRD fueron construcciones partidistas de grupos políticos muy determinados, pero cuyos liderazgos duraron poco en la vida política del país y las organizaciones para la competencia electoral nunca pudieron madurar como partidos.

 

En 1968, el político priísta y estudioso de la teoría política Mario Ezcurdia publicó un libro que debiera ser revisado por su actualidad: Análisis teórico del Partido Revolucionario Institucional (Cista-Amic Editores), un esfuerzo metodológico pero también curioso al pasar al partido por los diferentes tamices de las explicaciones teóricas sobre los partidos y concluyó que el PRI no era un partido político sino una estructura de poder presidencialista.

 

Las razones de la declinación electoral del PRI a partir de 1988 siguen sin ser estudiadas desde el interior del propio partido: el PRI de Plutarco Elías Calles como PNR fue convertido en el partido del Estado revolucionario priista por Cárdenas en 1938, pero Avila Camacho y Alemán lo convirtieron en el esqueleto sistémico del Estado mexicano.

 

El modelo PRI nació en 1929 como decisión de los jefes revolucionarios de entrar en la institucionalización política y terminó su ciclo en 1992, cuando el presidente Salinas de Gortari y el dirigente priista Luis Donaldo Colosio cancelaron al PRI como el partido del proyecto histórico de la Revolución Mexicana y culminaron la contrarreforma ideológica para convertirlo en el aparato de control social para la instauración de un largo ciclo neoliberal, incluyendo, de modo inevitable, la modificación de los artículos constitucionales del Estado social para liquidar el consenso posrevolucionario.

 

El PRI dejó de ser PRI con las reformas de De la Madrid, Salinas, Ernesto Zedillo y el Pacto por México de Peña Nieto que unió la firma del PRI con la del PAN y el PRD de los Chuchos en la segunda gran contrarrevolución neoliberal de ese acuerdo.

El PRI nació como apéndice del sistema presidencialista y dejó de funcionar cuando el PRI fue echado a patadas –según Vicente Fox– del poder presidencial, porque el PRI que regresó a la presidencia con Peña Nieto no era, ni con mucho, la sombra del PRI histórico con un proyecto ideológico-económico.

 

Los opositores de Alito –Dulce María Sauri que perdió la presidencia de la República en el 2000, Francisco Labastida Ochoa como el candidato aplastado de manera humillante por Fox y Manlio Fabio Beltrones como el dirigente del PRI que perdió las gubernaturas a la mitad del sexenio peñista y tuvo la honestidad política de renunciar al cargo– serían los de menor autoridad política para confrontar al Alito que está terminando con la fase de liquidación electoral Del PRI.

 

Al PRI lo mató Zedillo como venganza porque los priístas le impidieron poner candidato presidencial a Guillermo Ortiz Martínez o José Ángel Gurría Treviño. Lo demás, para el PRI, ha sido coser y cantar.

 

 

 

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Política para dummies: la política no es política cuando se asume como justificación.

 

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