El proceso electoral es un asunto muy importante que enfrenta Oaxaca, pero es claramente visible que ese no es ni su principal ni su más apremiante reto. Así como para la clase política, será decisiva la forma en que se resuelva la elección del Presidente de la República, diputados federales, senadores, diputados locales y autoridades municipales, tanto para la ciudadanía como para el gobierno hay temas que deben ser tanto o más importantes. La división, el encono, la codicia y el egoísmo entre oaxaqueños, es algo que debe enfrentarse antes de que deriva en una crisis mayor. No es un tema político, sino de gobernabilidad y de supervivencia colectiva.
En efecto, el análisis lineal fácilmente puede llevarnos a suponer que el tema más importante para 2018 será la elección de nuevas autoridades y representantes populares. Nadie puede regatear la importancia de ese proceso. Sin embargo, suponer que es el más relevante o trascendente, sólo puede ser producto de un análisis frívolo e incluso poco serio. En realidad, la entidad enfrenta tantos problemas tan profundos e inerciales, que en realidad la elección resulta ser una mera coyuntura que debería ser el camino, y no la finalidad, de los retos políticos para el año que inicia.
¿De qué hablamos? De que si bien Oaxaca es parte de la elección más grande y compleja de la historia de nuestro país (de forma global, en esta elección habrá más de tres mil cargos públicos en disputa en los comicios de julio próximo, y sólo en Oaxaca ocurrirá la renovación de casi doscientos espacios públicos, entre municipales y legislativos, los cuales reconfigurarán la relación de fuerzas y grupos en los espacios de poder), en realidad hay otros problemas que debieran estar en la médula de esas discusiones y definiciones políticas, no mantenerse escondidos y aislados como si éstos sólo fueran responsabilidad o problema de las autoridades ya electas.
Esos problemas, en realidad, tienen que ver con el eterno y complejo conflicto magisterial y popular; con la hasta ahora negada pero inminente crisis financiera del gobierno estatal; con el manejo y encaminamiento de solución a distintos conflictos de orden social y político en el interior de la entidad; y, entre otros, con el establecimiento de las condiciones mínimas para poder detonar algunos de los proyectos estratégicos más importantes para la entidad, como la zona económica especial en el puerto de Salina Cruz; o la conclusión de las autopistas al istmo y la costa oaxaqueña, que además de llevar casi veinte años de retraso en su construcción y conclusión, hoy el solo reinicio de las obras constituye uno de los mayores retos políticos y sociales para la administración estatal, en todos los sentidos.
NADIE HABLA DE LOS RETOS
Un problema importante es que nadie, en el ámbito público, quiere hablar de esos retos que están a la vista. En el gobierno no quieren hacerlo, porque impulsar una discusión de esa magnitud significaría reconocer los problemas y los fracasos institucionales que han enfrentado para poder darle la cara a esos problemas. Por eso, esas se vuelven discusiones vedadas, que se han mantenido de esa forma a pesar del cambio de gobernantes, de los aparentes cambios en las políticas institucionales, y de los diversos partidos de donde han emanado los gobernantes en la entidad.
Otro problema, similar al anterior, radica en que la oposición no sólo no ha querido hablar de esos problemas, sino que deliberadamente los ha utilizado para su beneficio. El mayor ejemplo de ello fue Gabino Cué, que como aspirante a la gubernatura se mantuvo varios años azuzando y respaldando las demandas magisteriales, hasta que tuvo que enfrentarse a ellas como gobernante. Cué no entendió que la Sección 22 nunca fue, ni sería su aliada, igual que como nunca quiso reconocer que él se dijo aliado del magisterio sólo por conveniencia. Al final, no sólo ellos terminaron perdiendo gracias a esas acciones convenencieras y frívolas, sino que Oaxaca entero resintió las graves consecuencias de un manejo egoísta e indolente de un tema tan relevante como ese.
Otra cuestión de la que debería hablarse a fondo es de la necesaria y urgente reestructuración financiera del gobierno estatal. Este es un asunto en el que, de entrada, deberían intervenir todos los actores y fuerzas políticas, porque en su dimensión actual no es sólo responsabilidad del gobierno, sino de todos los que le han exigido de más a la administración pública, hasta extenuarla y menguarla, a través de la presión, el chantaje y la corrupción.
No es aislado el hecho de que hoy diversas dependencias gubernamentales enfrenten importantes crisis que, de entrada, parecen incluso insalvables. Por eso, un asunto de voluntad y responsabilidad compartida debiera ser la revisión de las condiciones del sistema de salud, el educativo, de las pensiones de la burocracia estatal, y de la forma en que se procesa —con una lentitud agobiante— todo lo que tiene que ver con la inversión gubernamental y la obra pública. Entre varios otros temas.
En esa agenda de temas debería también estar, en un aspecto central, la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca. Es lamentable la forma en la que el sector público —estatal y federal— le sigue regateando apoyo y respaldo a la administración del rector Eduardo Bautista Martínez, y continúan posponiendo —para quién sabe cuándo— la solución integral y urgente que requiere la universidad de los oaxaqueños. Es cierto que el tema financiero es el primero y más apremiante de sus problemas.
Sin embargo, la UABJO sí merece un rescate integral, académico y político, en el que todos la dejen de ver como un espacio de crisis y extraterritorialidad, y asuman la importancia que tiene la Universidad como una de las principales cajas de resonancia sociales y políticas de la entidad, y vean que la indolencia hacia ella es parte del poco compromiso que existe para intervenir en serio en asuntos que no necesariamente dejarán un dividendo electoral, pero sí un legado importante para las futuras generaciones.
COMBATIR EL EGOISMO
Y, de hecho, en la picota está un tema más de fondo: el reto que enfrentan todos los partidos, el gobierno, las administraciones municipales y los representantes populares, por asumir que Oaxaca es un solo ente, y que por eso es indispensable dejar de ver a la entidad con egoísmo. Si se quiere concretar la Zona Económica Especial en el Istmo, o las autopistas que detonarán el desarrollo, el primer reto es lograr que las organizaciones sociales, los pueblos, y las mezquindades, dejen de ver su interés particular por encima del interés colectivo. Ellos, y todos, somos parte de Oaxaca. Y esa política inicua de asumirse como parte de una comunidad, pero no de Oaxaca, es la que ha engendrado el egoísmo que tiene pospuestos esos proyectos de desarrollo y justicia para regiones enteras de nuestra entidad.
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