Seguramente muchos amigos del auditorio ya están enterados sobre la agresión que sufrió el compañero y amigo periodista Rolando Jiménez López, quien trabaja para Paralelo20 Radio y TV. Y el fotoperiodista Alberto Méndez Cruz, del periódico Rotativo.
Estos dos compañeros, fueron agredidos por un grupo de personas originarias de San Baltazar Chichicapam. Algunos de los participantes contra los periodistas están plenamente identificados.
Los que ya tuvieron oportunidad de ver las fotografías en las redes sociales, se darán cuenta que hay un hombre de camisa blanca y gorra del mismo color, que sostiene un cuchillo cebollero en su mano derecha. El es José Martínez, quien en cuatro ocasiones intentó enterrarle el fierro a Rolando. Afortunadamente y por la velocidad de éste último, detuvo la fuerza del cuchillo con su mochila donde transporta su equipo de trabajo.
Esa gente violenta que se les fue encima a los reporteros, son del grupo opositor a la autoridad municipal de Chichicapan. Pertenecen al grupo de Lucio Martínez Rebollar, expresidente municipal de ese lugar.
También participaron en esa agresión, dos precandidatos. Uno del PRD, de nombre Arturo Rebollar, y el otro del Movimiento Ciudadano, de nombre Juan Pablo Vásquez.
En los videos que circulan sobre esta agresión, se ve la participación de unas 40 personas que persiguieron y se le fueron encima a Rolando. Unos traían palos, otros chicotes, cuchillos y machetes.
El error de los reporteros fue acercarse al grupo de violentos, encabezados por Miguel Vásquez Chincoya, quienes intentaban entrar por la fuerza al recinto legislativo.
Los que integramos el Grupo Prensa Oaxaca, reprobamos esos hechos y exigimos a las autoridades que los participantes sean detenidos. Sabemos que este tipo de agresiones y de intimidaciones que desembocan en actos delictivos, sólo buscan silenciarnos para que no quede un registro de sus abusos.
A pesar de todas las agresiones físicas o verbales, el periodista sabe que tiene una responsabilidad: la de informar. Y no por la intimidación vamos a dejar de hacerlo.
Lo sucedido antier (26 de enero) en la sede del poder legislativo de Oaxaca, es un reflejo de lo que sucede a lo largo y ancho de nuestro país. Estamos pasando por un tiempo donde la ley de la selva predomina por que los mismos delincuentes saben que la justicia no existe, y por lo mismo, pueden actuar como se les antoje.
Sabemos también, por datos serios y confiables, que México está entre los cinco países más peligrosos para hacer periodismo. Son tiempos en que cargar una grabadora, una cámara, escribir en un periódico, hacer comentarios en algún medio radiofónico o de televisión, representa un riesgo. Ahí está el ejemplo más cercano, más fresco. El caso de Moisés Sánchez. Este reportero vivía en Medellín, ubicado a menos de 20 kilómetros de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río. Hasta ahí llegaban los intereses caciquiles municipales, que se impusieron sobre la verdad. El pago de ella fue la muerte.
El periodismo en México es comparable con Irak, Rusia, Colombia, Ruanda, Somalia, Afganistán, entre otros.
Hay veces que hacer una pregunta incómoda puede traer consecuencias mortales. Es más, la simple presencia de un reportero puede equivaler a perder la vida. Es lo que le sucedió a mis compañeros Alberto Méndez Cruz, y Rolando Jiménez López, el día de antier en la sede del poder legislativo de Oaxaca.
Todo mundo habla de la libertad de expresión, pero ésta existe de acuerdo a los intereses del cacique. En los momentos de riesgo uno se da cuenta que la famosa fiscalía creada para investigar delitos contra periodistas, en realidad es una oficina que sirve para ocultar las agresiones.
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