La propuesta central del desplegado que 46 intelectuales y políticos hicieron publicar en varios diarios el pasado lunes 10 de octubre se parece a una de las iniciativas de reforma política que ha promovido de tiempo atrás el senador Manlio Fabio Beltrones, pero se trata de propuestas diferentes y, hasta donde he podido saber, independientes una de las otras, aunque el citado senador se encuentre entre los firmantes.
Para decirlo con todas sus letras, el texto de los 46 no tiene la intención de apoyar una iniciativa del senador, pues en el inicio del proceso electoral ese apoyo tendría una connotación política que dudo que sea la de Manuel Camacho Solís, Cuauhtémoc Cárdenas, Javier Corral, Santiago Creel, Miguel Ángel Granados Chapa, Arturo Núñez, Francisco José Paoli o Armando Ríos Piter, por dar algunos nombres.
Digo lo anterior porque se ha confundido la iniciativa de reformas constitucionales que se discute en el Congreso, con la idea de los intelectuales y políticos, y no sé si por descuido o por cualquier otro motivo, el diario Reforma contribuyó a esa confusión al atribuir al desplegado un planteamiento que no hace.
Y vale la pena aclarar la confusión porque las iniciativas de reforma incluyen la creación de la figura de “jefe de Gabinete” que podría generar división ya no sólo entre el Ejecutivo Federal y el Congreso, sino dentro del Ejecutivo mismo, pues habría la indefinición de si el presidente se convertiría en un jefe de Estado y el jefe de gabinete en el jefe de gobierno y podrían surgir jaloneos y conflictos que entorpecerían aún más la gobernabilidad.
Dice el primer párrafo de la nota principal de Reforma del lunes: “Un grupo de 46 intelectuales, gobernadores y legisladores del PAN, el PRI y el PRD urgieron a concretar una reforma constitucional que permita crear gobiernos de coalición”.
Pero si uno lee el desplegado que aparece en la página 21 de la misma edición, encontrará que no menciona ni propone reforma constitucional alguna, sino que se limita a explicar con brevedad y concisión, las preocupaciones de los signatarios y la conclusión a que llegan:
“Si ningún partido dispone de mayoría en la presidencia y en el Congreso, se requiere una coalición de gobierno basada en un acuerdo programático explícito, responsable y controlable, cuya ejecución sea compartida por quienes lo suscriben”.
Contribuyó a la confusión que en el cuerpo de la nota sobre el desplegado de los 46 se incluye un recuadro que enuncia los temas de las iniciativas de reformas políticas que discute el Congreso de la Unión.
Entre los intelectuales que firman el desplegado hay algunos eminentes juristas que sin duda saben que no tendría sentido reformar la Constitución para abrir una opción que ya tiene el presidente de la República, no sólo al inicio de su gestión, sino en cualquier momento de su gobierno.
Además, parece ocioso dar rango constitucional a una medida cuya aplicación queda a la discreción del Ejecutivo Federal, pues la Constitución establece derechos de los ciudadanos y obligaciones de los gobernantes, y no medidas opcionales.
Aclarada la independencia de los 46 respecto a las iniciativas del senador Beltrones, sí parece indispensable que el próximo presidente de la República, tenga o no mayoría en el Congreso, se convierta en un gran líder nacional y promueva un acuerdo con una, varias o todas las fuerzas políticas y organizaciones de la sociedad en torno a unas cuantas prioridades nacionales por lo menos en dos materias: seguridad pública y política económica.
Las prioridades del gobierno deben ser las prioridades del país. Esto es lo que no ha ocurrido en la administración del presidente Calderón. En materia de seguridad pública, su prioridad explícita desde el principio fue interceptar en territorio mexicano los cargamentos de drogas procedentes de Sudamérica y destinados a Estados Unidos, con altos costos para el país en dinero, desgaste institucional y vidas humanas.
Pero la prioridad de los mexicanos es terminar con la violencia y revertir los fenómenos sociales que la hacen posible: pobreza, desempleo, desintegración familiar y comunal, violencia intrafamiliar, ausencia de espacios públicos dignos para la recreación, falta de una atención profesional, responsable y cálida a los hijos de madres trabajadoras, y otros de este corte.
La prioridad de los mexicanos en materia de política económica no es la estabilidad de las variables macroeconómicas con sacrificio del crecimiento, sino lo opuesto: el crecimiento promovido por el gasto público para aumentar la producción, el empleo, el ingreso disponible de las familias, la demanda interna y reiniciar el circuito.
Para que una mayor demanda interna no se traduzca en aumento de las importaciones, se requiere una política industrial que construya cadenas productivas, de suerte que unas empresas mexicanas abastezcan de insumos a otras y lo hagan en condiciones competitivas de calidad y precio, lo que exige reconstruir y movilizar el instrumental de fomento económico del sector público en materia de infraestructura, crédito, seguridad de abasto de energéticos y otros insumos básicos.
El futuro presidente debe tener el liderazgo y generar la confianza que se necesitan para convocar a todas las fuerzas políticas del país en torno a prioridades como las mencionadas, y esto requiere voluntad política más que una reforma constitucional.
Si, además se pretende reformar el régimen político, entonces habría que discutir asuntos en los que no hay consenso, tomando en cuenta, entre otras propuestas, los trabajos que coordinó Porfirio Muñoz Ledo a principios del gobierno de Fox.
En esa discusión, cuya sede natural es el Congreso de la Unión, deberían participar los partidos políticos, la academia, la intelectualidad y las organizaciones sociales. Pero por favor, senador Beltrones, no hacerlo en pleno proceso electoral porque eso contamina la discusión y se crea interferencias innecesarias dentro de los partidos, que están en vías de elegir a sus candidatos, y entre los partidos una vez que se inicien las campañas electorales.