Hace años, a la salida de la esuela, muchos estudiantes acostumbraban echar volados con los paleteros, neveros, fruteros, dulceros y otros vendedores que se instalaban frente a las puertas del plantel.
Los estudiantes tenían siempre privilegio de lanzar al aire la moneda, después de todo, ellos eran los que llevaban el dinero. Había quienes presumían saber amarrar el vuelo para que la moneda diera el número exacto de vueltas y cayera al piso mostrando la cara deseada.
Los vendedores que tenían fama de perdedores en el juego, eran vistos por todos con simpatía y clasificados de cuates. Los que siempre ganaban eran designados como malvados y tramposos.
Esa práctica ya no la veo desde hace unos buenos años. Tal vez, los jóvenes de ahora, ya la ven como un juego frívolo, pasado de moda, pues ahora lo moderno es la magia computacional. Aunque no me lo quieras creer, con la computadora, también se puede apostar.
Los jóvenes y jovencitos que manejan y dominan fríamente estas máquinas, es probable que desde ahora ya cuenten con su chivo bien totopeado en las próximas contiendas electorales y en días postelectorales.
Los políticos desfasados de la era computacional, que muchos de ellos ven a estos nuevos aparatos como cosas de otro mundo, no se despegan ni se despegarán de su vieja costumbre del volado: “si cae águila yo gano, y si cae sol tú pierdes”, así han de arreglar sus asuntos, seguramente. Porque según, el negocio es el negocio y en el negocio de la política hay que ganar siempre. Los precandidatos que no tienen la habilidad de manejar estas máquinas, a estas alturas ya no tienen tiempo de aprender a manipular la computadora, Así que no les queda de otra más que pagarle a los cuates una lana para vean en ellos todos sus virtudes y las digan en público.
Además, donde se pare el precandidato, éste tiene que hacer como que se preocupa por los sitios que le corresponden y anotar las carencias que le dictan los vecinos en cuanto a necesidades, conflictos, vicios y relajos que resultaría interminable mencionar.
También, los precandidatos, cargan atrás de ellos, una bola de gente que sirve para hacer bulto, pero son parte del personal que se encarga de pintar bardas, repartir gorritas, armar bailongos, echar confeti para que le caiga al aspirante, organizar barbacoas y en fin. Todos los aspirantes sonríen y actúan. No lo hacen sólo para cumplir con su responsabilidad, sino para que el jefe del partido político al que pertenece, crea que tiene carisma.
Pero bueno, como les decía, los chavos que manejan las computadoras ya tienen la papa asegurada. Acabé de ver en varios periódicos unos anuncios en la sección de empleos que dicen: “busco sabueso en computación que rastreen mapaches, los necesito para la próxima contienda electoral. Sueldo según aptitudes”.
Aunque digan algunos que ya pasaron los tiempos en que los candidatos se hacían a la sombra de otros políticos, esta práctica no ha dejado de usarse, pues después de no sé cuántos años, los políticos siguen parafraseando al ratón Macías, cuando se hizo tan famosa aquella frase en la política como en el boxeo: “todo se lo debo a mi manager”.
No cabe duda que los tiempos cambian, aunque definitivamente cada quien tiene su propio estilo de arrojar sus volados, o lo que es lo mismo, cada quien tiene su estilo de matar las pulgas, o cada quien tiene su propio estilo de perseguir mapaches.
Los volados en las precampañas políticas: Horacio Corro Espinosa
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