La escasez de medios obliga a muchos grupos rebeldes sirios a aceptar dinero y armas de grupos salafistas, lo que les fuerza a adoptar actitudes islamistas aunque no sean practicantes, relatan disidentes del régimen de Bashar al Assad en el sur de Turquía.
“La cantidad de dinero que recibes es acorde a la longitud de tu barba”, asegura en referencia a uno de los símbolos de los integristas islámicos Firas Birro, un maestro sirio convertido en contrabandista de medicamentos y armas para los rebeldes,
Las apariencias engañan. “‘Es que se nos han acabado las maquinillas de afeitar’, me dijeron los rebeldes cuando les pregunté por su aspecto”, recuerda Muntasir Sino, otro activista que cruza la frontera a menudo. Pero muchos adoptan conscientemente una imagen integrista para contar con los flujos de dinero de los salafistas.
“Mi hermano dirige una de las diez ‘falanges’ de campesinos guerrilleros en el Monte Kurdo”, relata Birro en declaraciones en el sur de Turquía, donde decenas de miles de sirios se encuentran refugiados ante el hostigamiento del régimen de Bashar al Assad.
“Le pusimos de nombre ‘Mártir Rafiq Hariri’ (ex primer ministro libanés asesinado), para ver si recibíamos ayuda de Líbano. No conseguimos nada”, recuerda el sirio.
“Así que lo cambiamos a “Ansar Sham” (‘Apóstoles de Siria’, con una clara alusión coránica), y ahora recibimos dinero de los salafistas. Si nos financiara Francia, nos llamaríamos ‘Falange Jacques Chirac'”, concluye en tono jocoso.
Desde luego, la apariencia de los guerrilleros, tal y como aparece en un vídeo difundido por los ‘Ansar Sham’, imita la imagen habitual de Al Qaeda: ropa negra, pasamontañas y la frase “Dios es grande” sobre la frente. Pero la lectura del documento de constitución termina con el gesto marxista de los puños en alto…
“Yo mismo cambié de ideología por tres monedas: lo que me costó afeitarme el bigote; ahora lo llevo rasurado a la manera salafista”, se ríe Firas, que no cumple ni un sólo rito islámico, ni siquiera el ayuno del ramadán.
Como la mayoría de sus compañeros de armas: “De cien, vi rezar a dos. Y aunque al principio me miraban raro porque yo comía en pleno ramadán, el último día, ya muy pocos cumplían el ayuno”, recuerda Muntasir Sino.
Aunque los jóvenes se ríen de su ‘conversión’, el giro hacia una imaginería salafista esconde cierta ironía y tragedia.
“La nuestra era una revolución de la dignidad. Pero lo dejó de ser porque nos han abandonado todos. Ahora agradecemos el apoyo de cualquiera, así sea de Israel: nada puede ser peor que continuar con el régimen. Ya nos da igual lo que venga después”, jura Sino. “¡Aceptaríamos ayuda hasta del diablo!”
Pero son los representantes de Dios quienes se han hecho con la revolución. “El dinero para comprar material y armas viene de Arabia Saudí, también de Kuwait, el Golfo, Afganistán y sobre todo de Libia”, apunta Birro.
Y no todos los combatientes fingen: “Hay verdaderos salafistas entre los rebeldes, y muchos son yihadistas de fuera: libios, algún afgano, hombres del Cáucaso… Éstos creen de verdad en la yihad, cumplen el ayuno a rajatabla”, relata Sino.
Entre los sirios cunde el ejemplo. “En los hospitales observo a muchos guerrilleros heridos, con tatuajes de corazones, culebras, calaveras… – algo completamente antiislámico – pero con recientes barbas salafistas. Y es que un año sin trabajo, sin ingresos, con una carestía general, hace que la gente cambie de ideario”, cuenta Hefiz Abdulrahman, un activista kurdo y miembro del Consejo Nacional Sirio, la organización paraguas de la oposición.
No todos se convierten. “Cuando llegó el Ejército al pueblo de Selma, los nuestros pidieron armas a un salafista, que paga un salario a 200 hombres. Nos ofreció fusiles a cambio de pasar bajo su mando. Dijimos que no. Porque combatimos por una Siria democrática, pero los salafistas utilizan su poder para fines personales y para su visión particular del Islam”, asevera Birro.
“Si Siria se convierte en un estado islamista, será responsabilidad de Europa y Estados Unidos. Porque nos han abandonado, han dejado que Arabia Saudí, Qatar y Kuwait se conviertan en dueños de la revolución”, denuncia Hefiz.
“Una desgracia para Siria y un grave error estratégico, porque así, Europa perderá un país que habría sido su aliado en Oriente Próximo: Siria es el único Estado árabe laico. Preservar este laicismo, llevar el país hacia una democracia cívica, habría sido posible si Europa hubiera marcado las pautas”, cree Hefiz.
Pero la suerte parece echada. “Siria será un aliado de Arabia Saudí y la religión islámica adquirirá una importancia en la vida ciudadana como nunca la ha tenido antes. Para el pueblo sirio es una tragedia”, concluye el activista.
Agencias