No sé si aquella madrugada del primero de diciembre último, Alejandro Murat tenía conciencia clara, de que los PRIMEROS CIEN DÍAS de Gobierno, nos regalarían el más inmediato pulso del ánimo social y la definición del rumbo de lo que hoy tenemos y de lo que está por venir.
No fue el anuncio del Plan Estatal de Desarrollo, cuya gestación está en marcha y va a ser participativo, según lo determina la ley; tampoco fue un informe de gobierno, cuyos tiempos aún no llegan.
Fue sencillamente una pausa, un alto en el camino que, como convencionalismo el joven gobernante presentó al pueblo de Oaxaca, que diariamente evalúa sus gobiernos en todas las regiones del estado.
El primero de diciembre Murat dijo que no habría festejo, verbena y así fue. No había nada qué festejar.
Rendir protesta no era un logro personal. Era el más alto compromiso, la más alta responsabilidad que un oaxaqueño que ama su tierra, puede asumir para diseñar diariamente un modelo que busque una sola cosa: que las y los oaxaqueños vivan lo más felices que se pueda.
Por eso se hace política. Invito a un grupo de oaxaqueñas y oaxaqueños que, desde el poder ejecutivo, transitaran con él la infalible encomienda de gobernar y administrar. Para diseñar políticas públicas
El inicio fue el diseño de un nuevo modelo financiero e institucional. Los diputados de la pasada legislatura hicieron en un tronar de dedos, lo que en el Oaxaca no se hace. Crearon la Secretaría de la Mujer, con quienes se tienen deudas sexenales; el Instituto Oaxaqueño del Emprendedor y la Competitividad, para que los sueños de miles de jóvenes que emprenden encuentren un feliz despertar a través de las pequeñas y medianas empresas. La Secretaría del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible infaltable en el estado más biodiverso del país y con toda la posibilidad de ir a la conquista de las energías limpias, por mencionar solo ello.
Las Secretarías de Desarrollo Turístico y la Secretaría de Desarrollo Industrial, entraron también en esta nueva reingeniería.
Lastimada, vejada, lacónica, resignada. Totalmente inerme en prácticamente todos los rubros de su vida; rota, confrontada, sin timón, sin líder. Sin destino. Una Oaxaca inerme. Así la encontró Alejandro, así la recibió. Sin nada qué administrar; sin nada qué gobernar.
Un páramo con una deuda histórica multiplicada, después se supo que en buró de crédito y una crisis de gobernabilidad sin parangón en nuestra historia.
Recibió a nuestra patria chica llorando su desgracia, en medio de la más ofensiva de las indiferencias.
Hoy, muy a pesar de quienes dirán lo único que saben decir;los detractores a sueldo, creo que podemos decir con firmeza, con responsabilidad, con seguridad, con optimismo, con certeza, certidumbre y objetividad, que aquí está Oaxaca.
¡Viva! ¡De pie! Caminando, recuperando sus fuerzas, recomponiendo su tejido social, resurgiendo cual ave fénix de sus cenizas, mientras como todos, espera justicia, la justicia del hombre que tiene sus tiempos y sus procedimientos.
Si algunos quieren todo ya o tienen la convicción de que los dolores de Oaxaca quedarán impunes, : más vale “lento pero seguro”.
Representada en todas y todos y cada uno de nosotros y con un gobierno que desde el primer día comenzó a hacer su tarea.
Nunca cupieron los pretextos y sí un equipo de mujeres y hombres preparados que integraron un gabinete heterogéneo, donde no cupo el amiguismo, ni las recomendaciones, sino las credenciales necesarias para dar resultados desde el primer día.
Estos cien días son un ejercicio de crítica y autocrítica. De profunda reflexión y de decisiones. Dinámica, productiva, dispuesta al diálogo, respetuosa de los Derechos Humanos, incluyente, tolerante, receptiva, hospitalaria.
Muy temprano el 1 de diciembre el gobernador ya trabajaba en Palacio.
Alejandro no fue la excepción; con este protocolo de los primeros “Cien Días”, con Oaxaca mirando no solamente a la nación, sino al mundo; y conquistando con sus sonidos, sabores y colores, un lugar que le estaba esperando en este nuevo mundo, en una encrucijada, en el que promoviendo nuestra riqueza cultural, artística, turística y comercial, la dignidad no se negocia.
Pendientes de todos los rubros, porque estos cien días así nos lo demandan: Oaxaca, ya es el estado más pobre del país, pero también es el tercero en turismo; la seguridad pública, la salud con la que no se va a volver a jugar; el comercio exterior; la actividad comercial y empresarial.
El gobernador no para, el gabinete no se detiene. Vamos contra el tiempo, pero la carrera es también de resistencia y nadie puede quedarse rezagado. Hay alguien siempre presto a rebasar y hay que apretar el paso.
Alejandro va a seguir visitando personalmente a nuestras y nuestros paisanos, allá donde viven, para entregar obra, beneficios o anuncios importantes, que no son promesas; son compromisos.
En 100 días lleva 128 giras y eventos en todas las regiones del estado, entregando, en todas ellas beneficios, obra pública o anunciando de viva voz, los compromisos del Gobierno Federal que no tienen precedente.
Han venido a Oaxaca, a sus regiones, 24 secretarios y subsecretarios federales para dejar sembrada la semilla y los beneficios duren.
Un gesto es clave. Desde el principio de la administración Peña Nieto se la ha jugado con Oaxaca; es nuestro aliado, el Presidente de la república.
Por lo que se ve, el gobierno de Alejandro Murat no es de ocurrencias. Todo cuanto se hace es medible y cuantificable
Hay que divulgar y reproducir en todo el estado todo lo logrado en estos primeros 100 días, para que las conozcan y nos ayuden a multiplicarlos con su participación.
Al final lo dijo: “el centro de mi gobierno es, indudablemente LA FAMILIA, su felicidad. En la familia está nuestra salvación como sociedad”.
Octavio Paz ya lo había escrito: hay que leerlo con detenimiento para entenderlo: “…la modernización de nuestro país tiene que comenzar por la familia. No se trata de combatirla o de cambiarla, si no de adaptarla al mundo moderno.
@MoisesMolina