Los precandidatos: Moisés MOLINA

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Si, bien o mal, se dice que “la gente habla porque tiene boca”, resultaría perfectamente válido decir que el “escribiente” escribe, porque tiene manos.

De modo tal que ambos asertos, legitiman nuestro derecho a hablar y a escribir acerca de lo que nos plazca.

Nuestra bendita Constitución y uno de los últimos criterios de la Corte, que no estoy seguro si devino ya en Jurisprudencia, nos permiten expresar a través del aire, de un papel, de un micrófono o de una pantalla, calumnias, infundios, ofensas, daños al honor y a la moral, diatribas, vituperios… todo lo que se nos pegue la gana, porque aunque permanezcan, algunos de ellos, tipificados en una norma penal, su comprobación ante la autoridad judicial será poco menos que imposible; más aún cundo de periodistas se trata. Son los consentidos de la impunidad, en este solo delito, porque en este país, pocas cosas tan sagradas como la nueva libertad de expresión. Esa que no puede ser frenada por leyes, únicamente por el poder institucional o fáctico y no con  cárcel…. Sino con muerte.

¿Cuál es la paradoja? Nos están matando periodistas que usan las palabras para decir la verdad. Esa que cada vez menos se atreven a decir.

¿Quién en sus cabales, quiere ser mártir? Es la vocación y una especie de afrenta: las balas hacen más grande y digna la verdad.

No se juega a ser periodista. Los profesionales están conscientes del riesgo que corren y aún así, con o sin medidas cautelares, ignoran si ese día regresarán a casa a cenar con sus hijos.

¿Cuál es la otra paradoja? Ya no estamos en los tiempos donde al poder institucional no se le podía tocar ni con el pétalo de un geranio –estuve observando los favoritos de Mamá, y son más  tersos que lo de las rosas. Al contrario, los periodistas viven del poder institucional, sea cierto o falso lo que escriben; fundado o infundado. De todas formas, no pasa nada y entre tanta competencia, los trabajos de calidad se pierden en los ríos de tinta, porque son pocos los consagrados; los que están junto con pegado con el poder. Su fuente es es poder.

Nos los está matando el narco, el  nuevo cuarto poder, no el Estado. Quienes digan eso, que me digan ya, así, sin visitar a San Google, ¿qué es EL Estado?

Aclaro. No estoy defendiendo al Estado. Al estado no se le defiende. Eso de “FUE EL ESTADO”, es una falacia. La más popular de todas y la favorita del discurso anti sistema, que un Partido en particular está matando antes de que  madure, y ese partido… oh oh, no es el PRI.

Más bien, salvo su mejor opinión, si no se aleja del sistema de partidos, el discurso anti sistema va a perecer, se va a suicidar o lo van a matar quienes le están chupando la sangre, ante la complacencia de quienes repiten al pie de la letra y con  énfasis, las consignas, sin  darse cuenta que todas llevan destrucción, violencia y muerte; ninguna, ni una sola, construye, edifica, propone.

Pero nos sentimos valientes vapuleando a la MAFIA DE PODER, sin  pensar que a quienes beneficiamos es a quienes asumiéndose en su antítesis, forman parte también de esa mafia del poder y todavía más inmoral.

Si el discurso anti sistema no se lo apropia la sociedad organizada, política pero apartidista, el paradigma no va a cambiar.

El discurso anti sistema debe buscar una alternativa al agotado modelo político electoral, replantear, renovar u oxigenar nuestra forma de gobierno (pero no por la vía violenta); debe quitarle poder al poder; y el poder no es el presidente municipal, ni el gobernador, ni el Presidente… es el congreso… sus cámaras en sus dos órdenes.

¿Quien manda? ¿El que hace las leyes o el que las aplica? Les tengo una noticia.

Quienes hacen las leyes, son electos por los ciudadanos, pero son postulados por los partidos. ¿Qué intereses defienden, con todo y la nueva vacilada de la reelección? En efecto –amable y agudo lector-, a su partidos. De otro modo, no los vuelven a postular y devienen en apestados que hay que marginar con  el más mínimo pecado de por medio.

LA MAFIA DEL PODER son los congresos; esa “Soberanía” a la que todos, tienen que besarle los “d’esos”.

 Lo mejor que nos puede pasar y acepto cualquier invitación a debatir con  el más oficioso de los “intelectuales” o al más entendido de los parlamentarios, es que “de facto”, EL LEGISLATIVO OBEDEZCA AL EJECUTIVO, para que se eviten la molestia de andarme publicando que lo que aquí estoy escribiendo es en defensa y justificación de una concesión graciosa para  Alejandro Murat Hinojosa.

Hay que tener dos centímetros de frente para entender que las cosas no van por ahí y que no se trata de nombres propios, ni afectos personales.

Muchos de ustedes, al menos varios de quienes regularmente me leen –cosa que agradezco infinitamente- dirán que enloquecí. Más aún,  quienes se formaron o se forman en el estudio del derecho, no se diga los constitucionalistas o los politólogos.

Y selos aceptaría de buen grado si viviéramos en la normalidad democrática; donde cada quien asumiera su responsabilidad acorde a su lugar en el sistema legal.

Pero tenemos legisladores que no legislan, juzgadores que no administran justicia, ministerios públicos que no la imparten, administradores públicos que no administran y gobernantes que no gobiernan.

Y son legisladores que votan – o en el peor de los casos no votan-, juzgadores que votan, administradores que votan, gobernantes que votan. Inciden en el proceso político y tienen una simpatía o hasta militancia de iure o de facto.

En las colonias y barrios de los pueblos se lían a golpes, las familias se dividen, los pobladores, antes amigos, se retiran el saludo después de la jornada electoral, defendiendo colores, siglas o banderas que, al final, encarnan personajes que en los congresos se asocian, alían, protegen; ¡Sin ser, siquiera, del mismo partido!

SE AMAFIAN POR EL PODER Y SE COLUDEN POR EL DINERO

Basta una sola negociación para INCENDIAR un estado o un pueblo; y en el reparto de culpas juegan a las escondidas y el que se queda solo y con el problema, siempre es el que gobierna, contra la voluntad de una quniela muy paseadora que ya quieren su cargo y que nunca o casi nunca, para no exagerar, están en donde deben estar, porque se perdió la dimensión del presente y hay que comenzar a inventar problemas para el futuro, que al fin y al cabo, LOS PRECANDIDATOS,  en sus actos anticipados de campaña, tienen listas las soluciones.

Y el pueblo -complaciente- reproduce el paradigma: “Aprovecha. Agárralo que te den. No importa el color. Echada a andar la espiral del despreció, el pueblo se venga de sus verdugos. Más astutos que ellos, venden caro su amor, y entregan su voto en base a un solo criterio: la confianza.

Pan y circo. Aunque no haya circo, bienvenido todo aquello que ayude a palear él hambre y la necesidad. La política pierde sentido, se desconfigura; deviene en una especie de navidad donde hay que esperar los regalos, mientras miles de millones de pesos se gastan en eso que no le interesa a nadie: la aculturación política.

El pueblo no se equivoca y es protagonista del gran circo, todavía con animales.

Quién se había mostrado como  el más inteligente de los precandidatos, al menos el más sensatos, después d e que le fue aclarado al pueblo que la leche en Oaxaca on a ser gratis porque el gobierno del estado la v a subsidiar, es decir, a pagar, ni bien se iba, comenzó hacer afrentas sin importar el futuro mediato o inmediato de los involucrados.

Obsesionado de los mensajes mandó uno muy estruendoso, sin importar nada más que el mensaje que le interesaba mandar.

Lo cierto es que están asustados. Se van a juntar, pero ninguno estará dispuesto a subordinarse. Cuando hablen de disciplina e institucionalidad, cuidado: están mostrando los dientes.

 @MoisesMolina