Oaxaca sigue estando al margen de la vida nacional, parecemos una ínsula aparte donde el atraso y la inmovilidad parecen consustanciales. Y no es únicamente en torno a las problemáticas sociales. En materia político-electoral, seguimos patinando –por usar el calificativo más amable- en el mismo fango. De nuestro sistema electoral, solo se salva –con ciertas reservas- el ámbito que corresponde al Poder Judicial, los tribunales; lo demás sigue podrido sin visos de que nadie pretenda, por ningún lado, iniciar una transformación que vaya más allá de la reglas, del marco jurídico y vaya más allá: al terreno de las actitudes y valoraciones, de la cultura política.
El pasado 31 de enero venció el plazo que la ley electoral de Oaxaca marca a los partidos políticos para presentar obligatoriamente su plataforma electoral. De no ser por requisito periodístico, nadie se hubiese enterado de que todos los partidos cumplieron. Todos entregaron su plataforma en tiempo y forma, para poder contender en la próxima elección de diputados locales y presidentes municipales.
Pero ¿sabe usted –amable lector- qué es una plataforma electoral?
Es un documento de la más alta importancia para la salud de la democracia, una excelente oportunidad para fortalecerla, dotarle de sentido con cada proceso electoral; es un ejercicio de comunicación política donde los partidos enuncian las propuestas que sus candidatos defenderán en sus respectivas campañas y que, en caso de ganar, aplicarán en su gestión. En el caso que nos ocupa, las plataformas electorales que puntualmente se presentaron ante el órgano electoral oaxaqueño deben contener el plan legislativo y de gobierno municipal que sus candidatos habrán de ofertar en campaña y poner en marcha, en caso de ganar sus elección a diputado o presidente municipal.
¿Cómo hicieron sus plataformas? ¿Tuvo usted alguna noticia de ello? ¿Le preguntaron a usted alguna vez algo sobre los problemas de urgente y no tan urgente solución de su distrito o municipio?
Pueden los dirigentes partidistas pensar que no tienen por qué, que la ley no les obliga a consultar al ciudadano. Y esto podría resultar válido en una comunidad política reducida en población y en territorio; y homogénea en su problemática. Pero un trabajo partidista serio, comprometido, como siempre se escucha en el discurso, implica desprenderse del autoritario monopolio de la verdad para salir a las calles a preguntarle a los que votan.
Podría este esfuerzo, en el último de los casos, sustituirse por ejercicios demoscópicos, por encuestas. Pero ¿supo usted de alguna? ¿Alguna vez recibió al menos una llamada telefónica que pidiera su opinión para la plataforma electoral de algún partido? Bien se que no.
¿Cuál es la resultante? Que las pre campañas y campañas electorales que sufriremos durante mayo y junio próximos, serán una vez más de ocurrencias. Para nadie debe ser secreto que la plataforma que los partidos presentaron durante los últimos diez días de enero, como lo pide el artículo 154 del Código de Instituciones Políticas y Procedimientos Electorales de Oaxaca, sean refritos de plataforma anteriores. Y así ha venido siendo durante no sabemos cuánto tiempo. Como si la realidad hubiese hecho una pausa, como si la dinámica social fuera estática social, como si los problemas y las necesidades de los municipios y –un poco más relativamente- de los distritos fueran siempre los mismos.
Las plataformas electorales siguen siendo uno más de varios requisitos incómodos, estorbosos que por ley se tienen que cumplir. Pero nos sirven como parámetro para saber que la naturaleza de los partidos políticos a los que, con el dinero de nuestros impuestos, se asignan sumas millonarias, sigue siendo la misma. No hay compromiso con los electores, mucho menos con los habitantes; hay, en lugar de eso, desprecio.
Los partidos entienden muy bien que los electores no dejan de votar, que el abstencionismo se ha estancado en el mismo porcentaje, que no hay modo alguno en que los ciudadanos les castiguen. Las elecciones son de partidos y uno tiene que ganar. Y aunque alguna vez se registraran niveles anormales de abstencionismo, nuestro sistema electoral está diseñado para que gane quien obtenga el mayor número de votos, así sean muy pocos.
En el caso de mi partido, el PRI, que es el que con más profundidad conozco en sus normas y prácticas, me insatisface que teniendo un órganismo expresamente obligado por estatutos a realizar este trabajo, siga siendo omiso. El 203 de los estatutos del PRI expresa: “La Fundación Colosio A.C es la instancia coordinadora y rectora del partido … para elaborar los planes de gobierno y las plataformas electorales”.
Y muy probablemente no sea la intención de su presidente no hacer nada o hacer muy poco. En la realidad sigue siendo, como algunos otros espacios estatutarios dentro del PRI, apéndice del Comité Directivo Estatal. De los cargos entregados fuera de los estatutos, mejor ni hablamos. ¿A dónde se va el dinero que vía órganos electorales se asignan a los partidos etiquetados para tareas de investigación o capacitación política? Si se entregan íntegros a Fundación Colosio e ICADEP, sus titulares son responsables del hoyo en esta materia; si no, habrá que preguntar a los dueños de las firmas mancomunadas en las cuentas bancarias.
Lo cierto es que una plataforma política en una democracia sana, debía ser el referente principal no solo de electores, sino de candidatos también y su integración debía ser por eso participativa, incluyente, plural, abriendo paso a los expertos más allá de su filiación política o la ausencia de esta. Se trata de los oaxaqueños, al menos en esta elección, en cada municipio regido por el sistema de partidos políticos.
Volveremos a tener campañas de ocurrencias, donde los candidatos a diputados de todos los partidos estarán comprometiendo obra pública y hasta favores personales y los candidatos a presidentes municipales anunciando promesas imposibles de cumplir. Las plataformas electorales, pulcras, entregadas en tiempo y forma, quedarán en el archivo muerto de alguna oficina del IEEPCO y de los propios partidos.
Twitter: @MoisesMolina