Un arzobispo que hizo frente a sacerdotes pederastas señaló que estos casos deben denunciarse a las autoridades correspondientes
Estados Unidos aún no ha logrado salir de su estupor ante las continuas revelaciones de abusos sexuales cometidos por sacerdotes pederastas a lo largo de varias décadas, y que ha llevado a una nueva ofensiva contra el papa incluso por parte del exnuncio apostólico en el país, Carlos María Viganò.
Al problema que representa en sí la propia violación, un arzobispo advirtió que existe una profunda decepción ante la corrupción de obispos y sacerdotes, que se convirtieron en “lobos con piel de oveja”, y que obliga a la Iglesia a trabajar con transparencia y claridad.
Gustavo García Siller fue obispo auxiliar de Chicago y dirige actualmente la archidiócesis de San Antonio. Nacido en México, en 1998 obtuvo la ciudadanía estadounidense, trabajando la mayor parte de su vida en ese país. A él le toco lidiar en su momento con las acusaciones contra dos sacerdotes en Texas, uno por abuso sexual y otro por posesión de pornografía infantil y no esconde su conmoción por las dimensiones que ha alcanzado la crisis.
El arzobispo señaló que se encuentra “profundamente avergonzado y decepcionado por la corrupción en la iglesia”, la cual no permitió a las víctimas sanar sus heridas ni proteger al resto de la sociedad para evitar que se siguieran cometiendo abusos.
“Al mismo tiempo me siento sumamente preocupado por la fe del pueblo de Dios, el rebaño traicionado por pastores que se convirtieron en lobos con piel de oveja”, añadió.
Si bien matizó que la mayoría de los abusos en Pennsylvania ocurrieron entre 1947 y 2002, señaló que incluso un solo caso actual sería alarmante pues aumentaría aún más el daño a la confianza en las instituciones y sus líderes.
“La gente está sumamente decepcionada, sobre todo de los obispos, y con mucha razón. En distinta medida y de diferentes modos cada persona está viviendo un proceso de duelo, especialmente los católicos, tratando de sanar las heridas”, continuó.
García Siller recordó que desde la crisis de Boston de 2002, los obispos estadounidenses decidieron analizar las posibles soluciones a los casos de pederastia, descubriendo que hay muchos factores que contribuyen a formar un abusador, tanto mentales como personales.
“Sin embargo, somos conscientes de lo indignante y grave que ha sido el encubrimiento por parte de quienes ostentan autoridad, pues se impidió que se atendiera adecuadamente a las víctimas, se hiciera justicia, se protegiera a otros de potenciales crímenes y se aplicaran mejoras en la selección y en la formación para prevenir ese desorden moral y mental. Si una conducta está descrita en la ley como delito, significa que es de interés público su prevención, persecución y resarcimiento, en lo posible, al daño causado”, dijo.
Añadió que a la resolución del problema no ayudó el llegar a acuerdos extrajudiciales con las víctimas, a quienes se les pagó una gran cantidad de dinero por su silencio. Lo anterior porque de esa manera se daño el bien común y la necesidad de rendición de cuentas por parte de los abusadores.
“Toda la situación nos preocupa, pero tiene que haber claridad y transparencia. La herida se tiene que limpiar a fondo para que pueda sanar”, prosiguió el arzobispo.
Continuó señalando que las víctimas o sus familias deben denunciar los abusos a las autoridades competentes, ya sea la policía o el fiscal. Mientras tanto, la jerarquía eclesiástica debe imponer con mayor rigor el Estatuto para la Protección de Niños y Jóvenes, logrando de esa forma que no vuelva a haber un abuso sexual por parte de un clérigo o un colaborador de la Iglesia.
Finalmente, como recomendación a los fieles, dijo que “debemos actuar con la valentía que faltó en décadas anteriores, por cuya ausencia fue permitido tanto mal. Yo invito a todos a hacer lo que a cada uno le corresponde y lo que cada quien pueda hacer para atender a las víctimas de los abusos”, concluyó.
Fuente: lopezdoriga.com