Lo que no logró el presidente Ronald Reagan en 1984-1986 contra México porque se encontró con un muro plural nacionalista, ahora lo va a conseguir de manera muy fácil el poder binario Joseph Biden-Kamala Harris con los grupos mexicanos que abrieron la puerta a la penetración estadunidense en México.
Lo curioso es que muchos de los líderes sociales que en 1985 se aliaron al PRI para contener las presiones estadunidenses con una marcha en las calles, hoy son los beneficiarios de apoyos de fundaciones estadunidenses que se dedican a promover la democracia al estilo estadunidense y son los que están exigiendo la intervención de la Casa Banca en el proceso nacional de gobierno, cual modernos miramares.
El gobierno de EEUU estaba a la búsqueda del pretexto intervencionista; y ya lo encontró: la corrupción, un defecto de las democracias –de manera sobresaliente la estadunidense– que tiene que ver con la calidad interna de gobierno. Pero la Casa Blanca primero potenció el comunismo como el pretexto para erigirse en el policía ideológico del mundo, luego con los Bush, Clinton y Obama fue el terrorismo y ahora con Biden es la corrupción. De policía geopolítica, la Casa Blanca pasó a policía de seguridad y hoy la Casa Blanca aparece como policía moral.
Bien mirado el asunto, la respuesta mexicana está muy fácil: uno de los temas centrales que le dio votos al candidato López Obrador en 2018 fue la revelación de la corrupción en nivel de cochinero tercermundista de los gobiernos priístas y panistas y hoy mismo muchos funcionarios del gobierno de Peña Nieto Están en la cárcel, perseguidos o procesados. Con sólo profundizar la persecución contra el pasado prianista corrupto podría el gobierno de López Obrador satisfacerlas presiones estadunidenses.
Lo que queda por aclarar es que el gobierno de Biden y sus brazos intervencionistascomo la embajada de EEUU en México y sus organismos que financian asociaciones civiles y partidos mexicanos estaría en medio de un conflictopolítico grave: porque la peorcorrupción México se dio con los gobiernos del PRI y del PAN que hoy hacen cola en EEUU haca estirar las manos y recibir las limosnas intervencionistas.
Los organismos civiles anticorrupción de México se han hecho los distraídos para revelar la corrupción, para no ir más lejos, 2000-2012 en los gobiernos de Vicente Fox, Felipe, Calderón y Peña Nieto„ a cuyo servicio estuvieron como funcionarios. Para el grupo Mexico Unido contra la Corrupción y la Impunidad, dirigido por la exfuncionaria del gobierno panista de Fox, María Amparo Casar, la corrupción comenzó el primero de diciembre de 2018.
La respuesta estratégica del gobierno de López Obrador debiera ser menos anímica y más astuta y profundizar la corrupción de los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto para distraer la atención de la Casa Blanca. Y, eso sí, endurecer el control anticorrupción en su propia administración.
Pero el asunto, en realidad, no es de casos, sino de estrategias geopolíticas de dominación. Las instrucciones de Biden fueron a su vicepresidenta y a su Consejo de Seguridad Nacional, lo que le confiere a la agenda anticorrupción una esencia intervencionista.
La forma en que ha comenzado a operar la Casa Blanca la agenda anticorrupción en México es intervencionista y remite al acoso de la Administración Reagan: la Casa Blanca de entonces, el embajador John Gavin, el operador militar Vernon Walters, el equipo de Kissinger experto en golpes de Estado, el senador ultraderechista Jesse Helms, el entonces comisionado de aduanas, el entonces jefe del comando Sur general Paul Gorman y el director de asuntos latinoamericanos del Consejo de Seguridad Nacional, Constantine Menges, presionaron a México para someterlo a las estrategias de Reagan.
Una marcha a mediados de 1985, ante audiencias públicas anti México en el Senado operadas por el senador Helms, conjuntó a todos los grupos nacionalistas en contra de Reagan, incluyendo, sólo para dar un ejemplo, a Héctor Aguilar Camín. Hoy, los nacionalistas de 1985 son los miramares de 2021 que están suplicando a Biden que por favor intervenga a México para alejarlo del populismo y regresarlo al redil estadunidense.
El discurso intervencionista de Biden exige una reconstrucción del nacionalismo.
Política para dummies: La política es el arte de saber responder con astucia y no con enojos.
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