Irritado por los cuestionamientos que le hicieron los reporteros que cubren la fuente presidencial, el Presidente recurrió a una cita histórica expresada por Gustavo Madero, hermano del mártir de la Revolución, Francisco I. Madero, para expresar su molestia: “Le muerden la mano a quien les quitó el bozal.”
La ruda frase fue seguida de su queja por las criticas falsas e imprecisas, que han publicado los medios respecto a la pifia cometida por el Gabinete de Seguridad en Culiacán. De ahí la frase del bozal, que rompió, por un momento, las reglas de respeto que se deben el Presidente y los medios de comunicación.
Así lo hace su homólogo, el Presidente Trump, que insulta a los medios que no comulgan y critican su errática forma de conducir el gobierno de Estados Unidos.
Por lo que sucedió, en Palacio Nacional empezó a ocurrir lo mismo. Confiemos en que se corrijan, tanto la rudeza del lenguaje como las acusaciones contra sus adversarios, como vano intento por justificar errores propios, como en esta ocasión en que el Presidente se lanzó contra los medios de comunicación, a quienes se refirió, sin mencionar nombres, aunque sería positivo que lo hiciera para saber a quienes, supuestamente, les quitó el bozal, porque sino lo hace todo queda en generalidades, que finalmente son eufemismos retóricos.
El ríspido debate entre el Presidente y los medios de comunicación, valioso sin duda, dejó ver uno más de los errores cometidos en materia de seguridad ciudadana. Sucedió, que un reportero le preguntó al Presidente el nombre del responsable de la fallida operación militar de Culiacán, al no saberlo, el Presidente pasó la pregunta al secretario de la Defensa: ¿Como se llama el responsable? preguntó:
El General, Secretario, Luis Crescencio Sandoval Gonzalez, reveló que el nombre (lo omito) del responsable del operativo fue un coronel de caballería del Estado Mayor Presidencial. Él fue el responsable del GAIN; él es el que maneja las diferentes partes que constituyen la estructura; va dirigiendo los esfuerzos; va haciendo el acopio de información; va dirigiendo a las partes que conforman a este Grupo de Análisis de Información del Narcotráfico, contestó el General.
La entrega de la cabeza del Coronel, me recuerda la anécdota de César Borgia y Ramiro d´Orco, quien era el jefe de sus ejércitos, y a quien le ordena “bañar en sangre a la Romaña”, y destruir a sus enemigos, para que una vez que una vez derrotados, César atrajera a los súbditos del pueblo conquistado a su causa.
La estrategia militar para iniciar el ataque, César la diseña en dos tiempos: En el primero le ordena al jefe de su ejercito, Ramiro d´Orco, restablecer el orden usando toda la dureza y crueldad de la que es capaz. En el segundo tiempo, restablecido el orden, el pueblo horrorizado y bañado en sangre, César baja a caballo a la Romaña, las mujeres le ruegan piedad, piedad señor, y él pregunta:
— ¿quien hizo estas barbaridades?
— Ramiro d´ Orco, Ramiro d´Orco, señor…
Una vez restablecido el orden, y ya no siendo necesaria la intervención de un hombre cruel, una mañana se observa en la plaza pública a Ramiro d´Orco <<cortado en dos pedazos>> con un tajo y una cuchilla ensangrentada al lado.
César traicionó a su jefe militar en aras de su grandeza y para ganar las alabanzas y el agradecimiento del pueblo.
En el caso de Culiacán, al coronel responsable de la operación militar, el Secretario de la Defensa Nacional y el Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, lo delataron y, en automático, lo condenaron a vivir el resto de su vida en el temor constante y la posibilidad de ser ajusticiado por los capos de la droga.
El honor militar obliga al capitán de un barco, al piloto de un aeronave, al comandante de los ejércitos, velar por la vida de sus subordinados y ser ellos, los que están al mando, los últimos en abandonar las naves.
Por último, un militar, desde un soldado raso hasta un general de división, no se “va por la libre”, solo recibe instrucciones de los mandos superiores y luego las ejecuta. Así sucedió en la maniobra fallida de Culiacán, pero que ante los acontecimientos fallidos y las declaraciones precipitadas, con versiones y acciones encontradas, todo resulta una pifia. Alfonso Durazo, oficialmente informaba, sin corroborar, y los medios le creyeron.
De manera, que la cita del bozal se debería aplicar al revés, y a quien le gusta hablar y hablar, y no quitárselo en lo que resta del sexenio.
@luis_murat